lunes, 27 de febrero de 2012

Cuantas más firmas mejor. Podemos ayudar a Siria

Acabo de abrir el correo que me ha enviado amnistía internacional hace un rato, me piden que lo difunda para ayudar a detener la masacre de Siria, esperemos que esto sirva de ayuda para ellos. Mis palabras sobran, así que leed a continuación:




“Era activista y llevaba unos meses huyendo. Los tanques irrumpieron en nuestro pueblo hace una semana y supimos que lo habían tomado desprevenido y que tuvo que esconderse en una casa. Le siguieron y le dispararon delante de una adolescente que vivía allí. Por lo visto, desde ese día, la muchacha ha perdido el habla como consecuencia del shock”. 

Hola Sofía,

El equipo de Amnistía Internacional ha recogido este testimonio en un campo de refugiados cerca de la frontera siria. Son las palabras de una joven que vio cómo las fuerzas de seguridad mataban a su hermano. 

Desde que comenzaron las protestas en Siria, tenemos más de 5.400 nombres de personas que han perdido la vida, en su mayoría civiles. Bombardeos indiscriminados a zonas residenciales, disparos a manifestantes desarmados, torturas y detenciones a menores de edad. También miles de personas heridas están recibiendo tratamiento en hospitales de campaña improvisados que están siendo bombardeados.

Una vez más, tenemos que pedirte que actúes con nosotros: no podemos aceptar que Rusia esté bloqueando los esfuerzos internacionales para detener las violaciones masivas de derechos humanos en Siria. Porque mientras eso sucede la cifra de muertos aumenta dramáticamente cada día. 

Une tu voz a la nuestra. Desde Amnistía Internacional pedimos a las autoridades rusas que utilicen su influencia para poner fin a las atrocidades que se están cometiendo en Siria.

Para ello sólo tienes que hacer clic aquí. Además te pido que compartas esta información con tus contactos y les des así la oportunidad de hacer oír su voz exigiendo justicia. 

Sabemos que contamos contigo. 

Gracias por tu solidaridad. 

Esteban Beltrán
Director Amnistía Internacional Sección Española

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sábado, 25 de febrero de 2012

Hace tres meses

Hoy hace un día espectacular, el termómetro de la terraza marca 14º y los gorriones revolotean alrededor de las  migajas que, como todas las mañanas, les he colocado en un rincón. Seguramente, como vengo haciendo hace tiempo, saldré a darme un paseo por los alrededores y disfrutaré del sol y la naturaleza de este día tan primaveral, aunque sea Febrero.
En días como hoy él hacía la vida en la terraza y no he podido menos que recordarlo, a tres meses justos del día que nos dejó para siempre. He estado pensando y dando mil vueltas a la cabeza sobre todo tipo de cosas, quizá haya llegado el momento de tomar decisiones y de pensar qué hacer con la vida de una. Por un lado me dan ganas de salir corriendo, pero por otro, las hondas raíces que tengo puestas en este lugar me impiden hacerlo. Aquí tengo lo que me queda de él, los recuerdos, las sensaciones. Aquí tengo lo que compartimos,  que ahora se ha vuelto soledad. Los caminos de los alrededores saben bien de qué hablo, porque cada día son testigos mudos de mi rabia. 
Hace tres meses y un día todavía teníamos esperanza, que se truncó en un instante, cuando el médico que estaba de guardia aquella noche nefasta me anunció lo inevitable. Él, ajeno a tono, seguía luchando en su inconsciencia sabiendo tal vez que se moría, pero peleando contra lo inevitable, porque quería vivir en la burbuja que estaba inventando para nosotros, burbuja donde habito ahora yo sola, donde nunca podré saber qué hubiera sido del resto de mi vida junto a él.

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miércoles, 22 de febrero de 2012

