jueves, 29 de octubre de 2015

Otoño y ausencia

Los que me conocen saben de sobra que no me gusta nada el otoño, aunque tengo que reconocer que recuerdo a menudo el otoño multicolor de los valles pirenaicos. Aquel otoño donde el tono amarillento y anaranjado viste los montes con sus mejores galas. Aquel otoño cuando al caminar vas pisando bellotas silvestres, hojarasca, cuando el suave calor del día te abandona apenas comienzas a sentirlo, para que te dejes invadir por la temperatura nocturna que comienza a ser algo fría. Las chimeneas humean y el olor a madera quemada llena las calles de esa sensación con sabor a hogar. 
Aquel otoño cuando caen los primeros copos que anuncian la llegada del invierno. 
Alrededores de Ainielle en otoño
Invierno frío del que quise huir. Pero no quise huir del frío de las montañas, sino del hielo que anidó en mi alma motivado por la ausencia y el recuerdo.
Será por eso que no me gusta el otoño. Será por eso.
Hoy he querido escribir porque la cercanía de Noviembre me trae recuerdos, uno bonito, una boda; uno triste, una muerte. En definitiva, ausencia. La ausencia que no me abandona y que me niego  a dejar marchar. 

Será por eso. Será por eso. 

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