jueves, 23 de enero de 2014
miércoles, 22 de enero de 2014
Ya vale de tanta tecnotontería
Resulta que en la vida he tenido amigdalitis, ni cuando era pequeña, y ahora va y no se dónde las he pillado, el caso es que llevo varios días hecha una carracla, con una tos añadida, que hace que salten los dedos de la teclas de mi ordenador. Así que no os extrañe que escriba algo raro.
Hoy me apetece escribir de tecnología, aunque quizá debería hablar de tecnotontería, palabra que acabo de inventarme, creo. Porque una cosa es que hayamos evolucionado y no hablemos con señales de humo y otra muy distinta que estemos hablando todo el rato con todo tipo de artilugios y mecanismos varios.
Y a tal extremo estamos llegando que dejamos de hablar con los que tenemos al lado para hablar con los que están lejos, que muchas veces ni siquiera conocemos.
Hay una imagen que me da cien patadas en el estómago cuando compruebo una y otra vez gente sola en las barras de los bares, porque su pareja ha salido a la calle a charlar por teléfono; cuando gente sentada a la mesa es incapaz de olvidarse de su móvil, ni cuando come, dejando de lado a los demás comensales que como mucho estarán pensando "vaya hombre (o mujer) más maleducado/a".
Me parece una tremenda grosería que una persona con la que estoy charlando en plena calle, me deje con dos palmos de narices cuando suena su teléfono.
El otro día había cinco personas sentadas alrededor de la mesa de una cafetería en Zaragoza. ¡Qué magnífica ocasión para hablar! Pues no. Todas estaban pendientes de su móvil, wasapeando con otra gente al otro lado de su telefonía. Resultaba patético.
Ignoro a dónde vamos, pero imagino a dónde llegaremos como no lo evitemos y demos marcha atrás dejando tanta innovación de lado y acercándonos más a la gente.
La tecnología está para servirnos, no para exclavizarnos, aunque a las grandes empresas de telefonía le interese más lo segundo que lo primero, que la pela es la pela y hay que levantar el negocio, pese a quien le pese y al precio que sea.
Esto va dedicado a todas aquellas personas que viven pegadas a su móvil. Que cuando suene su teléfono gasten unos segundos en respirar hondo y luego miren a su lado, es posible que se encuentren con una sorpresa: hay gente que quiere hablar con ellos, que ya vale de tanta tecnotontería y de ser tan maleducados.
Publicado por Sofía Campo Diví en 18:56 0 opiniones
martes, 21 de enero de 2014
Gambas con bechamel y zapatos limpios
¿No os ha pasado nunca que después de intentar hacer algo cientos de veces sin conseguirlo, de repente un día dais en el clavo y lo conseguís? A mi me ha pasado hace poco con una receta a la que llevaba mucho tiempo intentando pillar el truco. Se trata de las gambas con bechamel. Hace poco intentaron enseñarme cómo se hacían de un modo bastante sofisticado, pero sin resultado, salieron horrendas. Y resulta que pillando el tranquillo son la mar de fáciles. Pero eso sí, tienen un truco. Es lo que tiene tragarse de vez en cuando los programas de cocina del canal imagenio, se aprende un montón.
Y me pasa como al filósofo que cuanto más aprendo más cuenta me doy de que no sé nada. Y es que la cocina es como la vida misma, una receta se puede hacer con ingredientes diferentes y salirte igual de buena; pero las mejores recetas son las que tienen ingredientes sencillos. Hay gente que piensa que la sofisticación culinaria lleva a un éxito seguro, pero se equivocan. A veces la sofisticación lleva al éxito, otras no tanto. Yo siempre he creído que es un gran artista quien, sin apenas ingredientes, consigue un buen guiso digno de los mejores paladares.
Es como ir vestido con ropa sencilla pero elegante. Mi abuela siempre decía que si llevas limpios los zapatos y vas bien peinada, aunque lleves ropa sencilla te verás la mar de elegante. Por contra puede decirse que si llevas ropa carísima pero no has limpiado tus zapatos o vas despeinado, te verás la mar de desastre.
Se llamaría "aprovechar el potencial" aunque haya gente que no sabe nada de esto, porque muchas personas tienen un potencial extraordinario pero no sé cómo se las ingenian para llevar siempre sucios los zapatos, con lo fácil que sería coger una de aquellas bayetas de toda la vida para limpiarlos; los hay también un poco despistados que cuando menos lo esperan pisan un charco y se los salpican de barro y por pereza o porque no tienen una bayeta a mano, no los limpian y ahí queda la mancha, porque donde hubo barro cerco queda; entonces no les queda más remedio que tirarlos y comprar otros si quieren ser elegantes. Es una pena tanto potencial desaprovechado, unas veces por pereza y otras porque cada cual da lo que da de si.
