A pesar de que me esfuerzo en mantener encendida la llama de este blog, tengo que reconocer que me cuesta un esfuerzo más allá de lo normal. Me cuesta teclear sabiendo que ya no puedo leerle mis comentarios. Casi siempre lo hacía, cada cierto tiempo me dedicaba a leerle todo aquello que había escrito los últimos días. Él tenía mal la vista y no podía leer la pantalla del ordenador, pero disfrutaba escuchando todo lo que había escrito. Era mi crítico más exigente y ahora echo en falta su crítica objetiva y real, siempre en la justa medida. Desde que empecé este blog, hace varios años, se había convertido en un motor que me daba fuerza, donde a la vez podía repostar cuando el desánimo se apoderaba de mi.
Y no es que haya dejado de escribir, lo que ocurre es que él me hizo un encargo para que escribiera sobre un tema, que un día verá la luz en papel. El tiempo hospitalario me insistía en que si salía de esto tenía que escribir sobre esta experiencia. No ha salido, pero sus palabras resuenan en mi mente y me incitan a escribir sobre los días amargos que nos tocó vivir allí, en el hospital. Quería dar ánimo a todos los que algún día puedan encontrarse en su misma situación.
No es fácil escribir sobre algo, cuando las palabras se truncan en la garganta y los dedos se engarrotan, presa de la nostalgia y del dolor. No es fácil pero poco a poco voy plasmando lo que el dolor y las horas de soledad me permiten. No voy más allá de unos folios y tengo que dejarlo, porque una extraña inquietud se apodera de mi y conforme voy escribiendo mis experiencias, nuestras experiencias, vuelvo a revivir todo aquello y vuelvo a sentir rabia porque no ha salido de esta.
Muchas veces pienso que cómo voy a animar a otros en su misma situación, cuando su final ha sido tan trágico, pero seguro que se me ocurre algún resorte para hacerlo.
La vida en los hospitales es muy complicada. Los médicos no saben todo sobre las enfermedades, aunque a veces nos gustaría que lo supieran, para dejar de verlos tambalearse en una cuerda floja, que más bien da inseguridad a todos aquellos que los escuchan. Había un médico en el hospital, que cuando le preguntabas algo concreto o comprometido, siempre respondía que no tenía una bola de cristal. Y es así, ellos no tienen una bola de cristal, ni tienen respuestas para preguntadas demasiado complicadas, muchas veces no saben por dónde andan y se limitan a experimentar con los pacientes, a hacer probatinas. "A ver cómo respondes a este tratamiento, a ver cómo te sienta aquello". Frases todas que no hacen más que corroborar que todavía tienen mucho que aprender.
José Luis les hacía muchas preguntas que muchas veces quedaban sin respuesta. Quedaron sin respuesta en su momento, pero el día que falleció, como si se hubiera abierto una caja de Pandora, brotaron todas las respuestas y se apoderaron del ambiente, envolviéndolo en una nube de dolor. Cuando un médico no responde es que no sabe la respuesta o ésta es muy mala.
Tantas semanas en el hospital le permitieron hacer amistad con otros enfermos, compañeros de habitación, tres de ellos también han fallecido, porque era una persona que se hacía querer y hasta el último momento fue sembrando amistad y recogiendo los frutos. Lo apreciaban todos los que tuvieron oportunidad de conocerlo y es que con su educación y buenas maneras cautivaba a cuantos se relacionaban con él. Y es que él era así, una persona noble, incapaz de hacer daño y dispuesta siempre a perdonar a quienes le ofendían.Yo le vi perdonar en una ocasión a alguien que le hizo mucho daño y que a mi modo de ver no merecía su perdón.Pero no era rencoroso, todo lo contrario y por mucho que le doliera la actitud de alguien jamás guardó rencor en sus pensamientos, como bien saben los que de verdad le conocían, sus verdaderos amigos, que estuvieron siempre a su lado, como decía él, en las duras y en las maduras. Yo le recriminaba a veces que confiaba demasiado en la gente, que tenía que ser más cuidadoso, él me respondía que no me preocupara que sabía lo que hacía. Y es que nunca pensaba que nadie pudiera hacerle daño, ni a mí tampoco. Pero la vida es vida y el ser humano es débil y egoísta, así que tiempo al tiempo y veremos si tenía razón.