viernes, 30 de diciembre de 2016

¡ Feliz 2017 ! Que reste segundos al minuto y medio.


     De nuevo me quedo a minuto y medio sin poder llegar a donde quiero, sin poder conseguir el objetivo. Seguramente   es hora de preguntarse por qué las cosas que queremos alcanzar, se resisten con fuerza a nuestros deseos. Por qué se nos acercan tanto que incluso podemos  sentir el sabor de la miel y el dulce aroma, si luego desaparecen sin previo aviso, dejándonos maltrechos; porque sabemos que hemos estado a minuto y medio de conseguirlo y se nos ha ido de las manos, maltrechos porque ya van siendo muchos golpes, maltrechos porque nos preguntamos qué hemos hecho mal, maltrechos porque los golpes sobre  las viejas cicatrices duelen más, maltrechos porque las heridas que no esperabas te han hecho más daño. 
    Parecía tan fácil.
     Será que las cosas fáciles son las más difíciles de atrapar, o será que no las sujetamos con fuerza, o que no las deseamos lo suficiente, o que no las merecemos, o que ya las tuvimos y no nos dimos cuenta.
    Parecía tan bonito.
Y de repente cuando te sentías  mecida por el suave baile de las olas,  se despertó el huracán arrasando lo que quedaba de tus ilusiones.

    No lo entiendes muy bien porque tus sueños son simples, hechos de cosas sencillas. Como una mirada feliz, una sonrisa cómplice, un apretón  de manos, un abrazo, una llamada inesperada, que te regalen un libro, que un hermano recuerde la canción que tarareabas cuando sus sueños y los tuyos se estaban fraguando.
         Que en el Nuevo Año no se queden palabras sin decir, abrazos sin dar, cosas sin hacer, metas sin conseguir.
    Que el Nuevo Año le reste segundos a ese minuto y medio que nos queda para alcanzar nuestros sueños. 


   
   
 
   

Leer más...

martes, 20 de diciembre de 2016

No estaba usted en casa. Mentira gorda.



Hace poco he averiguado que entre los entresijos de las compras por Internet se dicen muchas mentiras. Me refiero a las empresas de transporte,comprometidas a entregar los paquetes a tiempo. Resulta que, cuando se ven desbordadas y no te pueden entregar la mercancía el día señalado, te envían un correo o similar (nunca dejan el papelito que demuestra que han estado allí) diciendo que no estabas en el domicilio y que conciertes nueva fecha de entrega llamando a un número de teléfono 902, o sea de pago.
Me ha pasado varias veces que en ese momento que dicen que no estabas resulta que  si que estaba, por lo cual es fácil deducir que mienten. Lo he descubierto hace poco. Cuando vino el transportista por "segunda vez" me llamó al teléfono (cosa que no hizo la primera vez porque no vino claro) para cerciorarse de que estuviera en casa. Le pregunté que si había venido él la fecha en que supuestamente yo "no estaba en casa", me dijo que ese día no terminaron el reparto y a la hora que yo "no estaba en casa" el estaba en Chilches (una localidad cercana) disponiéndose a regresar al almacén. Le expliqué lo sucedido y me respondió que "suelen hacer eso en el almacén" cuando se ven desbordados, suelen decir que no estás en casa; pero que el parte que él había dejado en el almacén decía que "no entregado por sobrecarga de envíos".

Supongo que es una estrategia para justificar ante los distribuidores tal como Amazon, que no han entregado según lo pactado. A mi me ha pasado con SEUR. Por si acaso si vuelvo a comprar pediré que no sea esta empresa de transporte la que me traiga el pedido. Aunque supongo que a ellos les da lo mismo. Y por supuesto reclamaré a amazon porque para concertar una nueva fecha de entrega había que llamar a un 902, cosa que no tenía por qué haber hecho. En mi pueblo a la gente que hace esto les llamamos sinvergüenzas. Desde luego de profesionales poco, que mintiendo no se llega a ninguna parte y más cuando estás cara al público. 

Leer más...

jueves, 15 de diciembre de 2016

La leyenda de la diosa Culibilla (una de tantas versiones)


     
    Anayet y Arafita, eran unos dioses pirenaicos pobres, pero muy trabajadores y honrados, odiados por los otros dioses, pero a ellos no les importaba porque tenían algo que les hacía sumamente felices: su hija Culibilla.
     Culibilla era la criatura más encantadora de aquellas montañas, por su belleza y por su bondad. Tenía una capacidad innata para disfrutar de las cosas más pequeñas, sobre todo de sus amigas las hormigas blancas, las quería tanto que por ello llamó Formigal a esas montañas.
Cada día, adulada por sus pretendientes, poderosos y ricos, Culibilla los rechazaba
uno tras otro, y soñaba con el ser, capaz de enamorarla, no con su riqueza sino con la bondad de su alma.
Pero apareció Balaitus, locamente enamorado de ella. Poderoso, rico, temido por todos, nadie había osado nunca oponerse a sus deseos, porque si alguien lo hacía, él era capaz de desencadenar la tormenta más terrible, de lanzar los rayos más espeluznantes y destruir todo a su paso. Culibilla no le quería, porque sabía que no podría ser feliz con él, y lo rechazó. Balaitus, que no había sido rechazado nunca, montó en cólera y juró que la raptaría para hacerla suya.

Así que se presentó frente a Culibilla, ante la mirada horrorizada de las demás montañas, que ni se atrevieron a defenderla, y ésta viéndose perdida llamó a las hormigas blancas en su ayuda: “¡A mí, las hormigas!”, éstas empezaron a llegar de todos los rincones hasta que cubrieron a Culibilla por completo. Balaitus, que no daba crédito a sus ojos, dejó su presa.
Culibilla, en agradecimiento, se clavó un puñal en el corazón, para que todas las hormigas pudieran entrar en él: desde entonces es el forau de Peña Foratata.
Las gentes del lugar dicen que los que suben hasta allí, pueden oír los latidos de Culibilla. También dicen que no han vuelto a verse hormigas blancas, porque están todas allí, con ella.


