martes, 9 de enero de 2018

Bienvenida para 2018 y todo lo que tenga que venir. El peligro de pensar.

En septiembre de 2007 empecé este blog y fijaros si seré de aniversarios que acabo de darme cuenta ahora. Hubo una persona que me animó a ello y gracias a ella  puedo contar ahora con una cantidad importante de escritos, relatos, reflexiones.
No sé por cuánto tiempo más seguiré con esta tarea, porque en la vida todo son etapas y ciclos que se abren, o se cierran. A veces releo cosas que he escrito y me sorprenden. No sé si les pasará a otros. Es como si no las hubiera escrito yo; quizá porque fueron dictadas desde dentro y yo no hice más que reproducir sentimientos ayudándome del teclado.
En una ocasión hace años edité unos cuantos relatos en un pequeño libro que regalé a mi padre y hermanos; no sé si lo llegaron a leer porque ninguno me dijo nada al respecto, o no lo leyeron o lo que leyeron no les gustó, o lo leyeron y se olvidaron de decírmelo. Lo que más me sorprendió fue que ni siquiera mi padre me dijera nada. Ya lo dicen por ahí, que nadie es profeta en su tierra, pero  nos lanzamos a miles de kilómetros para valorar cosas de extraños y somos incapaces de valorar lo que tenemos cerca; quizá porque la cercanía resta puntos y emoción.
Por eso cuando ahora releo mis relatos y me parecen escritos por otra mano, de alguna manera me alegro. Nunca me he tenido, por lo que normalmente se dice, como  una escritora, simplemente soy una mujer que escribe de vez en cuando.
Hay un par de libros publicados "las mujeres que leen son peligrosas" y " las mujeres que escriben también son peligrosas" de Stefan Bollmann, que me regaló mi familia para mi 51 cumpleaños. Y casualmente yo leo mucho, más que leer, devoro libros, y escribo algo, aunque menos que hace años. O sea que soy doblemente peligrosa. Y es que leer y escribir te hacen pensar. Por eso se considera peligroso a alguien que piensa, que no se conforma con lo que ha recibido y sigue buscando sentido a las cosas.
Yo pensé que con los años encontraría el sentido de las cosas y podría dejar de buscar. Pero no. Con 61 años sigo buscando y lo que es peor, me he dado cuenta de que siempre deberé hacerlo. Esto de la vida es como un camino sin fin: hace unos días lo decía, un monte detrás de otro monte igual que el anterior. Las cosas que nos pasan son solo etapas y ninguna es definitiva, por eso no debemos dar por sentado nada. Porque suele ocurrir que cuando crees que has conseguido la estabilidad, en  una barca mecida por las olas, llega una manga marina. Es el momento de sobrevivir primero al vendaval para  luego comenzar de nuevo.
A veces he pensado que la vida se debe pensar que somos de plastilina, y que podemos moldearnos a su antojo, a veces como verdaderas figuras de contorsionismo.
Y de eso se trata, de ser capaces de moldearnos a las nuevas circunstancias por venir.
De momento observaré esas nuevas circunstancias, que pueden llegar, no sé ni cuándo, ni de dónde, y de momento mientras espero seguiré leyendo y escribiendo, porque me he propuesto ser terriblemente peligrosa. 

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