viernes, 30 de enero de 2009
¿No saben o no quieren responder...?
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jueves, 29 de enero de 2009
Dicen que las sirenas.....
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Etiquetas: sueños
miércoles, 28 de enero de 2009
La última nevada (por ahora)
Ayer tuve que viajar a Huesca y vi que estaba todo blanco hasta un poco antes de llegar a Nueno. Lo malo que en Nueno terminaba la nieve, pero comenzaba un fuerte viento. Hay estragos en todo el norte peninsular debido a este último temporal.
Esperemos que el próximo temporal que entra, sea menos agresivo y podamos disfrutar del clima durante lo que queda de invierno, un invierno muy largo y muy duro este año. Os dejo estas fotos de la nevada del pueblo donde vivo.
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Etiquetas: Nieve
lunes, 26 de enero de 2009
Una foto para pensar
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Etiquetas: imaginación, turismo
domingo, 25 de enero de 2009
Dos preguntas para el Presidente
En esta cifra se ha fijado el salario mínimo para 2009, pero me temo que el Presidente sigue sin saber el valor del alquiler de una vivienda (yo por un piso de 47 metros estoy pagando 400 euros, comunidad aparte) y otros muchas cosas de la vida cotidiana, por ejemplo una barra de pan me cuesta 1,o5 euros (por no hablar de ocio, una caña de cerveza en el pueblo donde vivo cuesta entre 1 y 1,70 euros). Es verdad que a ese salario mínimo, las empresas suman otras cantidades pero todavía hay otras muchas que no lo hacen.
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Etiquetas: economía, gobiernos nefastos
viernes, 23 de enero de 2009
Lo que todos deberíamos saber sobre la crisis actual
Estamos en tiempos difíciles y se habla mucho de la crisis, pero poco con palabras que entendamos todos. Los expertos hacen alarde de terminología que parece que dice mucho, pero a lo mejor es que no tienen ni idea de lo que pasa, o si la tienen no les interesa que los demás lo entendamos, seguramente porque el horror que nos produciría saber la verdad nos llevaría al desencanto.
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Etiquetas: economía
jueves, 22 de enero de 2009
El Pecezarrio de Angelpito (nuevo blog)
Os invito a visitarlo, seguro que pasaréis un rato muy agradable. Un blog con mucha miga que desde el comienzo engancha a quienes lo visitan.
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Etiquetas: blogs
miércoles, 21 de enero de 2009
La Antilla, un sitio para volver
En La Antilla, como en el resto de la costa hay kilómetros de playa para hartarte de andar y aunque el tiempo no acompañó demasiado, nos dimos buenos paseos playa a arriba y playa abajo.
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Etiquetas: turismo
martes, 20 de enero de 2009
De Tapas por Sevilla
Si tuviéramos que destacar algo de este viaje a Sevilla, nos quedaríamos con la amabilidad de sus gentes y su simpatía. Y algo que nos llamó la atención, además de sus cuarenta mil naranjos, la limpieza de sus calles, que era extraordinaria, se veía que el consistorio de la ciudad dedica una partida suficiente de su presupuesto en este aspecto, se ve que cuidan el turismo, importante fuente de ingresos para ellos y lo miman para que los que vamos a Sevilla, volvamos algún día.
(próximo post "un paseo por Huelva")
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Etiquetas: turismo
domingo, 18 de enero de 2009
Tres noches en Sevilla
La ciudad de los cuarenta mil naranjos, no deja indiferentes a los visitantes, vayas por donde vayas siempre te encuentras naranjos de naranjas amargas, que adornan la ciudad y que según sus habitantes, en primavera desprenden un olor que lo impregna todo agradablemente, sumando el olor al colorido de la ciudad. Colorido que aumenta con los paseos de los coches de caballos que van de aquí para allá durante todo el día y parte de la noche.
(más fotos de Sevilla, próximamente pinchando aquí)
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Etiquetas: Turismo.
sábado, 17 de enero de 2009
Os he traído un recuerdo
Pero antes de seguir con el relato de nuestro viaje quiero entregaros este regalo que os he traído de uno de los sitios que visitamos, La Antilla, en Lepe (Huelva) y su enorme playa, para que escuchéis el sonido del Océano Atlántico en el mes de Enero. Disfrutad.