Como una caja de Pandora

A pesar de que me esfuerzo en mantener encendida la llama de este blog, tengo que reconocer que me cuesta un esfuerzo más allá de lo normal. Me cuesta teclear sabiendo que ya no puedo leerle mis comentarios. Casi siempre lo hacía, cada cierto tiempo me dedicaba a leerle todo aquello que había escrito los últimos días. Él tenía mal la vista y no podía leer la pantalla del ordenador, pero disfrutaba escuchando todo lo que había escrito. Era mi crítico más exigente y ahora echo en falta su crítica objetiva y real, siempre en la justa medida. Desde que empecé este blog, hace varios años, se había convertido en un motor que me daba fuerza, donde a la vez podía repostar cuando el desánimo se apoderaba de mi.
Y no es que haya dejado de escribir, lo que ocurre es que él me hizo un encargo para que escribiera sobre un tema, que un día verá la luz en papel. El tiempo hospitalario me insistía en que si salía de esto tenía que escribir sobre esta experiencia. No ha salido, pero sus palabras resuenan en mi mente y me incitan a escribir sobre los días amargos que nos tocó vivir allí, en el hospital. Quería dar ánimo a todos los que algún día puedan encontrarse en su misma situación. 
No es fácil escribir sobre algo, cuando las palabras se truncan en la garganta y los dedos se engarrotan, presa de la nostalgia y del dolor. No es fácil pero poco a poco voy plasmando lo que el dolor y las horas de soledad me permiten. No voy más allá de unos folios y tengo que dejarlo, porque una extraña inquietud se apodera de mi y conforme voy escribiendo mis experiencias, nuestras experiencias, vuelvo a revivir todo aquello y vuelvo a sentir  rabia porque no ha salido de esta. 
Muchas veces pienso que cómo voy a animar a otros en su misma situación, cuando su final ha sido tan trágico, pero seguro que se me ocurre algún resorte para hacerlo. 
La vida en los hospitales es muy complicada. Los médicos no saben todo sobre las enfermedades, aunque a veces nos gustaría que lo supieran, para dejar de verlos tambalearse en una cuerda floja, que más bien da inseguridad a todos aquellos que los escuchan. Había un médico en el hospital, que cuando le preguntabas algo concreto o comprometido, siempre respondía que no tenía una bola de cristal. Y es así, ellos no tienen una bola de cristal, ni tienen respuestas para preguntadas demasiado complicadas, muchas veces no saben por dónde andan y se limitan a experimentar con los pacientes, a hacer probatinas. "A ver cómo respondes a este tratamiento, a ver cómo te sienta aquello". Frases todas que no hacen más que corroborar que todavía tienen mucho que aprender.
José Luis les hacía muchas preguntas que muchas veces quedaban sin respuesta. Quedaron sin respuesta en su momento, pero el día que falleció, como si se hubiera abierto una caja de Pandora, brotaron todas las respuestas y se apoderaron del ambiente, envolviéndolo en una nube de dolor. Cuando un médico no responde es que no sabe la respuesta o ésta es muy mala. 
Tantas semanas en el hospital le permitieron hacer amistad con otros enfermos, compañeros de habitación, tres de ellos también han fallecido, porque era una persona que se hacía querer y hasta el último momento fue sembrando amistad y recogiendo los frutos. Lo apreciaban todos los que tuvieron oportunidad de conocerlo y es que con su educación y buenas maneras cautivaba a cuantos se relacionaban con él. Y es que él era así, una persona noble, incapaz de hacer daño y dispuesta siempre a perdonar a quienes le ofendían.Yo le vi perdonar en una ocasión a alguien que le hizo mucho daño y que a mi modo de ver no merecía su perdón.Pero  no era rencoroso, todo lo contrario y por mucho que le doliera la actitud de alguien jamás guardó rencor en sus pensamientos, como bien saben los que de verdad le conocían, sus verdaderos amigos, que estuvieron siempre a su lado, como decía él, en las duras y en las maduras. Yo le recriminaba a veces que confiaba demasiado en la gente, que tenía que ser más cuidadoso, él me respondía que no me preocupara que sabía lo que hacía. Y es que nunca pensaba que nadie pudiera hacerle daño, ni a mí tampoco. Pero la vida es vida y el ser humano es débil y egoísta, así que tiempo al tiempo y veremos si tenía razón.




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martes, 14 de febrero de 2012

Algo bonito, a pesar de la publicidad

Una amiga, que vive a muchos kilómetros de aquí me ha enviado este correo que quiero compartir con vosotros.
 " LOS 4 SENTIDOS " 
Este es uno  de esos vídeos que te apetece difundir. Que lo disfrutéis...
porque es una pasada de emociones sanas.. 

Por favor, leed el texto antes de visionar el vídeo.

Esta es la historia real de dos hijos que deciden darle una sorpresa a sus padres, ambos ciegos, para celebrar sus bodas de plata.

Azahara y Pascual son hermanos y viven en Granada. Sus padres son invidentes: su madre sufre una discapacidad visual del 70 por ciento, y su padre es completamente ciego. Ante la cercanía del 25 aniversario de boda de sus padres, los dos jóvenes decidieron organizarles una sorpresa.

El cortometraje cuenta la historia real de Pascual y Merche, en el día de su aniversario.