Leer más...

jueves, 24 de noviembre de 2016

Cinco años de aquella madrugada del 25 de Noviembre

Estos párrafos que vienen a continuación forman parte de una historia que algún día verá la luz y que forman parte de algo importante. Hoy he querido transcribirlos para conmemorar el quinto aniversario del fallecimiento de José Luis.

" Muchas veces a lo largo de mi vida me había preguntado si las cosas suceden casualmente o por el contrario todos tenemos una historia predeterminada, que nos hace vulnerables al no poderla modificar. Desde lo más hondo de mi ser me había preguntado a menudo si los renglones torcidos, por donde se desenvuelve la vida de las personas, tenían alguna explicación preestablecida, o éramos las personas quienes torcíamos nuestras vidas, aún sin quererlo, yendo por derroteros por donde nunca hubiéramos querido transitar.
A lo largo de mi vida había existido una constante que de vez en cuando emergía, de no sé bien dónde, y que se empeñaba en dejarme a minuto y medio de conseguir todo aquello que me hubiera propuesto. Siempre me quedaba a minuto y medio de conseguir aquellas cosas que me hubieran producido felicidad. Rodeada por intensas situaciones que nunca me produjeron placer, permanecía inquieta preguntándome si algún día llegaría a mi meta.

Desesperada por la incertidumbre que me producía no saber nunca si estaba haciendo lo correcto para enderezar mi vida, me lancé a una despiadada búsqueda de la felicidad, que me obligó a comenzar de nuevo en diferentes ocasiones, siempre sin conseguir mi propósito. Llegó un momento en que dejé de interesarme por esta búsqueda, sin saber que esta decisión me daría a conocer una de las experiencias más intensas de mi vida: José Luis. Porque entonces le encontré.

Pero como en las otras ocasiones me quedé a minuto y medio de conseguir la felicidad con él. Aquella fatídica madrugada del  25 de Noviembre respiró por última vez. Cansado de luchar contra el dolor terminó dándose por vencido y no pudo más. Muchas veces desde entonces me he reprochado que yo no fuera  capaz de seguir luchando por él. Quizá eso es lo que me impide pasar esa página de mi vida "

Esta melodía de Rod Stewart ha sido testigo de muchos de nuestros momentos y aún después de tanto tiempo sin José Luis  se me pone la piel de gallina cuando la escucho. Hoy se la quiero dedicar una vez más para hacerme la ilusión de que sigue aquí, aunque sé que no es verdad. La fotografía de arriba la hice en una excursión al Ibón de los Asnos cerca de Biescas. Estaba enamorado del Pirineo y no se cansaba de mirar las montañas y las seguirá mirando para siempre. La segunda foto es donde nunca dejará de mirarlo. 




Leer más...

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Mi homenaje a Leonard Cohen

Hoy os lo digo con música.

Leer más...

jueves, 13 de octubre de 2016

A Calamidad se le alborotan las ideas (ironías de la vida)

María Calamidad salió aquella tarde de su casa sin saber si iba a volver. No lo había decidido aún. Entró en la estación y se sentó en uno de esos bancos de hierro  para ver pasar los trenes. En muchas ocasiones a lo largo de su vida había llevado a cabo esta especie de protocolo en aquellos momentos que necesitaba pensar.
Los andenes de las estaciones le daban seguridad y ver pasar los trenes la relajaba; el ruido ensordecedor a su paso por la estación le recordaba aquellos otros trenes que vio pasar durante tantas tardes, cuando soñaba que, quizá algún día, un príncipe azul bajaría de uno de aquellos talgos (entonces eran los más rápidos).
La noche anterior Calamidad había soñado, mientras dormía, que iba a realizar un viaje al espacio, pero que cuando buscaba su asiento no podía encontrarlo. Se había despertado sobresaltada por eso aquella tarde había decidido pasar la tarde en el andén de aquella estación de pueblo solitaria y vacía. 
Un viaje al espacio no estaba dentro de sus posibilidades, aunque sí en la  bicicleta que tenía en su patio interior; pero con la bicicleta no podría llegar  muy lejos y mucho menos al espacio, además el sillín estaba demasiado alto para ella. Que manía tenían los fabricantes de hacer las cosas para gigantes y Calamidad distaba mucho de ser uno de ellos.
Mientras avanzaba la tarde una multitud de ideas se peleaban en su cabeza en un intento desesperado de darle alas a su imaginación. Pero no se le ocurría nada. Tenía que hacer algo pero no sabía qué. Para tirarse a las vías le faltaba valor, así que desestimó la idea; para subirse a un tren a la aventura le faltaba decisión; y mucha más le hubiera faltado para subirse a un cohete y viajar a la luna, pero eso formaba parte de la irrealidad más irreal. Ni siquiera en su imaginación cabía esa posibilidad, aunque quizá allí estuviera la respuesta. Los viajes expresan el deseo de aventura pero también de huía. Pero Calamidad sabía que cuando huía de sí misma no valían cohetes, ni trenes ni bicicletas, que al final del viaje cuando volvía la cabeza atrás, ella seguía allí: su sombra. 
En una ocasión alguien le había dicho que tenía mala sombra. Sería por eso que siempre quería escapar de ella. Y sería por eso que su huía era imposible, que su sombra no la abandonaría jamás. Recordando el dicho de que cuando no puedes contra tu enemigo te unas a él, decidió un día sentarse a charlar con su sombra para hacerse amiga suya. 
Y para su asombró descubrió que su sombra la conocía mejor que nadie, eso sí, reconoció que ella había estado tras la idea de tirarse a las vías, pero luego se había echado atrás, luego ella también había decidido hacerse su amiga; más que nada porque ya se cansaba de tanto ir y venir por la vida. Que ser sombra también era muy duro.
Desde entonces Calamidad había sentido una especie de empatía  que le había llevado a una extraña amistad con ella. 
Llegados a este punto los pensamientos que ya se cansaban de tanto alboroto, decidieron rendirse. 
Calamidad regresó a su casa sin haber visto bajar del tren a ningún príncipe ni azul ni verde ni amarillo y pensó que así era mejor, además con lo que destiñe el azul menudo lío. Volvió a su realidad más real y se dejó de viajes, ni en tren ni en bicicleta,  ni en cohete. 
Se puso el delantal y comenzó a hacer la tortilla de patata. Eso sí, miró de reojo y su sombra permanecía quieta: eso la dejó más tranquila; hubiera sido un problema que se empeñara en batir los huevos. 