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Etiquetas: turismo
viernes, 16 de enero de 2009
¡Olé por Andalucía !(1ª parte)
Las casi dos horas, que tuvimos que estar en la estación de Zaragoza casi nos congelamos, es la estación más fría que conozco, y eso que han colocado unas estufas con forma de lámpara para calentarse, pero a decir verdad, no es que calienten demasiado que digamos. Acudimos a una máquina de café y se nos tragó las monedas sin servirnos el café y sin que nadie supiera como solucionar el desaguisado, finalmente encontramos un número de teléfono donde hicimos la queja, que no sirvió para nada. Intentamos solucionar un par de cosillas en la estación y los funcionarios solo hacían que mandarnos de una ventanilla a otra porque ninguno sabía nada al respecto (era un tema de billetes, con lo cual alguien debería haber estado informado). Finalmente, cuando encontramos al funcionario que tenía la información, ya era demasiado tarde y no pudimos hacer nada. Nos metimos en la cafetería de la estación, que era el único sitio caliente y esperamos hasta la hora de tomar el siguiente tren.
Cogimos el AVE que iba a Madrid, porque el directo hasta Sevilla estaba completo, y aunque la televisión no funcionó en todo el rato, al menos llegamos a la hora.
Una vez en Madrid nos dispusimos a comer algo, durante el poco tiempo que nos quedaba, unos suculentos bocadillos por el módico precio de seis euros cada uno, bocadillos normales de jamón ¡no os vayáis a pensar! (¡jefe, tenemos que subir los precios!). El resto del viaje hasta Sevilla, sin contratiempos, que no es lo de menos. El personal del AVE, encantadores en todo momento, sin duda lo mejor del viaje hasta Sevilla.
Una vez en nuestro destino nos dirigimos al centro de Sevilla, hacia la Hostería del Laurel, para alojarnos, un lugar emblemático y precioso, en el centro mismo del barrio de Santa Cruz. Una vez allí, descansamos un rato y nos dimos una vueltecita por los alrededores. Le hice la primera foto nocturna a la Torre del Oro y al Hotel de Alfonso XIII, pero eso es motivo del siguiente post, que no quiero cansaros.
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Etiquetas: turismo
jueves, 15 de enero de 2009
Un error arreglado
Los que habéis seguido la lectura de este relato habéis podido comprobar que la cuarta parte se descolocó y apareció publicada fuera de su lugar. Al regresar de mi viaje he visto lo que había pasado, me confundí en la programación de ese post. Ahora está publicado en su lugar y espero que perdonéis mi fallo. En breve os contaré lo que he estado haciendo estos días, además de descansar de las Navidades. Hasta pronto
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Etiquetas: correcciones
Aminuto y medio (desenlace)
En su interior, como escondida ó protegida, había una carta escrita a mano. Comencé a temblar al mismo tiempo que unas lágrimas se escapaban de mis ojos; aquella carta estaba escrita con rasgos idénticos a los de la carta, que yo conservaba hacía tiempo, desde el mismo día que la encontré en la vieja cómoda. Pero la carta de la abuela era posterior a aquella primera y en ella estaba la clave de todo lo que me había preocupado los últimos meses.
La carta decía así:
“Por una vez más he decidido seguir adelante en mi lucha y volver a empezar de nuevo y, como no me siento con fuerzas de seguir en el Pirineo, me voy lejos, donde nadie pueda saber de mí jamás. Estas tierras me traen demasiados recuerdos que, por dolorosos unos y gratificantes otros, quiero olvidar para siempre. Hace unos días estuve a punto dar una solución drástica a todos mis males, pero en el último momento me eché atrás, pensé que no era justo que nadie sufriera por mí. He estado muchas veces a minuto y medio de conseguir la felicidad pero finalmente no ha podido ser. Enamorada de un hombre que no merezco, no me veo con fuerzas ya de querer convivir nunca con ningún otro, así que me voy lejos, para que la distancia cure mi dolor y si algún día, él quiere volver a verme seguro que podrá encontrarme allá dondequiera que voy. De momento no quiero decir a donde me dirijo, necesito encontrarme a mi misma, para hallar la paz, así que nadie me busque y el día que esté preparada para retomar mi vida es posible que os lo haga saber. De ahora en adelante me llamaré Leonor para que este nuevo nombre sea el testigo de que quiero comenzar de nuevo.
No me olvidéis nunca y sabed que por encima de todo amo la vida .Leonor”
Y como si acabara de encajar la última pieza de un gigantesco puzzle, de repente todo tuvo sentido. Recordé el énfasis con que ella me relataba todo aquello y entonces tuve la certeza, de que me había estado contando su vida. La única incógnita que quedará siempre sin solución es porque ambas cartas no fueron echadas al correo. Pero mi abuela a veces acostumbraba a escribir cosas, que luego rompía o tiraba. Quizá pensó que las había roto o quizá se olvidó de ellas ¡quien sabe! Eso ya no tiene importancia.
