viernes, 27 de enero de 2012

La mujer del retrato (relato)

Había pasado una noche intranquila, sin dejar que el sueño le venciera por completo, cuando a la mañana siguiente oyó trucar en la puerta de su habitación y apareció una mujer con la bandeja del desayuno, creyó que había sido transportada a otra época, donde todas las personas, que iban a cruzarse aquel día en su camino, eran perfectas desconocidas. Supuso que todo era fruto de su cansancio y que el hecho de haber dormido poco aquella noche, le empujaba a un mundo donde la realidad se confundía con la ficción. De ahí que desconociera cuanto se hallaba a su alrededor.
Pasaban las horas sin que ella pudiera salir de su letargo y cuando miraba a través de la ventana, era incapaz de entender cuánto veía. Ni tan siquiera entendía la presencia de aquel retrato en su mesilla. Una fotografía que observaba insistentemente, mientras intentaba comprender por qué estaba allí; se trataba de una mujer joven, que no recordaba, con tres niños, que pudiera que fueran sus hijos y a quienes tampoco era capaz de recordar.
Un niño de unos nueve años llamó aquella mañana a su puerta. ¿Puedo entrar abuela?, le preguntó, y cuando lo tuvo ante sí, el corazón le dio un vuelco, pero al instante siguiente, cuando le miró de nuevo, solo vio un desconocido. Se alteró por esa extraña sensación, como si pasara de la conciencia a la inconsciencia, donde las personas le eran a veces familiares, pero otras, grandes desconocidas, donde era incapaz de interpretar sus recuerdos, llenos de seres y acontecimientos que se le escapaban de la mente, como si fueran historias vividas por otras personas, que se hubieran metido en su cabeza para atormentarla. Mientras, el niño jugueteaba y le hacía cariñosas carantoñas que no podía entender y que observaba desde la indiferencia más absoluta.
La había llamado abuela y no sabía el significado de esa palabra, pero con toda seguridad era algo bueno, a juzgar por lo feliz que veía al chiquillo. De repente se colocó ante ella, le miró a los ojos, y una sensación extraña se coló a través de sus pupilas. Luego, el vago recuerdo de una habitación, donde había una cuna y un niño, que ella cogía tiernamente entre sus brazos. Unos segundos fugaces que olvidó en cuanto dejó de mirarle.
Cuando las lagunas de su memoria se lo permitían, recordaba que había tenido una vida, que sus hijos la adoraban y sus nietos la habían colmado de alegrías, y que no siempre estuvo en la penumbra. Entonces las lágrimas se abalanzaban desde sus ojos, y como queriendo conseguir una tregua en su condena, imploraba que aquellos instantes no volvieran a desaparecer. Pero la vida cruel le negaba el indulto a su oscuridad, porque acto seguido se volatilizaban sus recuerdos, dejando tan solo aquellas lágrimas que resbalaban por sus mejillas. Al sentir humedad en su rostro, pasaba sus manos bajo los ojos, y restregaba su cara con firmeza, como si sintiera, desde su inconsciente, que le habían arrebatado algo profundamente querido. Eran escasos momentos, que pronto pasaban al olvido pero que, quizás, le daban la única razón para seguir despertando por la mañana, aunque ella no lo recordara. Seguía mirando el retrato de su mesita de noche, como si fuera la única unión con su pasado, sin recordar que efectivamente lo era.
Segundos después, volvía a mirar por la ventana y como un relámpago fugaz, que se mete por la ventana y sale por la puerta, una sensación extraña entraba en su corazón para perderse después en su memoria. Mirando el retrato de frente entendía, aunque fuera por unas milésimas de segundo, que ella era la mujer de la fotografía, con sus tres hijos, cuando los fantasmas de su mente todavía no se habían apoderado de sus recuerdos.
Después miraba hacia la mesita de noche y se preguntaba de nuevo quién era aquella mujer y aquellos niños del retrato.

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martes, 24 de enero de 2012

Seda y Cenizas (relato)