(Moraleja: por si acaso, y más si llueve, lleva siempre una bayeta a mano)
Publicado por Sofía Campo Diví en 10:44 0 opiniones
lunes, 13 de enero de 2014
La máquina del tiempo
Cuando entré en aquella salita fría, desangelada y oscura me pregunté por qué los despachos de los notarios eran todos tan tristes y anticuados. Lo miré todo a mi alrededor, intentando captar el más mínimo detalle. Nada más entrar resaltaba la presencia de una mesa enorme, llena de revistas aburridas y pasadas de fecha, como de un par de años atrás; un cenicero de latón que contrastaba con un cartel que decía «no se puede fumar». Las sillas, dignas de tener en cuenta, apoyadas en cuatro patas retorcidas. Un gran tresillo, con horribles cojines de terciopelo marrón, que invitaba a todo excepto a sentarse en él.
Durante los cuarenta y cinco minutos, que duró mi espera, miré los cuadros que colgaban de sendas escarpias. Una imagen del generalísimo, una Virgen del Carmen y un cuadro de Miguel Ángel. ¡Ah! y un paisaje algo oscuro, surrealista diría yo, que lo debió pintar alguien en un momento de locura o algo así. Las otras personas que me acompañaban permanecían serias y pensativas. Nadie hablaba. Seguramente que estaban sobrecogidas por el ambiente de tan lúgubre estancia. Nadie leía ninguna de las revistas momificadas que había sobre la mesa. Alguien fumaba; sería para no despreciar el cenicero, o porque no habían leído el cartelito. Todos parecían poner cara de querer salir corriendo.
Por fin llegó el esperado momento. Una secretaria con gafas de la época de mi bisabuela, delgaducha y desgarbada, abrió la puerta y leyó mi nombre en voz alta. Acto seguido me levanté, cogí el abrigo y el bolso y la seguí por un largo pasillo hasta un despacho, que más bien parecía la cueva del terror. Ya sólo la puerta, en lugar de invitarme a pasar, me sugería que huyera. Y estuve a punto de hacerlo a no ser porque una voz me frenó desde dentro: «Buenas tardes señorita, pasé usted».
Una persona de edad avanzada estaba frente a mí, tendiéndome su mano. Me recibió cortesmente invitándome a tomar asiento. Me senté y cuando estaba dispuesta para escucharle con atención, después de haberlo mirado todo, algo llamó mi atención. Aquel despacho parecía robado de un cuadro de Velázquez.
Luego le miré de frente, ya que él se había sentado al otro lado del escritorio, y vi cómo se colocaba las gafas, que insistían en resbalar por su nariz, una y otra vez. Luego se rascó la sien, como queriendo pensar; ojeó aquellos documentos reiteradamente y cuando lo tuvo todo claro, me los tendió para que los firmara. Los firmé, con mi firma sobria y habitual, aunque tengo que reconocer que me entraron ganas de hacer una firma churrigueresca,más apropiada con el ambiente. «Es todo», me dijo a continuación, «le enviaré la copia por correo». Me despidió con la misma amabilidad que me había recibido. A continuación volví a recorrer el mismo pasillo. Bajé las escaleras. Cuando salí a la calle sentí una extraña sensación, me parecía que acababa de salir de la maquina del tiempo. Por fin había vuelto a mi siglo.
Publicado por Sofía Campo Diví en 11:19 0 opiniones
Etiquetas: literatura, microrrelato
miércoles, 8 de enero de 2014
Cuando menos lo esperas (relato corto)
Me parecía imposible que tan solo me hubieran dado tres semanas para preparar una obra de tal envergadura y ni siquiera había agrupado a todos los actores que intervendrían. Con la preocupación que la ocasión merecía, me dirigí a la agencia para continuar con la selección de los personajes.
Recorría mi despacho de un lado a otro, como intentando acelerar el hallazgo de la protagonista principal, pero todo era en vano. Al otro lado de la sala un grupo de personas, candidatas al puesto, esperaban con el deseo de ser las elegidas. Casi podía escuchar sus comentarios, sus incertidumbres, sus esperanzas. Me parecía curioso, todas aquellas personas se creían capaces de conseguir el puesto en la obra y yo, al otro lado de la sala, en mi despacho, me sentía incapaz de optar por cualquiera de ellas.