Yo no había nacido todavía cuando ella se marchó pero mi padre me contó que dos años después, de que todos la dieran por desaparecida, salió de su silencio y volvió a ponerse en contacto con sus hijos. En cuanto al hombre de sus sueños no supe nunca con certeza si volvió a saber de ella, pero de lo que estoy segura es que, sabiendo como era mi abuela, no lo olvidó jamás ni dejó de quererlo. Y, ahora que lo pienso, en una de mis visitas a Cádiz escuché un comentario de unas viejecitas, que me hizo pensar que mi abuela no estaba sola, o al menos tan sola como todos creíamos. Pero igual fueron imaginaciones mías ¡quien sabe!
De una cosa si que estoy segura y es que mi abuela seguro que al final consiguió la felicidad porque, después de haber estado tanto tiempo a minuto y medio de alcanzarla, nadie mejor que ella se la merecía.
Después de que hubiéramos cerrado el piso de Cádiz, regresé al hogar, junto a mis padres y seguí siendo la misma mujer desordenada y ocupada de siempre. Cuando hube terminado mi tesis doctoral, me fui a trabajar a la empresa de mi padre y me compré un pequeño apartamento. Ahora vivo sola. Bueno no totalmente sola, ya que cuando compré mi casa me llevé conmigo la vieja cómoda que un día heredé de mi abuela. Y cada vez que la miro me acuerdo de ella y una sonrisa se dibuja en mis labios…..una eterna sonrisa…
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Etiquetas: relatos
martes, 13 de enero de 2009
A minuto y medio (7ª parte)
Pero, como muy bien había escrito en ella, Leonor amaba profundamente la vida y sería este amor, el que la frenara en su intento desesperado por dejar de sufrir. Y en lugar de desaparecer de este mundo para siempre, decidió alejarse y vivir en un lugar escondido, lejos, muy lejos de todos aquellos lugares, que le recordaban su pasado.
A menudo ella había dicho que algún día desaparecería para encontrar la paz. Así que a nadie le sorprendería su desaparición.
En este punto el relato de la abuela quedó en suspenso, ya que se sintió mal repentinamente y debí acompañarla a su habitación para que se acostara. Con frecuencia se mareaba ya que su tensión era extremadamente baja, así que no le dimos importancia, pero al ver que pasaban las horas y no mejoraba comencé a preocuparme y decidí llamar al médico. Éste me dijo que estaba francamente mal, no se trataba de un mareo. Ella, que los últimos años se había debilitado paulatinamente, se estaba quedando sin fuerzas hasta el punto de hacernos temer por su vida. Llamé a mi padre, que en pocas horas se presentó en Cádiz. Enseguida telefoneó a mis tíos para que acudieran cuanto antes, ya que temía un desenlace inminente.
A la mañana siguiente empeoró sensiblemente y aunque casi no tenía fuerzas consiguió decir unas palabras dirigidas a todos nosotros. “He amado la vida con todas mis fuerzas y os he querido a todos con toda el alma, me siento feliz por no haberme rendido en la lucha; no dejéis nunca de luchar y si alguna vez tenéis la tentación de daros por vencidos recordad, que esta mujer una vez quiso dejar este mundo y no lo hizo, porque sabía que seguramente estaba a minuto y medio de conseguir la felicidad”.
Minutos después ella dejó este mundo con la misma naturalidad, con que a veces decidía dar un paseo por una de sus queridas playas.
Me quedé atónita; si me hubieran pinchado en ese momento no me habrían sacado sangre.
Comencé a llorar desconsoladamente abrazándome a mi padre. Cuando pude reaccionar y me di cuenta de lo extraordinaria que era mi abuela, comprendí que con aquella despedida estaba diciéndome algo. Miré sobre su mesilla y vi aquel libro que creí escondido durante tanto tiempo. ¡Cómo no se me había ocurrido! Seguramente había estado allí siempre y yo, buscando siempre por lo más difícil, no me había dado cuenta de que tenía la solución de todas mis dudas, a la altura de mis manos.