Sus hijos organizan un festival para los cuatro sentidos que si pueden usar:
 una Orquesta Sinfónica les despierta con la pieza de Nessun Dorma de Puccini, les llevan a un laboratorio de esencias y al campo para que rememoren los olores de su juventud, llevan a Pascual a su pueblo natal para que reconozca a sus vecinos por el tacto, y finalmente, redescubren el gusto con un plato preparado con base de jamón de la firma anunciante.

"Nuestros padres nos enseñaron que hay dos maneras de tomarse la vida.
 Puedes vivirla lamentándote de todo lo que te falta, quejándote por el sentido que la vida no te dio, o aprovechando al máximo lo que si tienes."
 Así nació 4 sentidos .
 Prepararon un proyecto y consiguieron el apoyo de la productora madrileña Brother´s Films, interesada en realizar un cortometraje. De ahí llegó a la agencia de publicidad McCann-Erikson y a Campofrío, quien decidió producir y  patrocinar el spot.

La campaña se estrenará en cines y llegará a la televisión en diversos formatos de 2 minutos y 30 segundos.

Ver el spot a continuación
                 


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domingo, 12 de febrero de 2012

Lectura para recomendar: "DIME QUIÉN SOY" de Julia Navarro

Acabo de terminar un libro, que comencé hace meses y, por las circunstancias, no le había podido dedicar demasiado tiempo. Se trata de la obra de Julia Navarro  "Dime quién soy". Una novela excepcional, que con una narrativa ágil, es capaz de mantener el interés de quien lo lee. Un interés que alcanza el momento culminante al final, consiguiendo un climax que  consigue hacerte emocionar. Conforme avanzas en la lectura, te vas introduciendo en un mundo interesante y sorprendente, siguiendo las peripecias de su protagonista, Amelia, una mujer que, sin pretenderlo, se ve metida de lleno en el mundo del espionaje, que consigue atrapar de ella lo mejor de si. No adelanto el argumento porque chafaría la novela. Simplemente os invito a leerlo, si es que no lo habéis hecho todavía. Disfrutaréis con su lectura y cuando lo terminéis lamentaréis que se haya terminado, como suele ocurrir con la buena literatura. Siempre es un buen momento para conocer parte de nuestra historia, a través de una buena novela.

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viernes, 10 de febrero de 2012

¿Derecho de defensa?

Me hace mucha gracia y a la vez me causa una enorme indignación que durante estos últimos días se hable tanto del derecho de defensa, que supuestamente ha violado el juez Garzón. No voy a entrar en este tema tan complicado para los ciudadanos de a pie, pero si que voy a hablar del derecho de defensa que cada día se está violando en los juzgados aunque sea en un nivel inferior. 
Hay leyes difíciles de entender que, por lo injustas que son, no deberían existir. Desde hace algún tiempo hay una normativa, con respecto a las alcoholemias, que viola este derecho de  defensa. Si te practican una y resulta positiva, tres o cuatro días después tienes que ir al juzgado a declararte culpable, porque de no hacerlo vas a un juicio donde se te avisa que puedes salir muy mal parado. Visto lo cual todo el mundo se declara culpable para evitar un mal mayor.  Interviene un abogado para cubrir el expediente, pero su labor se limita a aconsejar que te declares culpable porque no hay nada que hacer. La sentencia está dictada en el mismo momento en que se comete la falta, todo está preestablecido. El abogado, lejos de ser un abogado defensor, porque no defiende nada en absoluto, se convierte en un administrativo que rellena los impresos pertinentes (suponiendo que sepa hacerlo)que después irán al juzgado. O sea nos encontramos ante un sumarísimo sin opción de defensa, que viola constantemente los derechos de los ¿defendidos? que se ven impotentes por no poder alegar nada en su defensa, porque de antemano el mismo abogado les ha aconsejado que mejor que no lo hagan. Una vez relleno el impreso, se presenta ante el juez y como único saludo del letrado "¡qué, lo de siempre ¿no?" a lo que el juez contesta "si, como siempre".
No hablo solo de un caso, me han comentado varios en la misma línea y siempre pasa lo mismo.
¿Qué tienen que decir ahora los jueces sobre el derecho de defensa de unos delincuentes a gran escala?¿es que son mejores ciudadanos que aquellos que dan positivo en los controles? 
Pues la justicia, si es que existe que ya lo dudo, se empieza desde abajo. Porque, por mucho que existan leyes que contradicen este derecho, como la que acabo de contar, según la constitución todos tenemos que tener garantizada una defensa justa, no solamente quienes investiga el juez Garzón. De modo, que ya tienen tarea los jueces para rato si de verdad quieren hacer justicia.
Es mi humilde opinión, si es que se puede opinar.