“Hacía días que los cuervos revoloteaban sobre el pinar, Y los habitantes de la aldea se preguntaban sí habría pasado algo. Temiendo lo peor decidieron ir al lugar, donde confirmaron las sospechas. El vuelo fúnebre de los cuervos se alzaba sobre la casa de Adranreb: había muerto y yacía en un camastro, apaciblemente, como si se hubiera quedado dormida; sin embargo, las cenizas todavía ocultaban signos en la chimenea, que decían que la muerte no le había cogido por sorpresa, papeles, que se habría apresurado a quemar al sentirse mal, documentos probablemente, libros, cartas, todo había desaparecido excepto el viejo recorte de un diario, que permanecía oculto bajo las cenizas. Su escopeta seguía erguida en un rincón, donde muy cerca se tambaleaba la fotografía de una niña. Todos en la aldea suponían que era hija suya, al parecer fruto de sus relaciones con un diplomático francés. Al fondo de la casa y escondido tras unas cortinas raídas, había un viejo y mohoso armario lleno de ropa que no utilizaba, quizá fueran los trajes que habría usado, durante el tiempo que vivió en Francia. Todavía se recuerda el día que regresó a la aldea, vestida con pantalones, capa de vuelo y un sombrero de ala con pluma; bien es verdad que los vestidos que acababan de encontrar, nada tenían que ver con la imagen, con la que los aldeanos estaban acostumbrados a verla. Estos vestidos eran de un lujo extremo y un gusto exquisito, suaves sedas que se resbalaban de las manos al acariciarlas y que decían mucho de la mujer que las había vestido, sin duda una mujer muy elegante. Lo revisaron todo palmo a palmo, intentando encontrar algo que aclarara la enigmática vida de Adranreb, y lo único que encontraron fue una pequeña pistola con empuñadura de nácar, que estaba bajo la almohada envuelta en un pañuelo , como las que utilizaban las espías guardándolas en las ligas que sujetaban sus medias.



La soledad que había acompañado a Adranreb y la pistola que acababan de encontrar, podrían responder muchas de las preguntas que circulaban por la aldea, sobre la vida de una mujer tan misteriosa. A menudo la visitaba alguien, que viajaba en un coche lujoso que procedía de Francia, y que nunca supieron quién era, pero se decía en la aldea que en cada viaje le entregaba un sobre, como paga de su trabajo en aquel país. Ahora que acababan de encontrar su cadáver, junto a los únicos restos de sus pertenencias convertidos en cenizas, la pistola y aquellos trajes de seda, los enigmas que escondía Adranreb estaban a punto de desvelarse. Examinaron el recorte de periódico que habían rescatado y que dejaba ver la fecha de su publicación, 1918, y una foto de Adranreb, con un encabezamiento que decía: misteriosa mujer en paradero desconocido, presunta autora de la muerte de un importante político.



Lo evidente quedó al descubierto: Adranreb había colaborado como espía con el gobierno francés, durante la primera guerra mundial, y la muerte de aquel ministro había sido la razón de su regreso a casa.” Atentamente Luis.

Las averiguaciones de mi amigo Luis me han dejado consternada. He buscado al asesino de mi padre durante años, y ahora, que sé la verdad, no puedo creer que esta carta haya puesto mis sentimientos boca arriba. La he guardado junto a la pistola de nácar, en la mesita de noche, he mirado la mujer del recorte de periódico y la foto de la niña y lo he comprendido todo. Un escalofrío me ha recorrido la piel, yo soy aquella niña y la mujer del recorte, la misma con la que pasé en la aldea los días más felices de mi vida, hasta que un día vinieron a buscarme en un coche diplomático y me llevaron a Francia impidiéndome regresar a aquel lugar. Ahora se han resuelto mis dudas y el sentimiento de cariño que aparece en mí, me obliga a perdonar a la mujer que he admirado toda mi vida, sin sospechar nunca que era mi madre.

En memoria de Adranreb (1894-1963)

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viernes, 20 de enero de 2012

El Chalet Vista Hermosa

Hace unos días visité Jaca para hacer unos recados y cuando terminé me dirigí al Paseo de la Cantera para recordar viejos tiempos, cuando lo recorríamos varias veces al día para ir o venir de Jaca. Vivíamos a mitad camino en una casa que hace muchos años construyó mi abuelo, cuando en el Paseo de la Cantera no había casi casas, ni chalets, como lo conocemos ahora. La casa está en la ladera de la izquierda yendo en dirección hacia el Árbol de la Salud, en esa ladera solo hay dos casas,es la segunda, la que tiene un mirador al principio y unas verjas metálicas donde se puede leer Vista Hermosa y una pajarita en medio.
Efectivamente los que conocemos  la zona sabemos que desde allí pueden verse las mejores vistas panorámicas de todo Jaca; por ello mi abuelo eligió el lugar y le colocó un mirador, para que todos cuantos pasaran por allí, se detuvieran a contemplar los bellos paisajes, el valle del Aragón, el monte de San Juan de la Peña, el pico de Collarada hacia la derecha. En fin, un regalo de la naturaleza.
Ha transcurrido mucha historia por la casa de mi abuelo y si las paredes hablaran se llenarían bibliotecas. Primero fue una fábrica de salubrina, donde trabajaban veintidós mujeres, a las ordenes de un niño de once años, mi padre. Luego la salubrina dejó el sitio a viviendas para veraneantes, cuando el veraneo comenzó a ponerse de moda. Ahora la casa está en manos de familiares, primos y hermanos míos. Y mañana ¿quién sabe cómo estará mañana?
Mi abuelo quería esta casa como un hijo, y como tal  la mimó y la hizo objeto de todos sus desvelos. Y muchas cosas han cambiado desde entonces, pero la esencia sigue siendo la misma, el mismo Paseo de La Cantera, el mismo mirador, el mismo murmullo del río Aragón, las mismas verjas de siempre donde puede leerse "Vista Hermosa", la misma pajarita, las mismas vistas, que de niña pasé mirando durante horas, cuando la candidez de mi infancia no sabía todavía, lo que me tenía preparado el destino.
El otro día me paré en el viejo mirador, contemplé el paisaje y lloré.  Al volver a ver aquellas imágenes ante mis ojos me emocioné, sabiendo ahora que quizá lo que me tiene preparado el destino, es una lucha constante por volver a renacer de mis cenizas una y otra vez.
Si alguna vez visitáis Jaca, no dejéis de pasear por La Cantera y acercaros al viejo chalet, deteneros en el mirador y contemplad el hermoso paisaje. Merece la pena.