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lunes, 12 de enero de 2009
A minuto y medio (6ª parte)
Mi abuela llegó a pensar que me había olvidado del tema, incluso, porque una mañana, cuando me estaba preparando para dar mi paseo habitual, se acercó a mí y me reprochó que ya no me interesaran sus historias. Entonces me di cuenta de que había llegado el momento de retomar la conversación, en el punto que había quedado en suspenso.
Al día siguiente, mientras tomábamos café sentadas cómodamente en las hamacas del jardín, me preguntó algo que me dejó atónita; quería saber qué opinaba de Leonor y si me parecía, por lo que ella me había contado, que se trataba de una mujer corriente. Y de una cosa estaba convencida y así se lo hice constar, que Leonor podía haber sido cualquier cosa excepto una mujer corriente.
Mi abuela, que llevaba viviendo sola algunos años, tampoco era una mujer corriente y yo me sentía orgullosa de ella porque había pasado su vida luchando por lo que creía; una mujer adelantada para su época, que temía estancarse y que hizo todo lo posible para no hacerlo. Tolerante por encima de todo acostumbraba a decir que a las personas hay que aceptarlas como son y no como quisiéramos que fueran.
A menudo me había preguntado porqué una persona, afable como ella, había decidido permanecer sola durante tantos años, ya que seguramente no le habrían faltado admiradores dispuestos a conquistarla. Pero ella era una mujer exigente y seguramente no encontró a nadie que la mereciera o si lo encontró, no pudo quedarse con él ¡quién sabe!
Leonor, igual que ella, tampoco rehizo su vida aunque en una ocasión, según me contó mi interlocutora, creyó que había encontrado al hombre de su vida, aunque el romance no llegó a buen término. En una época en que sus cicatrices estaban curadas y casi se había olvidado del daño que le habían hecho otras personas, creyó sinceramente que merecía otra oportunidad, pero era tal el miedo que tenía de que todo volviera a salir mal, que con frecuencia se bloqueaba al entablar relaciones con otros hombres, era como si se hubiera negado a sí misma el permiso para volverse a enamorar.
Sin embargo en aquel pueblecito del Pirineo, al que se había ido años atrás, encontró un hombre diferente a cuantos había conocido; de repente supo que acababa de encontrar a quien siempre había estado buscando. Comenzó entre ellos una rara amistad de roce y cariño que duraría mucho tiempo, pero que se quedó estancada en el ámbito de amistad y que nunca, por expreso deseo de ambos, pasó a más. Ella que se había enamorado como una colegiala supo desde el principio, que aquel hombre nunca se enamoraría de ella; la cruel verdad de aquella amistad, paradójicamente, fue que estaban tan bien juntos que hubieran permanecido así el resto de sus vidas, pero se habían propuesto conservar su independencia a toda costa, él por su situación personal y ella por el terrible temor a que todo saliera mal.
Junto a él pasó los momentos más deliciosos y felices de su vida. Leonor que a menudo se sentía embadurnada de estiércol, cuando estaba con él se abstraía de tal manera de sus horas amargas, que casi conseguía estar a minuto y medio de la felicidad más absoluta, a minuto y medio porque, después de aquellos encuentros, ella debía volver a los enfrentamientos de su vida cotidiana.
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domingo, 11 de enero de 2009
A minuto y medio (5ª parte)
La vida desde entonces comenzó a ser mas serena para ella y sus hijos, ya que el principal causante de casi todos sus sobresaltos, había desaparecido para siempre.
Mi abuela después de contarme esto guardó unos minutos de silencio, como queriendo contener unas lágrimas, que finalmente decidió tragarse mientras respiraba hondo. Le pregunté por los hijos de Leonor y me contó que eran hombres de bien, que habían formado sendas familias y que los tres tenían dos hijos cada uno y que entre ellos había nacido una extraña compenetración y cariño. Era todo lo que siempre había deseado su madre y por fin al verlos tan felices junto a ella, se sentía la mujer mas feliz de la tierra, era para ella como estar a minuto y medio de la felicidad nuevamente…solo a minuto y medio.
Pero como mi mente la tenía en la carta amarilla, no hacía más que insistirle a mi abuela, para que me sacara de todas mis dudas, pero ella, que era obstinada como una mula, se empeñaba en alejar más y más el momento de hacerlo. En alguna ocasión me pareció que estaba a punto de contarme lo que yo deseaba, pero en el último instante siempre se echaba atrás. La rabia se me apoderaba del cuerpo y de la mente y no hacía más que repetirme a mi misma, que debía tener paciencia si quería sacar algo en claro y que, al final, la abuela terminaría por contarlo todo.
