sábado, 1 de marzo de 2014

El espíritu y el precio de la supervivencia

Cuando una persona con una enfermedad terminal se aproxima a sus últimos días, a menudo oímos la expresión "hasta que Dios quiera" de boca de propios y ajenos. Pero con frecuencia me pregunto en qué medida Dios tiene qué ver con esto o no. Y sinceramente no creo que Dios tenga nada que ver con la decisión del último suspiro de una persona, más bien es la lucha por la supervivencia la que condiciona ese momento. 
Seguro que si Dios moviera esos hilos, mucha gente que muere en medio de un gran sufrimiento, moriría de un modo menos cruel y más rápido. Pero el ser humano es tan complicado que incluso, cuando le llega la hora de morir, sigue luchando por mantenerse con vida. La lucha por la supervivencia nos marca desde que nacemos, a pesar de que sabemos que hemos nacido para morir.
 Bueno, para morir y para pagar , que nos pasamos la vida pagando por todo tipo de servicios. Con lo felices que debían vivir nuestros antepasados sin esperar a principio  de mes el recibo de la luz, del gas, de la telefonía,  del agua etc, etc. Eso sin tener en cuenta los pagos a hacienda, que con  aquello de que hacienda somos todos, anda que  no le echan morro ni nada  para cobrarnos lo que no está escrito. Amén de impuestos municipales varios que más que dar vida te la quitan, y digo que la quitan porque a este paso no nos va a quedar para comer, con tanto ir y venir al banco a cumplir con todas las obligaciones monetarias. Incluso a veces te cobran por lo que no gastas, como el agua, que no se entiende que en el Pirineo, con toda el agua que tenemos, estemos pagando hasta la que no consumimos, porque en Biescas todo el mundo pagamos un consumo mínimo de 120 metros cúbicos al semestre,  lo gastes o no, una extraña manera de incitar al ahorro en el consumo. 
Desde que nacemos hasta que morimos, pagamos por todo tipo de cosas. Porque aquello de que todos nacemos con un pan debajo del brazo ha pasado a la historia ancestral más remota y eso por no hablar de lo caro que cuesta morirse. Pero de eso hablaremos otro día, que por hoy esta cabra ya ha saltado demasiado de roca en roca. 




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