Leer más...

viernes, 30 de septiembre de 2016

Éramos pocos y parió la abuela (politiqueo de andar por casa)

Éramos pocos y parió la abuela; porque lo que menos necesitaba este país, que bastante complicado lo tenía ya, era una guerra civil dentro de uno de sus partidos más históricos. Se veía venir sin embargo y en lugar de hacer nada por evitarlo, han avivado las llamas de una crisis que no tiene visos de terminar nada bien. Podrán decirnos lo que quieran pero en el lenguaje puro y duro de la calle a esto se le llama ansia de poder; porque no me digan a mi que el motivo de sus actuaciones es el bienestar de la nación porque no cuela.
Yo creo que P. Sánchez ya puesto a hacer el ridículo se ha dicho "pues vamos a hacerlo del todo" y desde luego lo está consiguiendo porque su imagen, más patética que otra cosa, me recuerda la de un niño agarrando su piruleta con todas las fuerzas mientras dice "es mía, es mía".
Pero claro como dicen que todos somos libres de pensar lo que queramos, hay unos cuantos que le apoyan, sus incondicionales, y lo único que consiguen es hacer el ridículo juntos. Vaya estampa la que están transmitiendo, que más les valdría ponerse a trabajar en serio por este pais que se hunde gracias a ellos, en lugar de sacar a flote sus diferencias de partido, que ya tendrán tiempo de darse tortazos más adelante. Ahora lo que importa es que alguien se ponga a gobernar en serio que con tanta tontería y tanta ansia nos están ansiando a todos, pero si ellos tienen fiebre de poder, al pueblo ya le está entrando la calentura de tanto mamoneo y al final va a terminar con ellos llevándolos a picar a una cantera, que ya veríamos si se ponían de acuerdo o no, en quién gobierna o deja de gobernar.
Hasta la corrupción del PP se queda pequeña si pensamos en las consecuencias para esta nación de pagar sueldos tanto tiempo a vulgares holgazanes por destruirla, que en definitiva es lo que están haciendo. Así que a ver si se les quitan estas ansias desmesuradas por gobernar y al final se ponen de acuerdo en quién lo hace.
Mientras tanto la andaluza hablando mucho y diciendo poco, más bien todo el rato lo mismo; ignoro si se está preparando para salvadora o se quedará en la cola haciendo lo que le pida su partido. Ya veremos.
Los demás, quietos en la mata o expectantes porque ya se sabe lo que dice el refrán a río revuelto ....igual hasta podemos gobernar.
Ya veremos.

Leer más...

domingo, 25 de septiembre de 2016

Solo un día (reflexión de una cabra loca)

No se si os habrá pasado alguna vez que de repente os ha invadido un terrible cansancio que minaba todas vuestras fuerzas. No hablo de cansancio físico. Hablo del cansancio tipo tirar la toalla; del cansancio tipo me consume la soledad. Tampoco me refiero a la soledad de compañía; me refiero a la soledad interior allí donde te sientes incomprendida, sola ante el peligro. Allí donde solo tú sabes qué está ocurriendo.
Hablo de ese cansancio de haber creído derrotado el monstruo y verle aparecer de nuevo; de ver regresar el cartero que siempre llama dos veces, aún cuando tenías la esperanza de que no lo hiciera. 
Y solo con pensar en volver a batallar las mismas guerras te angustia porque ahora si que sabes de qué va. 
Y te miras las manos y están viejas; y consultas tu energía y ves encendida la luz roja ¡Cuidado a punto de agotarse, conecte de nuevo a la red!
¡Ojalá fuera tan fácil como conectar a la red! te dices. 
Mientras tanto ha llegado un nuevo día. Un día más. Aguanta un día más. Te convences de que solo será un día porque si sospecharas que fueran más te hundirías. Irremediablemente esperas el milagro que nunca llega. Mientras, pasan otros días que también son un día más. Y nada.
Esperemos un poco, tengamos paciencia. Acudes al refranero. No hay mal que por bien no venga; no hay mal que cien años dure; mañana será otro día. 
Eso digo yo, otro día. 

