lunes, 31 de diciembre de 2007

31 de Diciembre de 1980. Va por ti, mamá



Sucedió exactamente hace veintisiete años. Se levantó como cualquier mañana y se dispuso para bajar al mercado. Era Nochevieja y tenía que prepararlo todo para la cena de fin de año. Se estaba vistiendo cuando me levanté y le dí los buenos días. Recuerdo que estaba en combinación y le dije "mamá ten cuidado no vayas a coger un pasmo" y me respondió "no te preocupes". Y como si fuera un día cualquiera terminó de vestirse, se dirigió a la cocina y cogió el carro de la compra. Enseguida bajo a ayudarte-le dije- le dí un beso y se marchó. No habían pasado ni diez minutos cuando me llamaron al teléfono. Era Darío, el carnicero, que me llamaba para decirme que mi madre se había mareado. Ellos mismos llamaron una ambulancia. Desperté a mi hermano Carlos, que aquel año estudiaba sexto de medicina, y bajamos corriendo. La encontramos tendida en el suelo, le estaba dando un paro cardiaco; mi hermano la reanimó y se recuperó levemente. Abrió los ojos, pero no podía hablar. Nos miró. Y volvió a perder el conocimiento. Mi hermano la reanimó de nuevo. Mientras tanto esperábamos la ambulancia. Aquellos minutos parecieron eternos. yo le decía - mamá te vas a poner bien, tranquila-. Enseguida llegó mi padre, antes que la ambulancia que vino tras él.


Se la llevaron al hospital, mi padre y yo fuimos tras ella en un taxi. Mi hermano iba en la ambulancia. A los pocos minutos llegamos al Miguel Servet, mi hermano estaba en la calle esperándonos. Yo no quería entender lo que pasaba. Entré a urgencias y sobre una camilla yacía mi madre, impasible, completamente quieta. Yo no quería entender lo que pasaba.

Me acerqué a ella, le dí un beso y limpié sus labios con un a gasa. Le dije a mi hermano-¿es que los médicos no van a hacer nada?- Entonces cuando me miró mi hermano, comprendí que mi madre había fallecido. Tenía 46 años.

A mi madre le gustaba el cava y aquella noche mi padre,yo y mis hermanos le dedicamos un emocionado brindis. Desde mi blog le quiero dedicar un emocionado brindis. Va por tí, mamá.

Y que curiosidades tiene la vida, el 31 de Diciembre de 1990 nacía mi hijo pequeño. Desde entonces por estas fechas les dedicó a los dos un brindis, como si estuviéramos fundidos en un abrazo, mi madre, mi hijo y yo.
Feliz Año a todos, que este año se cumplan todos vuestros sueños.


Leer más...

domingo, 30 de diciembre de 2007

Montaña que te quiero montaña


Está mañana Biescas estaba rodeada por un manto de niebla, que se ha disipado en cuanto ha salido el sol, dando lugar a un día radiante, aunque un poco frío. Cuando he mirado las montañas, he respirado hondo y he sentido ese olor a pino húmedo que me recuerda a menudo que vivo en un entorno maravilloso. Es un privilegio salir cada día a la calle y ver las montañas, esas montañas que hace años me acompañaron en horas amargas y ahora me dan ilusión por la vida. Yo creo que no me cansaré nunca de mirarlas.

Bastante a menudo salgo a pasear por el monte, en solitario, es algo que he hecho desde hace años, y me detengo largos ratos para escuchar el sonido del monte, las hojarascas que mueve el viento, el canto de los pájaros, el crujir de las ramas secas, el murmullo de los torrentes, los pájaros carpinteros que repiquetean en los árboles. Todo ello en una armonía perfecta que hace que me sienta muy bien. Mis amigos me preguntan si no me da miedo ir sola por el monte, la verdad es que no, es algo que llevo haciendo toda la vida, me siento como uno de ellos, esos pequeños seres que mantienen viva la naturaleza. Y me gusta participar en el milagro de recorrer esos caminos y de ser feliz.

Leer más...

sábado, 29 de diciembre de 2007

Seguimos colapsados


Y la interminable fila de coches continua y lo malo es que se para la circulación durante largos ratos. Ayer a las ocho de la mañana la retención comenzaba en Escuer, a unos treinta y tantos kilómetros de pistas. y a las cinco de la tarde costaba un promedio de hora y media recorrer esos mismos kilómetros. Y lo malo es que tal avalancha de coches deja incomunicadas a las poblaciones, ya que es imposible incorporarse a la carretera en condiciones seguras. Los repartidores no pueden cumplir sus horarios de entrega, si tuviera que pasar una ambulancia, no se cómo se las ingeniaría, y muchos otros casos que ven afectada su vida cotidiana. Y para añadir leña al asunto, los controles policiales en horas punta, que colapsan todavía más el tráfico.

