jueves, 30 de enero de 2020

Padres e Hijos (segunda parte)¿Dónde sentamos a la abuela?

Porque cuando los hijos crecen dejan de verte como la co-protagonista de sus vidas para convertirte en un actor secundario que aparece de vez en cuando en escena. En cierto modo todos nos vemos como protagonistas de nuestra vida y vemos a los demás como personajes secundarios. Es normal. Pero hay una cosa curiosa, si antes eras quien lo organizaba todo, el anfitrión de la casa, con el paso de los años ellos, que ya te ven como una anciano, quieren organizarte la vida y te ves obligado a interpretar un papel, sin salirte del guión. Porque si te sales, ya la hemos liado.
Y pasas de presidir  la mesa a "donde sentamos a la abuela", un personaje sin sitio y sin mando por supuesto.
Lo peor es cuando comienzan a verte como una anciana, incapaz de casi todo.
Todavía me siento joven y tengo que sorprender a mis hijos una vez más, o quizá dos, o tres....para demostrar que no soy una inútil y que llevo toda la vida lidiando en peores plazas sin que me pille el toro y si alguna vez me ha pillado, me las he arreglado para sobrevivir.
Lo que si es cierto que desde el momento que los hijos se independizan o son padres, los "abuelos" tenemos que acostumbraros a nuestra nueva misión de "sombra lejana" para ellos, que esperan que solo hagas cosas de abuelos. Los que ahora somos abuelos en su día también lo hicimos, distanciarnos de nuestros padres para hacer nuestra vida. Ley de vida supongo.
Por eso desde este espacio quiero reivindicar mi derecho a "seguir siendo persona", me niego a hacer solo cosas de abuela, que si me viene a pelo las haré pero cuando yo lo quiera y me apetezca. El resto del tiempo seguiré luchando por mis objetivos o "no objetivos". Y si alguna vez oigo "¿dónde sentamos a la abuela? me iré por donde he venido. Amén. 

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martes, 14 de enero de 2020

Padres e Hijos (primera parte)Yo presido mi mesa.

Los hijos del siglo XXI no son como los de antes. Aunque suene a demagogia yo lo creo así. No es cuestión de si los hijos de hoy día tienen o no más o menos respeto a sus padres, que de todo hay. Es cuestión de que los conceptos han cambiado y con ellos las prioridades de nuestros hijos. Los padres solo somos "padres" para ellos y no se paran a pensar que también somos personas. Personas  con aciertos, con fallos, con ilusiones, con fracasos, con sueños, con necesidad de ser valorados. Porque los hijos no saben valorar a los padres, hasta que es demasiado tarde. 
Hasta hace poco pensaba que yo era la única que se sentía inútil ante sus hijos; pero me he dado cuenta de que nos pasa a muchísimos padres. y es que ellos, los hijos, aunque no deliberadamente, muchas veces hacen sentir a sus padres como auténticos gilipollas. Les parece que nuestra vida acaba donde ellos se han hecho mayores y ya no tenemos nada más que hacer que estar en casa esperando sus visitas que muchas veces no llegan a producirse, siempre dispuestos a que les prestemos atención, sin otra ocupación. Y cuando nos metemos en ocupaciones diversas, se sorprenden de encontrarnos haciendo otras cosas además de las propias de la paternidad. Es como si pensaran que no servimos para nada más. 
No sé si se  trata de valoración o de algo distinto que no acabo a comprender. 
Será por aquello de que nadie es profeta en su tierra, que los que te valoran nunca están entre los más cercanos. Cuando hago cosas o me meto en actividades de "persona" a menudo mis hijos me dicen que vaya berenjenales donde me meto, con lo tranquila que podría estar. Y sí. Quiero estar tranquila para poder seguir con mi vida y hacer lo que verdaderamente me gusta. En eso les doy la razón. Pero los hijos ni se plantean que nos gusten hacer cosas diferentes que no sea trabajar por y para ellos. 
Y mis hijos son estupendos y me hacen estar orgullosa, pero me gustaría que vieran la persona que hay en mí, que valoraran mis logros; que seguramente los valoran pero no lo dicen.

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lunes, 6 de enero de 2020

Feliz 2020




Llegando a estas fechas muchas cadenas de televisión nos bombardean con películas de Navidad, llenas de milagros y sucesos de los que todos querríamos ser protagonistas. Todos intentamos volvernos solidarios, visitar a nuestros seres queridos, obsequiarles con algo bonito. Pero pasadas estas fechas nos vuelve a absorber la rutina y seguimos cometiendo los mismos errores, nos olvidamos de esos detalles que hacen el mes de diciembre tan entrañable. En casi todos los casos; porque , claro, siempre hay alguien que se olvida de visitar a sus seres queridos sobre todo en Navidad, que de todo debe haber. Pero las cosas tienen que salir de dentro, de otro modo es como si nada. Y aplaudo a esas personas que no se plantean en Navidad abrazar a su familia, quizá porque no lo sienten, quizá porque no le dan importancia, quizá porque esa parte de familia ocupa un lugar muy lejano en su lista de prioridades. Aplaudo su sinceridad , aunque me duela.
Pero poniéndome en la piel de los que esperan ese abrazo, me imagino cómo se sentirán año tras año, cuando esperan estas fechas y año tras año, se suceden las mismas decepciones; la visita que no llega, el abrazo que se hace esperar, el desencanto de imaginar que esta ausencia es como un castigo que no mereces y nunca terminas de pagar.
Pero hay que ser positivos y mirar a nuestro alrededor. No hacen falta cuentos para agradecer el abrazo de quien está a tu lado y de quien no, el cariño de los que si que se te acercan en Navidad y de los que no, de los que comparten contigo la alegría de reencuentro y de los que están lejos. Solo por eso, hay que sentirse feliz al compartir con ellos la alegría de la fiesta.
Para los que están y para los que no ¡Feliz Año Nuevo!



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