lunes, 15 de febrero de 2021

Enamorarse. Reflexión de andar por casa.

      Sus amigos de aquella época la llamaban Cataclismo, que para abreviar le decían Cata. Y es que Cata era mucha Cata para según que cosas, como las que tenían que ver con el corazón. A esas alturas de su vida ya no creía en los apasionamientos desorbitados, ni en los flechazos, y se había vuelto de los más práctica, que no estaba la vida para desperdiciarla en tonterías. 

      Después de descubrir que el príncipe azul las más de las veces desteñía, se había propuesto seguir una regla de oro, creada por ella misma, para averiguar cuándo era amor y cuándo cualquier otra cosa.

     A menudo las personas no saben si están o no enamoradas, pero ella lograba saberlo siguiendo una regla la mar de sencilla. Cuando le gustaba alguien hacía una lista de defectos del susodicho y si a pesar de todos los defectos que, a menudo eran muchos, le seguía gustando es que estaba enamorada. Una regla casi infalible y digo casi porque nada hay perfecto en este mundo y menos en el  de los sentimientos. No era muy romántica pero a ella le servía para no equivocarse. Tampoco es que se enamorara a dos por tres y cuando lo hacía , no fallaba. 

     Y es que Cata cuando amaba lo hacía de verdad, con todas sus consecuencias y si había que arrasar, lo hacía. 

     A su edad los amores platónicos estaban de más, porque demostrado estaba que con ellos casi nunca te comías un rosco y tampoco estaban las cosas como para desperdiciar años. En otra época ella había sido más romántica, pero la vida que enseña de todo, la convenció de que las sensiblerías no llevan a ninguna parte. No le importaba equivocarse y cuando se equivocaba, lo hacía con el estilo que le daban los años, que ya cargaba sobre su espalda. Que para todo hay que tener estilo. 

      Nunca se había parado a pensar cómo sería su hombre ideal, porque daba por hecho  que no existe nadie ideal, ni hombre ni mujer. Porque lo interesante era encontrar alguien que te cuadrara con todas sus anomalías e imperfecciones. Claro que lo difícil era encontrar a alguien del otro sexo que pensara como ella, porque la mayoría de la gente tiende a ser romántica en cuestiones del corazón. Tampoco entendía la idea de posesión que despertaba el amor en las personas, cuando lo bonito es dejar volar libre a quien quieres, respetar el espacio del otro y dejarle respirar, sobre todo dejarle respirar. 

     Esa era su teoría del amor incondicional, la teoría de Cataclismo. Me pregunto cuánta gente que ha celebrado este año S.Valentín pertenecen a este grupo...


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jueves, 4 de febrero de 2021

Calamidad es mucha Calamidad.

      Hace tiempo que no vemos a María Calamidad por estos lares y es que está tan aburrida y cansada de esta pandemia y de la ineptitud de los políticos que no saben por dónde cogerla, que no le quedan ganas ni de respirar.

     Pero Calamidad ha sacado fuerzas de flaqueza para expresar sentimientos; porque nos estamos olvidando del mundo de los sentimientos. Nos estamos olvidando de sonreír aunque sea con los ojos, de besar aunque sea con el alma, de abrazar aunque sea con las palabras, de caminar hacia delante aunque sea saltando vallas. Estos tiempos atroces que nos están tocando vivir están minando la moral y Calamidad está cansada. Ella vive prácticamente confinada hace meses, porque solo sale para ir al supermercado, al estanco, a la farmacia y a pasear a su perra. Y si no fuera por la perra todavía saldría menos. 

     Pero Calamidad tiene su mundo de  fantasía, que la visita un día si y otro también para recordarle que la fantasía también es un modo de vida. ¿Qué sería ella sin la fantasía? Ella no necesita atravesar un espejo para sumirse en un mundo imaginado donde pasan las cosas que tienen que pasar. A ella le basta cerrar los ojos para sentirse transportada a un mundo que solo existe en la mente de los valientes, de los incoformistas, de los luchadores. Un mundo donde se puede ser transgresora ignorando normas carentes de sentido, que llevan a la infelicidad más absoluta. Esta es mi Calamidad, la mujer que cuando hace falta sabe saltar sobre los principios porque piensa que las personas son más importantes. 

     Ella también querría ser importante para alguien. Que hubiera alguien que por ella fuera capaz de saltarse los principios y sortear los prejuicios que joroban las relaciones. Aunque mucho se teme que no existe ese alguien. 

     Calamidad solo habla con su perra desde hace meses, es la que mejor la entiende, la que siempre está dispuesta a sentarse a su lado para recibir sus caricias, caricias que enamoran el alma de la perra. 

     Calamidad tiene unos ojos que también enamoran, por lo menos eso le han dicho en algunas ocasiones. Será porque el color gris refleja la intensidad de su mirada, que no desperdicia rincones, que no pasa por alto otras miradas. Porque los ojos hablan y los de Calamidad lo dicen todo cuando la miras. No hacen falta palabras, ni gestos. Solo mira sus ojos y sabrás cómo es, cómo siente, cómo ama. Podrás descifrar lo que siente por ti, lo que le duele de ti, lo que espera de ti y lo que sabe que no le darás. 

     Mírala de cerca y observa como se estremece, con un temblor imperceptible para otros, pero no para ti. Y temblará porque te ama, o porque te odia, o porque no sabe lo que siente por ti. Pero temblará por ti. Mira de cerca su ojos y sentirás que te cuchichean al oído palabras inaudibles para otros, pero no para ti. Solo tienes que escuchar su mirada para saber que nunca una mujer estuvo al mismo tiempo tan cerca y tan lejos de ti.

     Y como siempre le pasa, Calamidad se ha dejado llevar por su imaginación y ha tirado para el monte, donde viven las cabras y se ha subido con ellas al peñasco más alto. Ella se siente bien allá arriba porque no ve peligro. Algunas personas que la han visto dicen que a veces, cuando cree que nadie la ve, de esconde tras unas rocas y mira fijamente al infinito, sin hacer nada...y pasa  horas así. Solo mira y espera...Y es que Calamidad es mucha Calamidad. 

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