Es posible que tuviera alguna razón para guardar silencio y yo debía respetarla. No me quería decir si Leonor estaba viva o muerta, ni en qué época concreta había sucedido todo aquello, seguramente no podía hacerlo o quería reservarse el desenlace, por decirlo de alguna manera, para un momento más apropiado.
Mi padre me había contado en varias ocasiones que su madre tenía estanterías llenas de libros y que a veces dentro de las hojas de aquellos libros guardaba folios manuscritos de cuando era joven; como si me convirtiera en un investigador privado, me dediqué a revisar todas las estanterías de su biblioteca, para intentar encontrar algo que me diera alguna pista.
Cada día, mientras ella dormía la siesta, me adentraba en la oscura biblioteca, abría un poco las cortinas de raso y comenzaba a husmear por todos aquellos libros. Como a ella le gustaba tanto leer, había mucho por donde mirar y me parecía, que jamás conseguiría mi propósito. Pero una noche que me tuve que levantar de madrugada acosada por una fuerte sed, me llevé una soberana sorpresa cuando vislumbré luz en la biblioteca y vi. cómo mi abuela hojeaba uno de sus libros con sumo cariño. Al notar mi presencia cerró el libro precipitadamente y creyó que lo escondía, pero yo, que tenía verdaderas ganas de resolver aquel enigma, me di perfecta cuenta de dónde lo había puesto. Así que esperé su próxima siesta y entrando en la biblioteca fui directa al lugar donde, según mi intuición, encontraría el libro. Mi sorpresa fue entonces mayúscula porque el libro había desaparecido. Es probable que aquella misma noche ella volviera a levantarse, presa de uno de sus habituales insomnios y, temerosa de que yo lo encontrara, lo guardo en un lugar mas seguro.
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sábado, 10 de enero de 2009
A minuto y medio (4ª parte)
Solamente semanas mas tarde me contó algo que me hizo pensar, que aquellas fotos tenían mucho que ver con la vida amarga de su amiga Leonor. Fue algo sorprendente………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………
En esta época ella vivía en Cádiz, donde había fijado su residencia años atrás, y yo le hacía constantes visitas; en realidad acudía a visitarla siempre que podía porque me encantaban las playas gaditanas. Mi padre era un hombre ocupado por aquellos años ya que acababa de comprar una empresa y no tenía demasiado tiempo para ir a ver a su madre, así que delegaba en mí tal obligación, que yo cumplía gustosa. Disfrutaba hablando con mi abuela y escuchando sus relatos pero casi siempre terminábamos hablando de Leonor.
Yo, que cada vez estaba más sorprendida, necesitaba saber cuanto antes cómo había terminado todo aquello y qué habría sido de Leonor. Pero mi abuela, que tenía la extraña habilidad de irse por las ramas, cuando no quería hablar de algo, alargaba más y más el momento de responder a todas mis preguntas.
Pero la sorpresa me la llevé cuando un día, al regresar a casa de mi padre, éste me dijo que su madre había vivido unos años en un pueblo del Pirineo, a donde se había ido en un intento desesperado de encontrar la paz y la mejora en su calidad de vida. Era posible que allí conociera a Leonor y entablara amistad con ella, porque según investigué después se trataba del mismo pueblecito donde estaba viviendo Leonor.
Después de saber todo esto pasé una larga temporada sin ir a Cádiz, por motivos laborales, mi padre me necesitaba en la empresa y pasé unos meses ayudándole. Pero en cuanto me pude escapar, no me lo pensé dos veces. Era ya hora de regresar a Cádiz para ver a mi abuela. Y al mismo tiempo que retomé mi tesis doctoral, retomé también las conversaciones tan entrañables, que fueron de nuevo mi delicia de aquellos días.
Entonces supe que el ex marido de Leonor había fallecido hacía unos meses, como consecuencia de un accidente de tráfico. Y como si el destino se riera de
Leonor, que había estado tantos años llena de privaciones, en un momento en que ya no necesitaba ayuda económica de nadie, le llovía del cielo una pensión íntegra de su ex marido, ya que nunca se llegó a divorciar de él. La vida se le rió en las narices a ella, que había pasado penalidades para conseguir, que en vida le pasara la pensión de sus hijos. Y como si la vida con su ironía mas cruel quisiera mofársele en la cara, le entregaba su dinero cuando ya no le hacía falta.
