lunes, 11 de enero de 2016

Se me ha perdido la cintura (Cuarta parte, continuación de la Mujer diez)

Para quienes no han leído las anteriores entregas de "se me ha perdido la cintura"

Y pasaron los años, sin que María Calamidad consiguiera adelgazar, si bien es verdad que cada vez le importaba menos mirarse al espejo para lograr comprender en qué parte de su anatomía se encontraba su cintura. Palmo arriba palmo abajo ¡qué importaba!
La menopausia  había provocado estragos en su figura; bueno la menopausia y el tocino de jamón, que algo habría influido. Que era muy fácil echarle la culpa a la menopausia y mientras tanto atracarse de jamón. Mira que guapa. Y no es que comiera mucho pero se lo comía tan a gusto que le engordaba el doble ¿No dicen la satisfacción engorda? ¡Jodida satisfacción! Será leyenda será lo que sea, pero la verdad era que el aumento de peso había coincidido con los años más felices de su vida; sí, con la menopausia también. 
Y ya que me he puesto vamos a hablar de esta etapa de la vida que se pinta tan horrenda para muchas mujeres y que para algunas pasa totalmente desapercibida. Sí, desapercibida. Tal era el caso de Calamidad, que cuando acudió al ginecólogo para constatar con su fin del periodo menstrual ,la aparición de la menopausia, éste no le encontró ningún síntoma; ni un miserable sofoco, ninguna hemorragia, nada de depresión, que para depresiones estaba ella. Hasta le llegó a preguntar ¿Pero tampoco le duele la cabeza? No tampoco, le respondió Calamidad. Pues es usted la envidia de las menopáusicas, terminó él. 
Mira qué gracioso, pensó Calamidad al salir de la consulta ¡ envida de menopáusicas ! Es lo que le faltaba por oír. Nunca le habían llamado nada parecido, aunque lo hubiera pensado cien años nunca se le hubiera ocurrido llamarse a sí misma de aquella manera. Aunque, claro, menos daba una piedra. Y cuanto más lo pensaba menos  podía evitar verse sentada en un trono con una corona en la cabeza que ponía "menopáusica del año". Claro, tantos años tomando soja, al final había dado resultado. Su amiga Achan tenía razón, la misma amiga con la que había saltado vallas una vez para ir a dar unas clases y la misma que presenció el momento en que a Calamidad se se escapaba el ratón de la mesa del  ordenador, en la Universidad de Zaragoza, Achan le había hablado en numerosas ocasiones de los beneficios de la soja y sabido era que las mujeres orientales casi no presentan síntomas en sus menopausias porque la consumen a diario. 
Ahora Calamidad había madurado un poco más, por no decir envejecido que suena peor, y había dejado años atrás aquella etapa de su vida. Sin embargo su peso no empezaba a bajar y su cintura no terminaba por aparecer. Y eso que le habían asegurado que con el paso de los años volvería a su peso. Pero nada, no solo no adelgazaba sino que encima engordaba más y si conseguía perder peso enseguida lo recuperaba. 
Un día se miró en el espejo y ya no se vio tan llenita, incluso los pantalones se le caían un poco. Ilusionada se dirigió a la báscula, horror, no solo no había adelgazado sino que había ganado algo de peso. Le habían dicho que con el paso de los años los huesos pesan más y corrió a Internet para comprobarlo. Desilusión, leyenda urbana, no encontró ningún artículo que nombrara nada parecido.
Nada, tendría que resignarse. Probablemente aquellos pantalones con el uso se habían dado de si y por eso le quedaban más grandes. 
El caso era que por costumbre o por resignación ya no le importaban esos kilos de más. Porque ¿Qué más daba una cintura más o menos? Calamidad se había acostumbrado por fin al aumento de peso. Se miró en el espejó y  pensó "ahora que me he acostumbrado a los kilos de más, ya verás como adelgazo", "aunque, pensándolo bien, no me importaría volverme a acostumbrar a los kilos de menos". ......
(Próximamente en "se me ha perdido la cintura V" ¿Conseguirá Calamidad adelgazar?)(No te lo pierdas)

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