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miércoles, 8 de febrero de 2012

El Camino por donde paseaba al atardecer

Las personas son como los caminos, que discurren por lugares diferentes, pero un día, sin saber por qué se cruzan en una extraña coincidencia y viajan paralelos. Y todo discurre con la mayor de las calmas y el uno al otro se preguntan por qué no coincidieron antes, pero no hay respuestas. Sencillamente, la vida es así de caprichosa y provoca encuentros que nunca hubiéramos sospechado. Pero al igual que los senderos de los montes, el camino de las personas puede variar el rumbo en cuestión de milésimas de segundo, las milésimas que cuesta un beso, las de una mirada, las de un gesto, las de un tropiezo. Instantes vividos por sorpresa, que cambian nuestra vida y nos llevan por donde nunca hubiéramos querido ir.  Y cuando nos preguntamos por el porqué, nos damos cuenta de que no hay respuestas, de que la vida es así de cruel  y hace con nosotros lo que le dicta su antojo, sin que nos atrevamos siquiera a llevarle la contra. 
Y un día, nos despertamos por la mañana con la sensación de haber despertado de un sueño, miramos a nuestro alrededor y estamos solos, los senderos han desaparecido, los suspiros, las caricias, los besos, los tropiezos, las miradas. Todos esos instantes de felicidad se han volatilizado para siempre. Miramos en nuestro entorno y desconocemos cuanto antes nos era familiar, nos sentimos perdidos en medio de un bosque, tan lleno de maleza y sombras oscuras, que somos incapaces de encontrar el camino de regreso. Y es que, ya no es posible regresar, no hay otro  remedio que seguir adelante en busca de un claro en el bosque, que guíe nuestros pasos. 
Algo por dentro nos dice que si somos constantes, encontraremos de nuevo otros instantes, que nos llenen de felicidad en  otros caminos escondidos, todavía por descubrir. Pero sentiremos la necesidad de volver sobre nuestros pasos, intentando rescatar viejos recuerdos que nos mantendrán la llama encendida. Pretenderemos llenar nuestro espacio con sus frases pronunciadas no hace mucho, con sus proyectos incumplidos, con sus sueños rotos, con su ilusión de vivir derrumbada.
Cuando descubramos los nuevos caminos,  atravesemos encrucijadas, y nos adentremos en otros bosques sombríos, subiendo montañas, atravesando ríos, bajando barrancos. Solo entonces sabremos que los caminos aparecen y desaparecen, al antojo despiadado  del destino, por una única razón. Por la vida misma. Será entonces el momento de hacer nuevas preguntas, que quedarán definitivamente sin responder. Todos los porqués se sumergirán bajo los ríos, escondiéndose entre los pedruscos, a la  espera de que nuevos caminantes con los pies descalzos los descubran y vuelvan a decirles ¿por qué?.
Pero aunque esos porqués fueran respondidos, ninguno de ellos nos devolverían los caminos perdidos,  por donde solíamos pasear al atardecer.


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lunes, 6 de febrero de 2012

Acostumbrarse...


Va pasando el tiempo y la costumbre a la soledad se va a acomodando en mi vida. Me estoy acostumbrando  a sentir sus pisadas por el pasillo, a creerle cerca, incluso a sentir su respiración cerca de mí. Me estoy acostumbrando  a sentir el abrazo de cada noche, cuando rendido por el cansancio, se abrazaba a mí y se acurrucaba como un chiquillo. Me estoy acostumbrando a ver la mesa con un solo plato, a contemplar la terraza vacía. Ya nadie ordena papeles en la mesa de madera, ni almuerza al sol que más calienta. El sofá medio vacío, donde apoyaba su cabeza en mi  hombro,  también se está acostumbrando a no sentirle cerca. Y es que el tiempo pasa y, como tampoco puedo hacer otra cosa, no me ha quedado más remedio que acostumbrarme a lo que nunca estuve preparada, a la soledad. 
     Tengo ocho hermanos, soy madre de tres hijos, y nunca me paré a pensar a lo largo de mi vida cómo sería la vida sin tener a  nadie al lado. Y la respuesta es acostumbrarse a lo que no estuvimos preparados, a aquello para lo que nadie estudia y para quien tenemos que rendir cuentas cada día. 
    Pero a pesar de tanta soledad, no puedo evitar sentirle en cada gesto que hago y escucharle en cada silencio que me rodea, y verle en cada rincón, porque sigue vivo en mi recuerdo, acurrucado en un rincón del corazón, contemplando de reojo mi soledad, como él jamás hubiera imaginado.

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