martes, 15 de julio de 2014

Círculos que se cierran, círculos que se abren. Cambios drásticos o necesidades vitales.

En esta vida no hay nada definitivo, todo son etapas, círculos que se cierran y círculos que se abren, dando lugar a nuevas etapas que un día se cerrarán también. Nada es eterno. Por fortuna es así, de modo que las malas rachas tampoco son duraderas. Hay que ser positivo. Pero lo que si es cierto que hemos de seguir caminando, a pesar de los tropezones del camino, sabiendo que ese camino nos llevará algún día a alguna parte. 
Lo que ocurre que, como en esta vida nada es gratuito, es posible que a veces debamos pagar algún precio. Ya lo dijo un sabio un día, que en esta vida todo tiene un precio. Bueno, no se sí era sabio o no, pero acertó de lleno. Y todo depende del precio que estemos dispuestos a pagar por lo que queremos conseguir. 
Si nos paramos a pensar a veces es excesivo el precio que se nos pide por ejemplo, por seguir creyendo en quien nos ha estafado, por seguir creyendo a quien nos ha engañado, por seguir confiando en quien nos la ha clavado en la espalda. Si, todo depende de la confianza. 
Y es que cuando se pierde la confianza, ya no queda nada. Pero hablo de perder la confianza por causas justificadas, no pienso en la de los  que por norma desconfían de los demás porque ellos no son de fiar y creen que todos son igual. Hablo de perder la confianza en alguien que ha hecho algo tan grave, que nos ha dolido tanto, que nos sintamos incapaces de volver a darle la oportunidad de fiarnos de él. Si paso un día por un camino y tropiezo con un cepo que me cercena un pie, seré imbécil si vuelvo a pasar por allí porque podría perder el otro pie. 
Pues con la vida pasa lo mismo. 
Hay momentos, que por su propio peso son propicios para que nos replanteemos cerrar círculos que nunca más deberán volver a abrirse. Y es que la vida sigue y las circunstancias nos marcan el camino y nos obligan a decidir sobre temas que jamás hubiéramos pensado que llegarían. 
Ya he hablado en otras ocasiones de los círculos por ello me atrevo a decir que muchas veces se cierran de la manera más inesperada. Así es la vida, una caja de sorpresas que debemos ser capaces de vadear, intentando encontrar lo que verdaderamente da sentido a nuestra vida, aunque a veces debamos meter la cabeza debajo del agua y contener la respiración. Entonces llega el momento de deshacerse de lo superfluo de nuestra vida y centrar la atención en lo verdaderamente importante. Que si nos paramos a pensar hay muchas cosas a nuestro alrededor que son furrufalla y no sirven para nada. Quedémonos con lo que de verdad vale, miremos siempre más allá del marco de la ventana y seremos más felices. Seguro que sí. 

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