Leer más...

martes, 20 de septiembre de 2016

A Calamidad se le alborotan las ideas (ironías de la vida)

María Calamidad salió aquella tarde de su casa sin saber si iba a volver. No lo había decidido aún. Entró en la estación y se sentó en uno de esos bancos de hierro  para ver pasar los trenes. En muchas ocasiones a lo largo de su vida había llevado a cabo esta especie de protocolo en aquellos momentos que necesitaba pensar.
Los andenes de las estaciones le daban seguridad y ver pasar los trenes la relajaba; el ruido ensordecedor a su paso por la estación le recordaba aquellos otros trenes que vio pasar durante tantas tardes, cuando soñaba que, quizá algún día, un príncipe azul bajaría de uno de aquellos talgos (entonces eran los más rápidos).
La noche anterior Calamidad había soñado, mientras dormía, que iba a realizar un viaje al espacio, pero que cuando buscaba su asiento no podía encontrarlo. Se había despertado sobresaltada por eso aquella tarde había decidido pasar la tarde en el andén de aquella estación de pueblo solitaria y vacía. 
Un viaje al espacio no estaba dentro de sus posibilidades, aunque sí la bicicleta que tenía en su patio interior; pero con la bicicleta no podría llegar  muy lejos y mucho menos al espacio, además el sillín estaba demasiado alto para ella. Que manía tenían los fabricantes de hacer las cosas para gigantes y Calamidad distaba mucho de ser uno de ellos.
Mientras avanzaba la tarde una multitud de ideas se peleaban en su cabeza en un intento desesperado de darle alas a su imaginación. Pero no se le ocurría nada. Tenía que hacer algo pero no sabía qué. Para tirarse a las vías le faltaba valor, así que desestimó la idea; para subirse a un tren a la aventura le faltaba decisión; y mucha más le hubiera faltado para subirse a un cohete y viajar a la luna, pero eso formaba parte de la irrealidad más irreal. Ni siquiera en su imaginación cabía esa posibilidad, aunque quizá allí estuviera la respuesta. Los viajes expresan el deseo de aventura pero también de huía. Pero Calamidad sabía que cuando huía de sí misma no valían cohetes, ni trenes ni bicicletas, que al final del viaje cuando volvía la cabeza atrás, ella seguía allí: su sombra. 
En una ocasión alguien le había dicho que tenía mala sombra. Sería por eso que siempre quería escapar de ella. Y sería por eso que su huía era imposible, que su sombra no la abandonaría jamás. Recordando el dicho de que cuando no puedes contra tu enemigo te unas a él, decidió un día sentarse a charlar con su sombra para hacerse amiga suya. 
Y para su asombró descubrió que su sombra la conocía mejor que nadie, eso sí reconoció que ella había estado tras la idea de tirarse a las vías, pero luego se había echado atrás, luego ella también había decidido hacerse su amiga; más que nada porque ya se cansaba de tanto ir y venir por la vida. Que ser sombra también era muy duro.
Desde entonces Calamidad había sentido una especie de empatía  que le había llevado a una extraña amistad con ella. 
Llegados a este punto los pensamientos que ya se cansaban de tanto alboroto, decidieron rendirse. 
Calamidad regresó a su casa sin haber visto bajar del tren a ningún príncipe ni azul ni verde ni amarillo y pensó que así era mejor, además con lo que destiñe el azul menudo lío. Volvió a su realidad más real y se dejó de viajes, ni en tren ni en bicicleta,  ni en cohete. 
Se puso el delantal y comenzó a hacer la tortilla de patata. Eso sí, miró de reojo y su sombra permanecía quieta: eso la dejó más tranquila; hubiera sido un problema que se empeñara en batir los huevos. 


Leer más...

viernes, 16 de septiembre de 2016

Como tú creías (reflexión para andar por casa)


El ser humano es el ser más complicado que puedes encontrar. Será por eso que cuando cree que lo sabe todo se da cuenta de lo poco que sabe; será por eso que después de vivir una vida pensando que era de una manera, a los cincuenta y muchos puede darse cuenta de que ha vivido en un mundo irreal, que la realidad era como la veían los otros.

Porque sí, es posible descubrir un día que has vivido toda la vida confundido; que la vida no era como tu la sentías, sino como la sentían los demás; que donde tú ponías amor, otros ponían egoísmo; que tu paciencia era soberbia vista desde fuera; que tu creías que todos eran sinceros pero no lo eran. En definitiva que caminaban por el mismo camino que tú sintiendo en los zapatos las mismas piedras, en el rostro la misma lluvia; en el corazón los mismos buenos sentimientos. Pero te equivocabas.
Resultado de imagen de botas de caminar

Un buen día, por uno de esos azares del destino llegaste a descubrir que la vida no era ni como la habías vivido ni como te la habían contado; que quien debería haberte amado te había hecho sufrir; que quien debería haberte dado una infancia feliz, te la había quitado; que nunca fuiste  una segunda madre para tus hermanos como siempre te decían tus padres. Tantas cosas descubriste como por azar, que te fue imposible asimilar tanta información nueva de repente.
Te decías a tí misma que no era posible que hubieras estado tan ciega. El mundo se te puso del revés, como un calcetín atrapado. Tu vida cambió de repente aquel día que descubriste que no era como tu creías.
Solo con una frase; solo con una actitud; solo con una mirada; solo con un reproche que nunca debieron existir si la vida hubiera sido como tu creías.

Y como el que no quiere la cosa, te pusiste los calcetines gordos y te calzaste las botas de caminar y emprendiste tu camino en busca de esa porción de vida que creías merecer. No fue fácil, no fue simple, pero valió la pena. 
(Bueno, eso os lo contaré dentro de veinte años si vivo)

Leer más...

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Duque, el parque no será lo mismo sin tí.

