viernes, 22 de noviembre de 2019

Solo uno de cada cien mil

Desde que nos falta el calvo de la lotería de Navidad los spots que le han seguido van a peor. Me fastidia que se use tanta sensiblería para incitarnos a comprar unos décimos de lotería. No deja de ser un maltrato psicológico, porque subliminalmente estos spots dicen otra cosa "compra, compra lotería y sueña lo que quieras, pero solo toca a uno de cada cien mil". Y somos tan ingenuos que nos permitimos el lujo de soñar, mientras nos identificamos o no con esas   historias pastelonas que nos cuenta la publicidad y que están lejos de pasar en la vida real. 


Porque la gente buena no necesita que llegue la Navidad para dar un abrazo, para compartir lo que tiene y para ayudar a sus semejantes. Y en definitiva quien más gana con esto de la lotería es el Estado, que nos come el cerebro con historias que nos enternecen y luego se llena los bolsillos con nuestro dinero. Yo  me niego a llorar con estos anuncios prefabricados que me dan otra clase de pena; lo que me hace llorar de verdad es que se ataquen  nuestros sentimientos de esta manera. Porque sí, hay gente que se lo cree, para luego darse un batacazo cuando el 22 de diciembre sigue siendo tan pobre como siempre. 
Quizá sea otra manera de ver las cosas, pero es mi manera. 
Lo que tendrían que hacer los gobiernos es dejar de cobrar tanto impuesto voluntario (porque la lotería lo es)y atender mejor a las clases desfavorecidas, a esas mismas que engañan con los spots, y ocuparse de quien no tiene qué comer, dónde vivir o cómo pagar la hipoteca. 

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domingo, 17 de noviembre de 2019

El tren que pasa cuando quieres que pase.

      Hace tiempo escuché una frase que me hizo pensar. "La vida es lo que pasa mientras hacemos planes". Cuando se es joven se sueña demasiado; no digo con esto que sea malo soñar, porque los sueños nos mantienen vivos. Pero qué es la vida: efectivamente, lo que transcurre mientras soñamos. 
    Yo tengo ya una edad  que, aunque me permito soñar un poco, me ha devuelto a la realidad. A esa realidad que ya no deja nada para mañana, porque se siente demasiado cerca del mañana. A esa realidad que mira los detalles pequeños que la rutina nos va dejando, sin  que nos demos cuenta. A la realidad que nos aleja de discusiones sin sentido y nos acerca más a nuestro interior. Una realidad hecha de trozos de nuestra propia vida. 
      Entonces me doy cuenta de que ya he cogido casi todos los trenes que pasaron ante mí. Unos a tiempo; otros que perdí y tuve que esperar para cogerlos de nuevo. Porque si de una cosa estoy segura es de que no perdemos el tren, si acaso es el tren el que nos pierde a nosotros. Los que dicen que el tren solo pasa una vez, no saben de qué hablan. El tren pasa cuando tú quieres que pase, cuando estás preparado para cogerlo y no antes; esos trenes que no coges no son para tí. 
     Mi pesadilla mas recurrente es caminar hacia una estación y llegar tarde a mi tren, porque de repente la estación ha dejado de ser estación y se ha convertido en otra cosa. En una ocasión la estación se convirtió en un aeropuerto. Seguro que esto sería de psicoanálisis. 
     El avanzar del tiempo me ha hecho plantearme la vida de otra manera y he mejorado algunas cosas, pero lo que no termino de conseguir es tener tiempo para mí, cosa por la que tendré que seguir luchando. Porque he dedicado mi vida a los demás desde que tengo memoria, pero me siento un poco vacía porque no sé  nada de mi, porque no me he parado a disfrutar de lo que en verdad me hace feliz, porque sigo sin sentirme libre y eso no es bueno. No es bueno, porque podría volver a liarme la manta a la cabeza , para coger algún tren, que finalmente me conduzca hasta mi misma. Porque siempre queda algún tren al que subir.
     No sé si alguien me sigue leyendo, pero los que me conocen saben que mañana es una fecha importante, me casé con José Luis hace ocho años, nació mi nieta Ainara, hace cuatro. A él ya no le tengo porque el destino lo subió demasiado pronto al último tren. A mi nieta tampoco este año he podido ir a verla en su cuarto cumpleaños, por imponderables del destino que casi siempre me lo ponen todo en contra. Y se acerca el día 25, una fecha triste, porque fue cuando él se subió a ese último tren. Una mezcla agridulce de mes de noviembre, mes que nunca me ha gustado dicho sea de paso. 
Procuraré estar más animada el mes que viene, o mejor a partir de enero. Eso. A partir de enero. 
     

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