La que no era demasiado alta, era demasiado delgada, o tenía un tic, o no sabía expresarse. En fin que cada una de aquellas chicas tenía algún defecto que me hacía imposible su elección. Después de largas horas de entrevistas llegué a sentir que nunca daría con el personaje adecuado y decidí darme un respiro. Me había hecho demasiadas preguntas aquella mañana, quizá era demasiado exigente. La cuestión era que al final de aquel día ya sólo me quedarían dos semanas y seis días para estrenar el evento y yo seguía sin protagonista.
Debía estrenar en tres semanas o perdería el contrato con la Warperti. No podía creer que en toda la ciudad no hubiera una persona idónea para el puesto. Tomé un bocado en la cafetería más cercana y regresé a mi despacho. De nuevo un grupo de personas me esperaban impacientes y de nuevo se me echó la tarde encima sin que encontrara a mi protagonista. Cuando terminé de hablar con todas aquellas candidatas, me preparé para irme a casa, con el desaliento y la derrota dibujada en mi rostro.
Me disponía a salir del ascensor cuando vi que entraba en el hall una muchacha de unos diecinueve años, de complexión media, de pelo rubio claro ceniza, ojos azul grisáceos, de ademanes graciosos y desenvueltos, hablando con desparpajo y seguridad. La miré con el descaro de mi impaciencia, esperando que ocurriera un milagro. Se acercó hacia mí, no había más personas en aquel vestíbulo, y me preguntó por la agencia Warperti. ¡No me lo podía creer! Cuando salí de mi asombro y pude reaccionar escuché que me decía que se dirigía a una selección para un papel en una obra. Se había retrasado por su trabajo y creía que ya no llegaba a tiempo. No pude menos que responder que llegaba justo a tiempo. Me presenté y sin más comentario le dije que el puesto era suyo, que tenía todo lo necesario para desempeñar con éxito el papel de protagonista de mi obra. Aceptó y en ese instante nos pusimos manos a la obra.
Había sido un día duro pero al final podía regresar tranquilo a casa. Ya tenía mi protagonista, lo demás era cuestión de trabajo. Sería duro pero estaba seguro de que la obra sería un éxito. Y así fue. Estrenamos tres semanas después con un éxito apoteósico. La chica lo valía. Por eso desde entonces cuando necesito personajes para mis obras ya no me quedo encerrado en mi despacho, salgo a la calle, observo, miro, escucho y elijo a mis personajes, porque cuando menos lo esperas encuentras lo que buscas.
Publicado por Sofía Campo Diví en 17:48 0 opiniones
Etiquetas: literatura, microrrelato
domingo, 5 de enero de 2014
Posos (microrrelato)
Camina sin ganas y arrastra los posos de su larga vida.
Sus recuerdos volatilizados en su
pensamiento van y vienen sin rumbo.
Luego coge sus posos entre las manos y les devuelve la
vida.
Leer más...
Publicado por Sofía Campo Diví en 12:43 0 opiniones
Etiquetas: literatura, microrrelato
viernes, 3 de enero de 2014
Me pido cucaracha
Alguien se ha preguntado alguna vez por qué salvamos las ballenas y pisamos las cucarachas. Si repasamos las entradas de google, ese sabio misterioso que tiene respuestas para todo, nos encontramos con innumerables artículos que hablan sobre cómo deshacernos de las cucarachas, cómo combatir sus plagas, cómo eliminarlas definitivamente, cómo fumigarlas para que perezcan. Pero si buscamos artículos sobre ballenas encontramos todo tipo de escritos que las defienden, que las alaban, que las protegen. Y digo yo ¿no son todos, animales necesarios en el ecosistema? Si hablara S.Francisco seguro que las llamaría hijas de Dios ¿Nos hemos preguntado alguna vez por qué hay estas contrariedades?
Seguramente habrá alguna explicación científica que desconozco que nos convence de que las cucarachas son animales indeseables y por ello debemos exterminarlas. Pero ¿Sabéis que las cucarachas también tienen cualidades? sirven de alimento para otros insectos, lo que mantiene la cadena alimentaria; saben hacerse las muertas cuando se ven atacadas (pillinas), son capaces de soportar cantidades enormes de radiación, se saben camuflar ante los enemigos.
En fin que son más listas que las ballenas, porque a ver ¿os imagináis a una ballena haciéndose la muerta?