Se llamaba Duque, tenía dos años y medio. Era un beagle de mirada penetrante y porte elegante. Y digo era porque nos dejó hace algo menos de dos semanas. Una enfermedad que no le dio tregua se lo llevó en pocos días. 
Era uno de los perros de la cuadrilla del parque de Almenara, donde a diario nos juntamos. Los que no conviven con perros no pueden entender el cariño que se les coge y que cuando mueren dejan un vacío difícil de explicar. 
A Duque, a pesar de su escaso tamaño, los beagles no son muy grandes, se le veía llegar desde lejos y poco a poco, como el que no quiere la cosa, se colocaba a tu lado y te miraba con esos ojos insistentes nada difíciles de descifrar: quería su chuchería; luego se ponía a caminar como si nada, a olisquear los rincones del parque y a jugar con los otros compañeros de manada. A veces prefería estar solo; era algo independiente, pero no por eso menos interesante.
Desde la tarde que supimos  que no le veríamos más andamos todos algo compungidos y cabizbajos porque no nos lo creemos todavía.
A veces en el parque se nos va la mirada hacia la puerta por donde solía a entrar, quizá con la esperanza de verle de nuevo. Y aunque sabemos que nunca más cruzará esa puerta, tenemos la certeza de que seguirá siempre en nuestros corazones. Duque ha dejado su hogar vacío y el parque muy triste, aunque  el recuerdo lleno de muchos momentos bonitos. 
Duque, tus amigos de manada, Luna, Aquiles, Oto, Chula, Daima, Cata, y tantos otros,  quieren decirte, allá donde estés, que el parque no será lo mismo sin ti. 

Leer más...

jueves, 26 de mayo de 2016

Un viaje especial. (relato)


 
Había desempolvado la vieja y raída maleta; hacía tiempo que no salía de viaje y ya era hora de hacer una escapada, la tenía bien merecida, y ninguna ocasión mejor que ésta para llevarla a cabo.
Tampoco le hacían falta pretextos para salir de viaje, era una mujer libre y nada le ataba en su vida monótona y aburrida. Así que después de una concienzuda meditación se disponía para llevar a cabo uno de sus viajes más difíciles.
Abrió la maleta, quejumbrosa por el paso de los años, y, conforme desataba sus correas, el frío tacto de la piel se le metió en lo más profundo de su cuerpo haciéndola vacilar por unos momentos. Pero ella estaba firme y decidida. Las decisiones se toman para llevarlas a cabo, le había dicho un viejo amigo no hacía mucho. Y más que nunca debía ser consecuente con ella misma.
Minuciosamente lo preparó todo; pensó en los objetos que le serían útiles y los fue colocando uno a uno en el interior. Conforme la maleta se iba llenando, variedad de pensamientos le venían a la cabeza y los sentimientos afloraban en su corazón.
Recordaba el día que había comenzado todo y no podía evitar que una sonrisa se dibujara en sus labios. Sin embargo, la pena y el dolor eran más grandes y por nada en este mundo daría marcha atrás.
Miró de reojo el viejo reloj suspendido en la pared y recordó las horas tristes que le había hecho compañía; cuando inútilmente había esperado en vano que los acordes metódicos de su móvil sonaran una vez más; pero nunca llegaron a oírse. El silencio había sido la única respuesta que había recibido.
Casi sin darse cuenta había llegado la hora de marchar, le quedaba el tiempo justo para llegar a la estación y coger aquel tren que le llevaría a alguna parte, lejos de todo aquello. Quizá entonces pudiera olvidar y comenzar una nueva vida, lejos de sus recuerdos, aislada de sus emociones. Ella sabía que nunca volvería a ser la misma, todo lo que le había sucedido en los últimos meses la había marcado demasiado para que la cicatriz que quedaba en su alma pudiera borrarse algún día.
Subió al taxi, bajó la ventanilla. Quería ver por última vez todo aquello. Y al tiempo que las lágrimas le inundaban los ojos y resbalaban tímidamente, como queriendo escaparse de puntillas sin hacer ruido, le recordó con ternura; cuando aquel día de verano acercando sus labios a los de ella la había besado por primera vez. Y después de tanto tiempo, todavía le venía a la boca el mismo dulce sabor que sintió aquella tarde…
Poco a poco se alejó de aquel lugar y si de una cosa estaba convencida era que, por más que su vida durase mil años, no podría olvidar jamás las horas que pasó a su lado, y que, aunque sabía que no debía hacerlo, contra toda esperanza… le seguiría esperando.
Y aunque sabía que estaba haciendo lo correcto, cuando estaba a punto de subir al tren no pudo evitar vacilar, se detuvo en las escalerillas y miró a su alrededor; el corazón se le quería escapar del pecho; entonces comprendió que hubiera dado la vida por verle venir a lo lejos corriendo hacia ella, pidiéndole que se quedara.
Pero aquel tren que no entendía de deseos, ni de sueños comenzó a moverse lentamente. Ella se detuvo un momento en el pasillo. Se inclinó sobre la ventanilla para ver por última vez en dirección de los andenes. Pero no vio sino el tumulto de gente desconocida que como ella se disponía a emprender un viaje. Entró en su compartimiento, colocó sus cosas en el altillo de su asiento. Se aproximó a la ventanilla de nuevo, en un intento desesperado de que se cumpliera su deseo. Pero no le vio. Solo la vieja estación que cada vez más diminuta empezaba a volverse un punto en el infinito.
… Quizá era mejor así, no dejaba de repetirse. Mientras se abandonaba poco a poco a la difícil tarea de aceptar las consecuencias de la decisión que acababa de tomar.
De repente. Algo la sobresaltó… era la melodía de su teléfono móvil…

Leer más...

martes, 17 de mayo de 2016

LA PIÑA ROTA (relato de una cabra loca)


Había una vez una casona en la montaña, rodeada de árboles, en medio de un paisaje privilegiado del valle del Aragón. El rumor del río podía oírse desde la casa y, sobre todo por la noche, la sensación de soledad se veía mitigada por el grito del agua, que bajaba por su cauce, impetuosa. Y cuando el rumor del río se hacía más fuerte, te invadía un impulso inevitable de arrebujarte bajo las sábanas y dejarte abrazar por ese rumor indescriptible. Y mientras el grito del río se deslizaba por entre las piedras enormes, con la prisa de alcanzar su destino allá en el mar, no podías evitar sumergir tu pensamiento en sueños, que con el tiempo, cuando aquel río fluyera lejos de ti, sabrías que solo habían sido eso: simples sueños.