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miércoles, 11 de enero de 2012

NIEVE QUE NO VIENE

 Seguimos en pleno centro de un enorme anticiclón, que nos está premiando desde hace días con un sol primaveral, tanto que podríamos decir que la primavera se ha colado en el mes de Enero. Lo malo de todo esto es que como no ha nevado desde hace muchos días, las pistas de esquí, motor del turismo invernal, se están quedando peladas. Bueno, las pistas no, porque hacen nieve con los cañones, pero el resto del monte está más pelado en el mes de Junio.
Ayer me fijaba en el Pico de Collarada, que a estas alturas del invierno, debería estar cubierto por un espeso manto blanco, y sin embargo deja ver, entre la poca nieve, gran parte de roca, que debería estar oculta. Por eso no es de extrañar que la campaña de Navidad haya sido un desastre debido a la menor afluencia de turistas.
Esto nos viene bien para reabrir el consabido debate del ocio alternativo, para cuando las temporadas no vienen como deberían. Si solo tenemos nieve y no nieva, la gente no viene, por ello habría que pensar en ganchos turísticos alternativos.
En fin, que el tema no es nada fácil y más teniendo en cuenta la crisis que cada día está mandando más gente al paro.
Como no podemos hacer nada, y menos desde este blog, mientras nieva y no nieva disfrutemos del sol primaveral, que otra cosa no vamos a sacar.

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viernes, 6 de enero de 2012

Nació en 1958

Nació en Zaragoza en 1958, un 23 de Marzo y pesó casi cinco kilos al nacer. Su infancia transcurrió en la Ciudad Jardín, en el barrio de La Delicias. Un enorme patio interior comunitario recogió sus horas de juegos y travesuras, donde compartió momentos felices con sus amigos de pantalón corto, como solía llamarlos cuando se refería a ellos. Su nombre de guerra entre los de la pandilla era "patas"por sus enormes piernas, ya que a los doce años medía ya más de 1,80  cualidad por la que fue fichado en el equipo de balonmano de Dominicos, donde permaneció hasta que las circunstancias  le hicieron  dejar el equipo.
A menudo solía ayudar a su madre, que era modista, en la entrega por los domicilios de las prendas que iba terminando, incluso alguna vez le ayudaba  en los hilvanados, quitando hilos o sobrehilando.
Después del bachillerato dejó el colegio para comenzar a trabajar en un pequeño taller de serigrafía que había montado un familiar suyo. De este modo se fue aficionando al mundo del diseño que terminó siendo una auténtica vocación para él. Le encantaba diseñar y no solo las salas de control que constituían su trabajo, sino todo tipo de cosas. Dedicó a este trabajo más de veinticinco años, ya que aquel pequeño taller terminó siendo un foco de empresas que todavía hoy siguen en activo.
Trabajó aquellos años con incansable tesón y dedicación extrema, tanta que agobiado por el estrés y derrotado por el agotamiento, decidió un día dejarlo todo y "montarse un chiringuito en la montaña"donde ser feliz. Como  desde años  era un asiduo visitante de Biescas, no le costó demasiado elegir  esta localidad para hacer realidad su sueño de "vivir bien". Había llegado a Biescas para la inauguración del camping de Las Nieves, ya que fue uno de los primeros en asentarse en él, y cuando la riada lo destrozó, adquirió la vivienda donde ha permanecido hasta su muerte.
Por ello cuando decidió darse otra oportunidad rompiendo con todo, pensó que Biescas era el lugar ideal. Y él, que había vivido el diseño desde lo más profundo de su ser, diseñó su "querida taberna La Bernarda", donde ha vivido todas las satisfacciones que puede vivir un hombre que se sentía especialmente feliz y privilegiado. En sus horas de hospital dedicó estos meses muchos ratos a diseñar una nueva orientación para la taberna, una remodelación que seguramente no verá la luz, pero que ha sido su último diseño.Cada rincón tiene en ella una razón de ser que conocen bien quienes le visitaban. No hay nada fortuito en La Bernarda, ni siquiera el nombre, del que os hablaré otro día, porque muy pocos saben por qué la taberna  se llama así.
Él ha sido feliz en Biescas, muy feliz, a pesar de la enfermedad de los últimos años.