¿Será que tenemos que mejorar nuestros accesos e infraestructuras? Esta pregunta, por supuesto, se la hago a la autoridad competente.

Leer más...

viernes, 28 de diciembre de 2007

No olvidar el monedero si vienes a Pistas


Miles de personas están subiendo a las pistas a esquiar con motivo de las vacaciones de invierno. Les recomendaría a todas ellas que madruguen, si no quieren caer en un monumental atasco. Ayer llegaba la retención desde Formigal, hasta la gasolinera de Biescas. Se habían desbordado las previsiones. Y también se van a desbordar los bolsillos de toda esa gente. El forfait cuesta este año 37 euros más el seguro, es decir un dineral, eso si a los que llevan bono les sale algo más barato. Pero si además tienen que alquilar los esquís en Pistas, esto les costará unos 22 euros, así que mejor que se compren unos que les duren por unos años. Y esto por no hablar de otros costos, manutención, desplazamiento etc. Vamos, todo un derroche del monedero, y con la subida del euribor y todo lo que conlleva, no se cómo pasaremos este año la cuesta de Enero.

Y lo malo es que, cuesta todo tanto en pistas que a la gente no le queda solvencia para tapear por los pueblos, ni para pernoctar, así que van y vienen (viaje en el día), pero no se quedan.

Señores, empecemos todos a ahorrar que me parece que este invierno va a ser un poco crudito.... Y ya podían bajar los precios en pistas, que el patrocinio de Ibercaja o de la D.G.A. y demás entidades colaboradoras,ya podía servir tambien para ayudar a los consumidores finales.

Leer más...

jueves, 27 de diciembre de 2007

Navidad con hambre


El pasado fin de semana han comenzado a venir los visitantes de temporada para pasar sus vacaciones invernales. Pero claro era Navidad y se encontraron con una sorpresa, que todos los restaurantes estaban cerrados. No se entiende que en un enclave turístico pasen estas cosas, al final terminaremos cargándonos el turismo. Da la sensación de que hay gente que no le interesan estas visitas. Y desde luego los que vinieron por Navidad se marcharán con el recuerdo de que no pudieron comer ni cenar en Biescas, porque todo estaba cerrado. O sea que lo más probable es que no vuelvan. Que pena. Cómo queremos que venga gente si la matamos de hambre.

Leer más...

miércoles, 26 de diciembre de 2007

Ciento veinte peldaños (relato)


Como cada tarde al regresar de trabajar se dispuso a subir los ciento veinte peldaños, que la conducían a lo mas alto del pueblo, donde ella vivía. Pero esta vez su caminar era lento y cansino; se sentía derrotada por un cúmulo de situaciones que había vivido la última semana. Un verdadero contraste con los últimos meses, tranquilos y vacíos de sobresaltos o cosas extraordinarias. Parecía que se iba dejando el alma en cada peldaño y por primera vez en varios meses no pudo subir de tirón y se vio obligada a detenerse unos minutos para respirar hondo y poder terminar la escalada.
Le pareció que todo se iba a desmoronar sobre ella de repente, sepultándola en la soledad mas absoluta. Tuvo miedo de no poder llegar al final y por primera vez un ligero temblor le recorrió el cuerpo. Seguía teniendo miedo sobre todo de si misma. Pero lo que mas temía era el vacío que veía venir de lejos con intención de echar raíces dentro de su alma.
Miró sus manos encallecidas de tanto trabajar y las vio vacías. Y tuvo miedo de que sus manos estuvieran vacías y solas, pero sobre todo vacías de las cosas que tiene todo el mundo. Por primera vez le dio rabia no haber podido tener una vida confortable que hubiera llenado esas manos. Pero la verdad era que nunca había añorado bienes materiales y seguramente seguiría siendo así toda la vida. Pero seguía mirando sus manos vacías con insistencia. Y por primera vez le dolió que sus manos estuvieran encallecidas, porque esas manos hacían ásperas y dolorosas las caricias.
Y siguió subiendo peldaños. Y seguía pensando.............
Y pensaba en él.....a quien acababa de ver partir como un hombre derrotado por el cansancio y seguramente por las situaciones de la última semana. Le hubiera gustado convertirse en bálsamo para aliviar su cansancio, pero debía dejarle marchar porque hay situaciones que requieren soledad para recuperarse y recobrar las fuerzas perdidas. Y ella tenía miedo de perderle y mientras seguía subiendo peldaños le iba amando más y más para que al menos la fuerza de ese amor le llenara de energía y desde lejos le trasmitiera el descanso que necesitaba. Pero cuantos mas peldaños subía mas miedo tenía de perderle y mas hondo era el grito que desde lejos le llamaba con insistencia. ¡No te rindas¡
Y de repente volvió a mirar sus manos vacías y rotas. Y desde lo mas hondo de si misma se preguntó si aquellas manos vacías serían suficientes para llenarle de caricias.......