La casona estaba situada en una cuesta empinada a modo de escalones, que los niños, que la habitaban durante los veranos, subían y bajaban cientos de veces, mientras inventaban fantasías, sin sabe aún que eran solo eso: simples fantasías. Y correteaban ajenos a la vida, inmersos en sus juegos de chiquillos, con el único deseo de divertirse y disfrutar de aquello, sin saber todavía que era irrepetible. Y se balanceaban en sus columpios, en aquella gigantesca barca de vaivén, de donde cayeron en varias ocasiones, lesionando sus rodillas, pero con la satisfacción de haber vivido una hazaña: la de llegar con la barca hasta aquel árbol, haber tocado sus ramas, y así haber infringido la norma paterna, que impedía hacer precisamente eso.

La casona tenía varios tramos de escaleras, un centenar de árboles frutales, que casi nunca habían dado fruto, excepto los cerezos y algún ciruelo, y dos moreras, que daban unas moras negras enormes. Había también zarzamoras, pinchos, sobre todo muchos pinchos. Por un tiempo podían verse dos huertos cultivados, que con el tiempo pasaron a estar yermos y secos.
Pasaba muchas tardes asomada a las grandes cristaleras, inmersa en pensamientos que mucho tiempo después, siguen rondándome la cabeza. ¿Por cuánto tiempo duraría aquello? ¿Aquellos chiquillos permanecerían siempre unidos? ¿Qué habría sido de ellos?
Pero igual que una nube se desvanece, dejaba de pensar en todo aquello y una vez tras otra me disponía a disfrutar de escenas que quizás serían irrepetibles. El bullicio de los chiquillos recorriendo la casa sin descanso en interminables juegos, regresaba a mi cabeza y mientras una sonrisa emergía de mis labios, me seguía preguntando hasta cuándo duraría todo aquello.

Un enorme depósito de riego hacía las veces de piscina, con su trampolín incluso, donde aprendíamos a nadar y pasábamos la mayor parte del día en verano. La madre, al fondo haciendo punto o cosiendo, mientras vigilaba atenta. A menudo los chiquillos la rodeaban, y parecían la gallina con sus polluelos, para pedirle la merienda, aquella sabrosa merienda que cada día preparaba con todo el cariño del mundo.
Y, cuando el cansancio se apoderaba de los niños, se iban a dormir a esas habitaciones compartidas y mientras llegaba el sueño, soñaban entre neblinas que algún día regresarían allí con sus chiquillos y les enseñarían todo aquello, y pasarían largos veranos viéndoles subir y bajar las escaleras, observándoles zambullirse en la piscina y balancearse en aquella barca….

Había en la casona una bodega con toneles envejecidos con el paso del tiempo, donde a menudo se reunían, ya no tan chiquillos, en compañía de sus padres para degustar el delicado vino, el más exquisito que he probado nunca. Y el recuerdo del sabor de aquel vino, que no se ha borrado de mi boca, ha vuelto a conseguir que se dibuje la sonrisa en mis labios.
Pero la vida no siempre discurre por donde queremos e, igual que el cauce de los ríos, se ve desviada de su curso natural, para tomar derroteros inesperados que nos dejan boquiabiertos. Es entonces cuando ocurre que ya solo queda esperar que la propia naturaleza no se rebele y un día intente recuperar lo que era suyo. Porque, igual que los cauces de los ríos acaban discurriendo por los lechos de donde fueron desviados, del mismo modo la vida vuelve a su cauce, de donde no debió salir nunca.

La casona sigue estando en el mismo sitio, y aquellos chiquillos se han hecho mayores y, del mismo modo que aquella casa estaba situada en una ladera escalonada, la vida los ha ido colocando a ellos en diferentes escalones, unos más arriba, y otros abajo. Los que permanecen arriba, podrán seguir contemplando las maravillas de aquel lugar que han conseguido que termine siendo habitable, y los que permanecemos abajo tendremos que mirarlo levantando la cabeza, como algo superior a nosotros mismos que ya nunca podremos alcanzar. La vida es así.

Y la casona,  seguirá recordando a aquellos chiquillos que un día soñaron con regresar y no podrán hacerlo, seguirá viéndoles soñar aquellos sueños de las noches de verano, cuando veían a sus hijos y a sus nietos correteando por aquella ladera empinada, balanceándose en la barca que llegaba a los árboles, chapoteando en la piscina, cogiendo las moras de aquellas moreras y compartiendo aquel vino rancio resumen de todas sus vidas.
La casona ha roto la piña que siempre habían formado aquellos niños, que desde pequeños estaban acostumbrados a compartir, pero con el paso del tiempo dejaron de hacerlo. Y los que guardaban la casona, como oro en paño, como un símbolo de su infancia y de su vida para volverla a compartir un día, sin que nadie les consultase, descubrieron que la casona había desaparecido para ellos.
Solo les quedará  seguir soñando con lo que pudo ser y nunca será.

Ya no hay piña, ya no hay sueños compartidos…ya no hay vino rancio, tampoco se escucha el rumor del río cuando nos arrebujabamos bajo las sábanas. 
Y hay que reflexionar porque la casona puede ser reemplazable, lo mismo que el columpio, y los árboles, y los recuerdos que siempre estarán allí….
Pero la piña rota…
¿Que pasará con la piña rota? 