Pero aquella pensión le daba náuseas así que tomó la decisión de abrir una cuenta a favor de sus hijos para que el día de mañana se repartieran a partes iguales aquel dinero, ya que en justicia les pertenecía. Leonor no acudió al funeral porque le parecía una hipocresía rezar por alguien, que le había hecho tanto daño, siendo la causa primera de todos sus males. Sus hijos tampoco acudieron por voluntad propia, aunque ella insistió, que era su padre y le debían un último adiós. Sin embargo le fue imposible convencerles; decidieron permanecer junto a ella aquel día, que para los tres suponía una liberación de dolor y una cura para las heridas profundas, que les había provocado.
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A minuto y medion (3ª parte)
Leonor había generado una especie de habilidad para presentir los peligros, los sentía de lejos y esto le permitía ponerse en guardia y preparar la defensa. A menudo se sentía intranquila y nerviosa sin causa aparente y siempre unos días después tenía algún percance.
Había sido demasiado tiempo de convivencia dura y acostumbrada a los sobresaltos que protagonizaba su marido, había sido capaz de analizar los síntomas que preceden a la batalla, para adelantarse a ellos y que no la cogieran por sorpresa.
De la misma manera y con la misma intuición aprendió a analizar los síntomas que preceden a las batallas cotidianas para tomarles la delantera y que no le dieran un susto.
Después de separarse de su marido estuvo por lo menos cinco años sin salir a divertirse, tal era el sabor amargo que le quedó de su matrimonio. Tenía demasiadas cosas que olvidar y a la vez demasiadas cosas que recuperar, que le habían sido robadas.
Le costó años olvidar el miedo, que le hizo pasar por culpa de su carácter, pero poco a poco se fue haciendo a la idea de una vida mejor y comenzó a luchar por ello. Gracias a un amigo empezó a afianzarse en el mundo laboral y así, poco a poco fue mejorando su vida y la de sus hijos. Pero los viejos fantasmas la seguían de cerca con la intención de no dejarla en paz por el resto de sus días.
Yo no conseguía entender el énfasis, que mi abuela ponía al contarme esta historia, le miraba a los ojos y veía que sentía desde el corazón aquello que me estaba contando. Me daba la sensación de que lo sabía de primera mano, probablemente ella y Leonor habían sido muy buenas amigas. Efectivamente sabía cosas demasiado íntimas de aquella mujer, y solo una muy buena amiga le hubiera hecho partícipe de tales acontecimientos.
Hablé con mi abuela de todo aquello durante largas tardes, y tal empeño ponía ella en hablar y yo en escuchar, que llegamos a hacernos adictas a aquellas conversaciones. A veces, cuando me hablaba, sentía que se le enrasaban los ojos y tenía que permanecer callada algunos instantes, luego tragaba saliva, respiraba hondo y secándose disimuladamente los ojos seguía hablando; por supuesto yo hacía como si no me diera cuenta para no restar emotividad a esos momentos.
No cabía la menor duda de que Leonor había sido una mujer muy cercana a ella. Y aunque a menudo le preguntaba por ello se negaba a responder o se evadía yéndose ágilmente por las ramas.
Una fría tarde de primavera refiriéndose a Leonor comenzó a hablarme de sus hijos. Porque Leo, como ella la llamaba, había tenido tres hijos, que tampoco lo tuvieron nada fácil en la vida por las circunstancias en que se desarrollaron sus primeros años.
Leonor no es que fuera una mujer que justificara a sus hijos cuando tenían comportamientos inadecuados, pero ella que sabía lo mal que lo habían pasado, los comprendía, aunque también entendía que eran demasiado egoístas y que, casi nunca, se preocupaban de ella. Pero en esos momentos le venían a la cabeza los difíciles años de su infancia y los perdonaba una y otra vez. Ella había tenido que trabajar mucho y por eso ellos habían estado demasiado tiempo solos. En el fondo se sentía culpable y no se daba cuenta de que poco a poco se le estaban apoderando.
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viernes, 9 de enero de 2009
A minuto y medio (2ª parte)
La primera vez que le pregunté a la abuela si la conocía, ésta se quedó asombrada, como si algo, que hubiera desaparecido de su recuerdo volviera a apoderarse de él. Sin ninguna duda la conocía y, al parecer, bastante bien por el lujo de detalles que me contó mas tarde.
Leonor era una mujer que había pertenecido a una familia que, lejos de considerarse pobre, nunca había nadado en la abundancia y había tenido que atravesar momentos muy difíciles en la vida.
