lunes, 28 de septiembre de 2015

Sopa a la fuerza y si no quieres, toma sopa.

Algunos políticos me recuerdan a aquellas madres de antaño que, cuando sus hijos no querían comer, les cogían la nariz con sus dedos como si fueran pinzas para que, al no poder respirar, abrieran la boca para hacerlo, momento en el cual aprovechaban para introducirles la cuchara en la boca. Y digo que algunos políticos me las recuerdan porque utilizan la misma artimaña para intentar que el pueblo abra la boca para respirar y hacerle tragar sus proyectos. Proyectos  que, queda demostrado por las últimas elecciones catalanas, no comparten la mayoría de los catalanes.
A medio día he escuchado a Mas y sus compinches decir que el resultado de las elecciones y el porcentaje conseguido no es obstáculo para llevar su proyecto independentista a cabo. Por eso veo a  la mayoría de los catalanes que no lo comparten con el babero puesto y a Mas con la cuchara en la mano intentando hacerles comulgar con ruedas de molino.

 Me cuesta creer que Mas no se haya dado cuenta de que esto es una democracia; es posible que necesite que alguien le explique el significado de esta palabra porque creo que lo desconoce, tan listo que se cree. Porque a pesar de que la mayoría de los catalanes no quieren sopa, se la pretende meter con embudo, quieran o no, porque le da la gana.
De lo que no parecen darse cuenta los independentistas es que si el pueblo no quiere seguir adelante por ese camino lo normal es  no seguir; pretender lo contrario sería volver a la época de los bárbaros y retroceder cientos de años. 
Y hablando de retroceder, por mucho que se retroceda jamás encontrarán los catalanes el momento en que Cataluña era reino ni nada parecido, ya que como la misma historia dice no pasó de ser un condado. O sea, un premio de consolación para tiempos venideros, que ya han llegado y no se resignan aceptar. Pues se siente, porque se ponga Mas como se ponga eso no puede cambiarse.
Pero como este hombre es como es  y  por su tenacidad enfermiza se diría que parece escapado de un manicomio,  solo le faltará decir y cualquier día seguro que lo dice en televisión que los catalanes que están en contra en realidad están a favor pero lo disimulan. 
Y si no tiempo al tiempo.

P.D.T. Yo me pregunto ¿Tanta corrupción hay en Cataluña para seguir con este tema?¿Qué será lo que no quieren que se sepa?

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domingo, 6 de septiembre de 2015

Dichosos ajos

Es curioso como se nos quedan grabados en la mente algunos detalles insignificantes que ocurrieron en nuestra infancia. Insignificantes y ridículos, diría yo. A veces solo de pensarlo siento necesidad de reír, porque recuerdo uno  de estos que a menudo vienen a mi memoria. Siempre me ha gustado mucho cocinar y he andado metida en la cocina haciendo todo tipo de experimentos culinarios que se me ocurrían. Esto todavía lo sigo haciendo.
     Pues bien, estaba un día ayudando a mi madre a hacer la comida cuando me dio un ajo para que lo pelara. Estaba en ello cuando mi padre regresó de trabajar y me pilló en ese  justo momento. Había comenzado a pelar el ajo y le había cortado el cuscurro que decía yo, esa parte por donde los ajos van unidos entre sí; mi padre, todo serio él, lo cogió y me lo enseñó diciendo "casi te llevas medio ajo con el cuscurro y ese trozo también cuesta dinero".  Mi padre no era tacaño, pero el hecho de tener que mantener nueve hijos le empujaba a hacer este tipo de economías ahorradoras, seguramente intentando darnos una lección para el futuro.Pero no me sirvió de mucho esta enseñanza porque  creo que todos los cuscurros que he quitado en mi vida podría dar de comer a un regimiento. Valga esto como anécdota. 
     Una anécdota que me ha perseguido toda la vida, porque cada vez que he pelado un ajo la he recordado, a veces con rabia, a veces con risa, según me pillara en cada momento. Y es curioso porque de todas las cosas que me enseñó, esta es la que más veces he llevado en la cabeza, aunque no es que me haya servido de mucho. He intentado alejarla de mi, pero ha sido imposible. Aún ahora, cuando hace ya tiempo que ha fallecido, los malditos ajos se siguen rebelando y me siguen recordando que el cuscurro vale dinero. Por supuesto sigo quitando demasiado cuscurro cada vez que pelo uno ¡Dichosos ajos!

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