Leer más...

martes, 26 de abril de 2016

El plan B de los sueños (el retorno de las reflexiones de la cabra loca)



     Se dice por ahí que las mayores frustraciones las causan las expectativas que ponemos a veces en las personas, en las metas, en las cosas. Por eso lo más fácil para no sufrir decepciones sería no tener demasiadas expectativas o no tenerlas demasiado altas. A veces esperamos que ocurran cosas que nunca ocurren. Son los pequeños sueños irrealizables que año tras año se acumulan sin  que terminen por despertar. Son como sueños repetidos que a fuerza de volver y volver se convierten en compañeros irreemplazable de nuestras vidas.
     Y no tienen por qué ser sueños imposibles, es más, normalmente los sueños más realizables son los menos imposibles. Será por eso que son tan difíciles, que teniéndolos a la altura de la mano no somos capaces de verlos. Y miramos al horizonte imaginando que allá lejos hay cosas maravillosas por hacer mientras estamos ciegos para esas cosas cercanas que de verdad importan.
     Siempre he dicho que las pequeñas alegrías son más importantes y nunca he tenido sueños imposibles, me he conformado con pequeñas cosas. Lo que ocurre a veces es que mucha gente interpreta de modo incorrecto esta manera de ser y solo te ofrecen las migajas que les sobran, porque como tu te conformas con tan poco les parece que para ti es suficiente.
     Pero somos humanos y a veces nos dejamos llevar por esos ramalazos de sueños que nunca llegan; a veces tenemos la sensación de que está a punto de suceder algo diferente y sin embargo nos equivocamos porque llegan los imponderables, esos sucesos absurdos e inesperados, que aparecen cuando menos lo esperas y que te joroban todos los planes. Y claro, como estás acostumbrada a quedarte en segundo plano, te quedas con un palmo de narices mientras te preguntas por qué siempre te pasan estas cosas. Y no escarmientas, que es lo malo.
     Hasta que llega un día que  pensando en aquello de las expectativas dejas de esperar y decides dejarte llevar a ver qué pasa, sabiendo en el fondo que probablemente nunca pase nada especial. Lo especial está en las pequeñas cosas que te rodean, te dices a ti misma, esas cosas que te acompañan sin prestarles atención,
     Habréis notado que hablo de sentimientos, porque está claro que en otros campos de la vida si no tienes expectativas no avanzas. A la conclusión que quiero llegar es que nunca hay que esperar a que los demás cumplan nuestras expectativas, porque no van a hacerlo, entre otras cosas porque tendrán mejores cosas que hacer. Porque los demás siempre tienen mejores cosas que hacer.
O dicho de otra manera, si sueñas con tener un pez de colores, vete a un paraíso tropical, quítate los zapatos,  remángate el pantalón, entra en el agua y cógelo tu mismo  ¿A que no es tan difícil? Y si no tienes para el billete de avión una de dos, o  no desees peces de colores o te los vas a comprar a un acuarium, que seguro que está más cerca. 
En esta vida siempre hay un plan b, para los sueños también. 




     .

Leer más...

miércoles, 13 de abril de 2016

Politiquería y demagogias varias

     Los batiburrillos politiqueros me tienen aburrida. A todos estos los ponía yo a picar en una cantera y me quedaba tan contenta. Y digo yo ¡Cómo habremos sito tan borricos para darles nuestro voto a estos ineptos! Porque se creían que iba a ser fácil arrancar a los gobernantes de sus poltronas, siendo que se agarran a ellas sujetos con cemento armado y no las soltarían ni aunque se avecinara un huracán. Estos se iban a ir volando con palmeras y todo y ni aún así dejarían que  los asientos se desprendieran  se sus posaderas. Se creían que iban a renunciar a la sopa boba con que alimentan sus egos de gobernantes, que aunque lo son del tres al cuarto, ellos creen que son lo más de lo más. Con una mano sujetan el sillón, con la otra el plato de sopa; así me explico yo que sea tan difícil que gobiernen y lo hagan bien. Porque mientras, elucubran cómo hacer para que la oposición no les arrebate ni la sopa ni la poltrona. Así que teniendo su cerebro, por así decirlo, ocupado en sus propios intereses, malamente pueden gobernar sin que se les noten sus verdaderos motivos.

Mientras tanto las ovejas siguen esperando, porque alguien les dijo un día que por una oveja que saliera, otra entraría. Así siguen esperando su turno y nada, que no sale ni la portera. Mientras tanto piensan que venir para esto es tontería, que más les valdría haberse quedado en casa, seguramente viendo algún derbi futbolero con una cerveza en la mano y unos pinchos de tortilla.

Por lo visto la mayoría ya ha dejado de esperar y cuando no se tiene que decir nada salen a escena las tonterías y las porquerías. Porque de estas hemos escuchado estos días un montón; la última que Rajoy le quería ofrecer a Sánchez la vicepresidencia si formaba gobierno con él. Me ha sonado raro....muy raro....pero raro.....raro ¿La Vicepresidencia? Habrá que ver los morros que ha puesto La Santamaría, yo el menos los pondría si fuera ella. Porque ¡vamos! ¡Sería el colmo! (risitas).

En fín, El ciberespacio está estos días atiborrado de tanta demagogia que no sabe por donde le da el aire ni por donde vienen vendavales; porque hablar hablamos todos y vemos clara la solución ¿Cómo? Pues como en cualquier empresa, finiquitados todos por no haber superado el periodo de prueba. Que la lista del paro es larga y ya habrá otro u otros, seguramente mejor preparados, que quieran trabajar en serio por este país. Lo de mejor preparados lo digo porque tiene narices que un deportista sepa idiomas y el presidente del gobierno solo se sepa expresar en castellano y mal. 
Somos tan magníficos que no solo no los despedimos sino que les vamos a dar otra oportunidad con unas nuevas elecciones. Y digo yo ¿Qué vamos a ganar siendo que siguen los mismos ineptos aspirando a presidentes de gobierno? 
No sé vosotros, pero yo cuando un guiso me sale mal, lo vuelvo a repetir pero con diferentes ingredientes. Porque un cocido socarrado ya le puedes hacer inventos que socarrado se queda. Y este gobierno está quemado, pero que muy quemado. 