Lo que quiero decir es que cualquier cosa por mala que parezca, siempre tiene algo bueno. Como las personas, algunas parecen muy buenas y son solo fachada, pero otras que son malísimas pueden sorprendernos con alguna virtud insospechada que nunca hubiéramos imaginado. Casi siempre la falta de conocimiento de esas personas es lo que nos lleva a errores, es fácil juzgar sin conocer a fondo, y sin embargo nos atrevemos a juzgar de lo que no conocemos. Los seres humanos somos así.
Hay gente católica apostólica y romana que sorprende a veces por su falta de espiritualidad y su exceso de amor por las cosas materiales, y hay gente atea que sorprende por la profundidad de sus valores y por la consistencia de su filosofía sobre la vida y el ser humano. Yo me quedo con los segundos.
Y es que en esta fauna salvaje en la que vivimos, es fácil a veces perder el norte. Pero la vida es la vida y por más que intentemos poner remedio, siempre habrá gente que abuse de la buena fe de otra gente, y gente con buena fe que es capaz de ver cosas buenas hasta en la cucaracha más terrible.
A mi me dan asco las cucarachas, pero me parecen bonitas las ballenas, sin embargo soy consciente de que muchas veces vale más la compañía de las cucarachas, que la de esas enormes ballenas que se creen más que nadie, que se saben superiores, aunque solo sean un montón de grasa.
Y puestos a comparar, por aquello de las semejanzas de la vida animal con la humana, si hay que convertirse en algo, me pido cucaracha, que al menos me podré camuflar o hacerme la muerta, cuando el enemigo aceche, cosas ambas que me darán más posibilidades de supervivencia.
Publicado por Sofía Campo Diví en 0:00 0 opiniones
Etiquetas: Actualidad, vida diaria
miércoles, 1 de enero de 2014
Que si no....
Ha pasado largas horas
contemplando el azul del mar deslizarse por las playas de
aquella Costa imaginaria con la que ha soñado desde que era niña.
Aquel azul intenso parece juntarse con el fuego del crepúsculo con tal
perfección y armonía que ella hubiera dicho que aquella estampa soñada, era
real.
Aquella playa solitaria, aquella arena húmeda y cálida, el rumor de las olas,
el suave roce de la brisa fresca, y por encima de todo, el silencio de aquella
noche callada. Y el mismo silencio calla, la brisa contiene el aliento,
aquel fuego se apaga mientras las estrellas toman posesión de la
oscuridad. ¡¡¡ Callaros ¡!! Parece que dicen. Y todo se vuelve silencio
para que ella pueda escucharle…solo ella…….
Y se queda quieta, tremendamente quieta, callada, con los oídos
atentos y la mirada agachada, contemplando la arena tibia; y
mientras tanto, teje surcos con sus manos para dejar pasar el agua…pero
el agua no pasa.
Y todo parece tan real, que ella misma que lo está soñando…duda. Parece que el
mar se queda dormido, tímidas olas, guardianas de los sueños…y de la esperanza;
tímida brisa, que teme rozar su cara; tímidos pensamientos que miran de reojo
mientras ella…piensa. Tímido reflejo de la luna entre las olas, que parece que
escapa…para no despertarla.
Y porque sabe que ha inventado ese sueño, que si no, pensaría que era
real, que no estaba soñando.
Casi no quedan luces encendidas en aquella noche cálida. El mar está en calma.
La luna observa. La noche escapa. La brisa se esconde más allá de las olas. El
azul del cielo se ha vuelto negro. Y el rojo del atardecer, cenizas. Todo está
quieto. Y….porque sabe que ha inventado ese sueño, que si no pensaría que era
cierto.
Se ha quedado sentada en mitad de
la playa, parece dormida, pero vigila. Está cerrando los ojos, abriendo el
alma. Y cuando más quieta parece, mejor siente que su mano le acaricia
las mejillas, le recorre la silueta, despacio, lentamente que si no, se
despierta.
Poco a
poco se va haciendo de día. Y es entonces cuando ella…..se ha quedado dormida.
Que real parece su sueño, que si no supiera que lo ha inventado ,
pensaría, que eran ciertas ……..sus caricias…………..
Ha pasado largas horas contemplando la oscuridad de la noche deslizarse por aquella playa. Se ha filtrado entre sus
sueños solo para sentir cómo la brisa le roza la cara. Y al final hubiera
querido que aquel sueño fuera realidad y que su realidad se volviera un
sueño ….
Cuando despierta se pone en pié y comienza a caminar descalza, dejando
profundas huellas en la arena, las mismas huellas que ella lleva grabadas
en el alma…………………….
Y porque sabe que ha inventado
ese sueño que si no………
Publicado por Sofía Campo Diví en 12:30 0 opiniones
Etiquetas: literatura, relatos
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