 He querido escribir esta nota necrológica para que quienes no le conocían demasiado sepan que José Luis ha sido toda su vida, además de una bellísima persona,un trabajador inagotable, y que sus años  en Biescas han sido el justo premio que merecía por haber luchado siempre  por lo que más le importaba: ser feliz. Y lo consiguió
Y de una cosa estoy muy satisfecha: de haber compartido estos años con él. Años que sin duda recordaré siempre, como ya dije un día, como los mejores de mi vida.


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lunes, 2 de enero de 2012

Tienes que subir al Cerro

El Cerro de San Jorge está situado a la entrada de Huesca, en la zona sur de la ciudad. Una pequeña arboleda lo rodea, como si lo abrazara de un modo misterioso. Al final de los árboles se alza la ermita del mismo nombre. Un lugar no demasiado grande, aunque muy especial. A unos pocos metros está situado el hospital de S.Jorge, desde donde puede apreciarse el cerro y la arboleda.
Cada día mirábamos el cerro, desde la habitación donde estaba ingresado José Luis y él me comentaba que era un privilegiado por poder gozar de ese paisaje. Muy poco le bastaba para sentirse feliz y dadas las circunstancias, sentirse privilegiado por algo tan sencillo, nos demuestra que era una persona capaz de valorar los pequeños regalos de la vida. Tenía un pie en el otro mundo y era capaz de emocionarse con la vista de ese cerro, junto al que parecía colocarse el pico del Águila y después el Pirineo, su amado Pirineo. Ese cerro, al que a menudo me decía que tenía que subir para despejarme un poco. Ese mismo cerro que recogió su última mirada el día que,  vencido por la enfermedad, respiró por última vez.
Por eso era justo que hablara del Cerro, su querido Cerro de S.Jorge, para dejar constancia de que también supo ser feliz en su agonía.
Feliz y agradecido. Le hubiera gustado tener un enorme detalle con el personal de la planta quinta, que lo trató con esmero y cariño durante su estancia. Pero por desgracia la muerte le sorprendió de repente y su agradecimiento solo podrá llegar a través de este blog, de un modo discreto como si él se hubiera marchado caminando de puntillas por aquel largo pasillo que tantas veces recorrió, mientras tuvo fuerza.
En nombre de José Luis y en el mío propio agradecemos el cariño y dedicación con que el personal de la quinta planta nos atendió en todo momento.
Perdonar que siga hablando de él, aunque había prometido que no lo haría, de momento es el único consuelo que me queda.

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domingo, 1 de enero de 2012

Nuevos propósitos y maldita burocracia

Es normal hacer balance cuando termina un año y es normal hacer propósitos cuando comienza otro. Lo que diría del año que ha terminado lo podría resumir en pocas palabras, el año de lo que podía haber sido y no fue, el año en que estuvimos a minuto y medio de conseguirlo, el año más duro de cuantos llevo en Biescas, el año que ha terminado con mis sueños y con las realidades que nunca llegarán a puerto, el año que terminó abriendo un abismo bajo mis pies haciendo que cayera en el vacío más absoluto.
Lo que podría proponerme ante el año que comienza, seguir viva, solo eso. Vivir la vida que no podrá vivir él; intentar cumplir sus proyectos; llenar el vacío de recuerdos; llenar las horas de pesar; pasear por los senderos que recorríamos juntos; visitar los rincones que nos emocionaron juntos, como el rincón que acoge sus cenizas, en un sitio casi perdido, que casi nadie visita, que pocos conocen, pero que alberga uno de los paisajes más bonitos del Pirineo.
Propósitos, propósitos y más propósitos.
El 2012 siempre será el año después.
Los papeleos y la burocracia retrasarán todavía un poco la apertura de la Taberna, que no permanece cerrada por capricho, sino porque todo es más difícil de lo que parece.Esperemos que las circunstancias permitan la reapertura, pero habremos de ser realistas y esperar  que la p.... realidad nos de el visto bueno para seguir adelante con ella, o para que otros lo hagan, o en el peor de los casos para que sus puertas no vuelvan a abrirse nunca más. Burocracia, maldita burocracia que no entiende de sentimientos....

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