Leer más...

martes, 5 de abril de 2016

Silencios y tormentas

La vida de Calamidad siguió como si nada. Pasaron los años sin que hubiera aprendido nada o al menos esa era la sensación que sentía en ese oscuro rincón, donde se acurrucaba intentando permanecer ajena a todo cuanto le rodeaba. 
A menudo sentía esa imperiosa necesidad de esconderse, buscando rincones silenciosos en medio de la quietud de la noche. Cualquier ruido que irrumpiera en su mundo era silenciado de raíz; cualquiera excepto el ruido de las gotas de la lluvia que se estrellaban aquella noche contra las baldosas de su terraza. 
Al principio se había sobresaltado con ese repiqueteo incesante, hasta que comprendió que había empezado a llover. Era curioso lo que sentía. Era como si la lluvia le hiciera compañía, igual que los truenos de las tormentas cuando era niña. No entendía por qué a veces regresaba  a la infancia, reviviendo sensaciones que creía olvidadas. Y sin embargo  por nada del mundo hubiera revivido su infancia.
 Quizá aquellos truenos que la sobrecogían de niña, eran el único recuerdo que como un bálsamo hacía más leves sus heridas. Porque sí, de niña había hablado a menudo con esos truenos que acudían en su auxilio cuando menos lo esperaba.
Y la vida pasó....pasó.....pasó    y  Calamidad no había aprendido nada. Quizá fuera mejor así. 
O quizá si que aprendió y no se lo dijo a nadie. 
 De cualquier manera, siempre le quedarían el silencio, los truenos y las tormentas. El que pueda entender que entienda. 

Leer más...

lunes, 11 de enero de 2016

Se me ha perdido la cintura (Cuarta parte, continuación de la Mujer diez)

Para quienes no han leído las anteriores entregas de "se me ha perdido la cintura"

Y pasaron los años, sin que María Calamidad consiguiera adelgazar, si bien es verdad que cada vez le importaba menos mirarse al espejo para lograr comprender en qué parte de su anatomía se encontraba su cintura. Palmo arriba palmo abajo ¡qué importaba!
La menopausia  había provocado estragos en su figura; bueno la menopausia y el tocino de jamón, que algo habría influido. Que era muy fácil echarle la culpa a la menopausia y mientras tanto atracarse de jamón. Mira que guapa. Y no es que comiera mucho pero se lo comía tan a gusto que le engordaba el doble ¿No dicen la satisfacción engorda? ¡Jodida satisfacción! Será leyenda será lo que sea, pero la verdad era que el aumento de peso había coincidido con los años más felices de su vida; sí, con la menopausia también. 
Y ya que me he puesto vamos a hablar de esta etapa de la vida que se pinta tan horrenda para muchas mujeres y que para algunas pasa totalmente desapercibida. Sí, desapercibida. Tal era el caso de Calamidad, que cuando acudió al ginecólogo para constatar con su fin del periodo menstrual ,la aparición de la menopausia, éste no le encontró ningún síntoma; ni un miserable sofoco, ninguna hemorragia, nada de depresión, que para depresiones estaba ella. Hasta le llegó a preguntar ¿Pero tampoco le duele la cabeza? No tampoco, le respondió Calamidad. Pues es usted la envidia de las menopáusicas, terminó él. 
Mira qué gracioso, pensó Calamidad al salir de la consulta ¡ envida de menopáusicas ! Es lo que le faltaba por oír. Nunca le habían llamado nada parecido, aunque lo hubiera pensado cien años nunca se le hubiera ocurrido llamarse a sí misma de aquella manera. Aunque, claro, menos daba una piedra. Y cuanto más lo pensaba menos  podía evitar verse sentada en un trono con una corona en la cabeza que ponía "menopáusica del año". Claro, tantos años tomando soja, al final había dado resultado. Su amiga Achan tenía razón, la misma amiga con la que había saltado vallas una vez para ir a dar unas clases y la misma que presenció el momento en que a Calamidad se se escapaba el ratón de la mesa del  ordenador, en la Universidad de Zaragoza, Achan le había hablado en numerosas ocasiones de los beneficios de la soja y sabido era que las mujeres orientales casi no presentan síntomas en sus menopausias porque la consumen a diario. 
Ahora Calamidad había madurado un poco más, por no decir envejecido que suena peor, y había dejado años atrás aquella etapa de su vida. Sin embargo su peso no empezaba a bajar y su cintura no terminaba por aparecer. Y eso que le habían asegurado que con el paso de los años volvería a su peso. Pero nada, no solo no adelgazaba sino que encima engordaba más y si conseguía perder peso enseguida lo recuperaba. 
Un día se miró en el espejo y ya no se vio tan llenita, incluso los pantalones se le caían un poco. Ilusionada se dirigió a la báscula, horror, no solo no había adelgazado sino que había ganado algo de peso. Le habían dicho que con el paso de los años los huesos pesan más y corrió a Internet para comprobarlo. Desilusión, leyenda urbana, no encontró ningún artículo que nombrara nada parecido.
Nada, tendría que resignarse. Probablemente aquellos pantalones con el uso se habían dado de si y por eso le quedaban más grandes. 
El caso era que por costumbre o por resignación ya no le importaban esos kilos de más. Porque ¿Qué más daba una cintura más o menos? Calamidad se había acostumbrado por fin al aumento de peso. Se miró en el espejó y  pensó "ahora que me he acostumbrado a los kilos de más, ya verás como adelgazo", "aunque, pensándolo bien, no me importaría volverme a acostumbrar a los kilos de menos". ......
(Próximamente en "se me ha perdido la cintura V" ¿Conseguirá Calamidad adelgazar?)(No te lo pierdas)

Leer más...