Como mayor de varios hermanos había tenido que ayudar siempre en casa y su infancia no había sido precisamente fácil. Pero ella, a pesar de todo, siempre se consideró una niña feliz. Claro que, entonces, todavía no sabía la clase de vida que le esperaba.
Después de un corto noviazgo se casó con un hombre que no le convenía, aunque se dio cuenta demasiado tarde. El mismo día que celebró su boda, una bonita mañana de Abril, comprendió que se había equivocado. Pero ella, seguramente influenciada por la educación que había recibido, era de las que se casan para toda la vida. Todo en su matrimonio había comenzado mal y como si se tratara de un conjunto de premoniciones, todo hacía presagiar que aquello no tendría buenas consecuencias.
No tuvo un reportaje de boda, porque al fotógrafo se le rompió la cámara fotográfica y cuántas veces durante los años que siguieron, recordó aquel incidente, que sería una simple casualidad, pero que no fue sino una cruel premonición de todas las demás cosas, que se romperían mas tarde en su vida.
Es así como, influenciada por la presencia de un marido egoísta, ególatra y vicioso, poco a poco se fue sumergiendo en un abismo, que la hundió en la mayor de las miserias interiores. Se adiaba a si misma por no haber sido capaz de darse cuenta a tiempo de la clase de hombre que era. La necesidad que tenía de salir del hogar era tan grande que, ciega ante todo, creyó que había amor donde, ni siquiera, hubo jamás ni una pizca de cariño. Y fue precisamente durante la noche de bodas cuando la agredió por primera vez obligándola a ser la protagonista de sus fantasías.
Pensó, como la mayoría de las mujeres, que le pondría cambiar y decidió seguir adelante, y no solo no le cambió, sino que fue testigo de cómo se acentuaban sus defectos
cada día un poco más y era ella la que, poco a poco, se iba transformando en una mujer arisca y triste. Mientras la ilusión de su juventud se metamorfoseaba en desesperanza ante la vida, se hundía progresivamente en un pozo, que cada vez era mas profundo.
La llegada del primer hijo supuso un respiro para ella, que vio un escape para su tristeza y volvió a soñar, que su vida recobraba el sentido. Pero lo que al principio era una esperanza no tardó en derrumbarse a los pocos meses, cuando descubrió, que la convivencia con su pareja todavía era más cruel, con un hijo por medio. Y no es que tratara mal al niño, pero inconscientemente estaba celoso y esto le hacía sentirse tan mal, que se fueron acentuando sus vicios y, lejos de corregirlos, aumentaron de tal manera que convivir con él era un suplicio.
A este primer hijo siguieron dos más, que la mantuvieron entretenida algunos años y volcándose en ellos los encerró con ella en una burbuja, consiguiendo así robarle instantes de felicidad a una vida demasiado triste. Aquella burbuja, que al principio parecía tan segura, no tardaría en romperse arrastrándolos de nuevo hacia la realidad mas dura. Los años pasaron irremediablemente y aquel hogar, lejos de mejorar, cada vez era más hostil.
Una mañana, sin saber bien cómo, encontró la energía que necesitaba para afrontar sus problemas y decidió, que ya era hora de pedirle a su marido que abandonara el hogar, que llevaban compartiendo hace años. Sin trabajo y con tres hijos a su cargo comenzó una andadura pesada y difícil, y desde entonces nunca mas les volvió a faltar el desayuno a los niños. Porque aunque su marido tenía una buena nómina era un ludópata empedernido y con todo hacía corto, a la hora de satisfacer sus necesidades. El hecho de perder a su mujer y sus tres hijos no cambió para nada sus actitudes ante la vida y siguió malgastando lo que ganaba, en lugar de cumplir con sus obligaciones de padre.
Leonor se volvió una mujer dura y se vistió con una armadura que, aunque pesada, le solucionaba muchas papeletas. Y cuando el desánimo se apoderaba de ella, le venían a la cabeza aquellos días en que no podía dar de desayunar a sus hijos y esto le hacía sacar fuerzas de flaqueza para seguir luchando.
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jueves, 8 de enero de 2009
A minuto y medio (1ª parte)
Apareció después de buscarlo durante mucho tiempo, justamente debajo de la vieja cómoda que había heredado de mi abuela. A menudo solía olvidar en que lugar había colocado aquellas cosas, que no deseaba que nadie encontrara. Con tanto empeño las guardaba, que luego ni yo misma era capaz de recuperarlas. Pero tarde o temprano acababan apareciendo en los lugares más raros o en los sitios mas escondidos.
Mi vida no era muy ordenada. Demasiadas obligaciones con la familia y el trabajo. Demasiada prisa y muy poco tiempo para llevar a cabo todas aquellas tareas. Deseaba con bastante frecuencia que el reloj tuviera cuarenta y ocho horas, pero hubiera sido inútil, seguramente, de ser así, también habría hecho corto.
La misma mañana en que encontré el anillo bajo la cómoda, al tener que agacharme para recuperarlo, me di cuenta de que justo a su lado había un sobre amarillento, raído por el paso del tiempo y lleno de polvo y suciedad. Llamó mi atención, pero pensando que era algo sin importancia, lo cogí con intención de echarlo a la papelera. Sin embargo al ver que el sobre estaba cerrado no pude reprimir mi curiosidad y lo abrí para comprobar su contenido.
Era una carta que al parecer jamás había sido entregada al correo y por lo tanto no pudo llegar a su destino. La firmaba una tal Leonor, era todo lo que sabía. Pensé que seguramente la abuela sabría de quién se trataba. La abrí con sumo cuidado para no estropearla y, dirigiéndome a la salita, me puse cómoda para leerla detenidamente.
Parecía que se trataba de una despedida, aunque no iba dirigida a nadie en concreto. En ella escribía lo siguiente, intentaré transcribir literalmente su contenido para que juzguéis por vosotros mismos...
“Quiero contaros a cuantos querías escucharme los motivos, que me han llevado a solución tan drástica. Y deseo que por encima de todo intentéis comprenderme y no seáis demasiado duros juzgándome. No se trata de una decisión precipitada sino de algo que he meditado y planeado minuciosamente durante mucho tiempo.
Que nadie se sienta culpable ya que cada uno somos responsables de nuestros actos y en ningún momento nadie debe cargar con las consecuencias de las decisiones que toman otros.
Y a pesar de que dentro de unos días no lo entenderéis quiero haceros saber que por encima de todo amo la vida”.
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miércoles, 7 de enero de 2009
Desde las bambalinas
Por motivos personales voy a permanecer alejada del ciberespacio por unos días, pero dejo algunos post programados. A mi regreso os contaré cosas interesantes. Seguir visitando este espacio, aunque no os lea hasta dentro de unos días. recioradad que desde las bambalinas sigo estando con vosotros.
Cuando vuelva al ciberespacio moderaré todos los comentarios recibidos. Gracias a todos
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domingo, 4 de enero de 2009
Último día del año en La Bernarda
Este grupo inició la velada nocturna, que no sería sino el comienzo de una noche agradable e inolvidable.
Publicado por Sofía Campo Diví en 10:49 2 opiniones
Etiquetas: Nochevieja
Había una vez unas plantas....
Bueno no hay alegría perfecta, ni todo es maravilloso, porque siempre hay quien se ancarga de fastidiarlo. El Nuevo año, además de buenos deseos también nos ha dejado alguna que otra sorpresa. Alguien madrugó el día 1 para asaltar las jardineras que hay en La Bernarda y llevarse un par de plantas. Como se ve en las fotos, los restos de tierra que dejaron alrededor hablaban por si solos. Y no se trataba de simples gamberros, que por hacer una gracia las habían arrancado. Se trataba de un trabajo concienzudo de alguien, que sabía lo que hacía. Y tampoco las robaron de madrugada, sino a la luz del día, porque cuando acudí a trabajar a eso de las 9,30 todo estaba bien, fue minutos más tarde cuando los desaprensivos hicieron la faena, sin escrúpulos y sin pensar que estaban cometiendo un robo. Claro está que a lo mejor pensaban que esas plantas habían nacido en nuestras jardineras por generación espontánea y eran de todos. Seguramente son los mismos que andan cortando setos en los bosques y llevándose flores, que está prohibido coger. Me consta que esta vez no han sido los clavalines, quienes se llevan todas las culpas de todos los destrozos. Igual no son tan chavalines, sino personas hechas y derechas que por ahorrarse unos euros cometieron dicho robo.
Seguramente se tendrán, incluso, por buenas personas, pero que sepan que no lo son. De todas formas hace falta ser ruin para pasar a la categoría de ladrón por unas plantas, que podían haber conseguido en cualquier invernadero, previo pago, claro. Que las disfruten sin son capacen de hacerlo.
Publicado por Sofía Campo Diví en 10:47 4 opiniones
Etiquetas: robos
Alegrías Navideñas
Publicado por Sofía Campo Diví en 10:26 3 opiniones