Y siguió subiendo peldaños y cuando por fin se encontró arriba, se giró para contemplar el paisaje y respiró hondo. De repente volvió a tener miedo de si misma. Y se sintió sola.... y aunque comprendía que su soledad era necesaria, no podía evitar sentirse como si estuviera a punto de caer al vacío desde la cuerda floja. Y soñó que si eso pasaba, quizás pudiera tener la suerte de que él la recogiera en sus brazos y comenzara a acariciarla con sus enormes manos y que esas manos grandes y llenas de tantas experiencias cogieran sus manos vacías y encallecidas para llenarlas de vida.

Leer más...

martes, 25 de diciembre de 2007

Una cena entrañable


Anoche celebramos en familia la Nochebuena, estuvimos Isma, mi hijo mayor, su novia Vanesa, Juanito, el pequeño, mi pareja de hecho y yo. La cena fue entrañable, aunque faltó mi hijo mediano, que vive bastante lejos de aquí, pero hablamos por teléfono con él, su chica, su suegra. Por el jaleo que se oía lo estaban pasando fenomenal. me contó mi consuegra, que Toño, mi hijo mediano, había estado toda la tarde con ella haciendo unos brazos de gitano (quien lo ha visto y quien lo ve) si me lo dicen hace años, cuando estaba pasando su etapa más borde, no me lo hubiera creído, tiene una hija de seis meses preciosa (se parece a la abuela jajaja) que estaba ya dormida así que no la oí.

Nosotros también lo pasamos muy bien, aunque discutimos un poco con mi hijo pequeño, Juanito, ; a éste le falta todavía mucho para salir de la etapa borde, pero es encantador, cuando quiere. Y los que están de maravilla son Isma y Vanesa, ella es una gran chica y él una gran persona también, los dos tienen ahora la felicidad que se merecen.

Mi pareja de hecho, que es el mejor hombre que conozco, estuvo radiante conmigo y con mis hijos. Así que lo pasamos genial. Parece que los fantasmas del pasado, por fin empiezan a desaparecer y todos empezamos a disfrutar de los cachitos de felicidad que te da la vida.

Leer más...

lunes, 24 de diciembre de 2007

Visita de Salamanca


Unos chicos de Salamanca, estupendos, nos han visitado este fin de semana, llevaban en Biescas desde el pasado miércoles disfrutando de la nieve y demás cosas maravillosas del Pirineo. Nos vienen visitando desde hace tres años, o sea que repiten, lo cual es buena señal. Se pasaron por la Bernarda en varias ocasiones y pasamos un rato estupendo, eso si, se lo comieron casi todo, como el año pasado. Gracias, chicos, gente como vosotros hace nuestro trabajo genial. Os esperamos para el año que viene. Un abrazo

Leer más...

domingo, 23 de diciembre de 2007

Urge un ascensor




Hace unos días visité la residencia de ancianos de Biescas y comprobé que todavía siguen sin ascensor. Desde hace bastantes meses se están llevando a cabo reformas en dicha residencia,y concretamente la del ascensor, desde este verano. No entiendo que hagan falta tantos meses para cambiar un ascensor en un lugar donde es tan necesario.


Creo que la autoridad competente, es decir el Ayuntamiento o/y la D.G.A., no han tenido en cuenta las características de este colectivo a la hora de programar las obras. No se puede tener tanto tiempo sin ascensor a una Residencia de personas Mayores. Algunos están imposibilitados totalmente, otros caminan a duras penas, todos se cansan de tanto subir y bajar escaleras. Los dormitorios están en la primera y segunda planta, lo que quiere decir que hay un montón de escaleras que subir y bajar. Aún en el mejor de los casos, es decir los que pueden caminar, esta deficiencia supone un gran trastorno. El otro día una persona de mas de noventa años me comentaba que había tenido que subir cinco veces a la segunda planta y que estaba agotada. Esto por decir solo un caso. Y pensemos también en el personal que trabaja allí, las auxiliares tienen que subir por las escaleras a trancas y barrancas a los ancianos que necesitan ayuda, algún día van a rodar todos por las escaleras y entonces veremos qué pasa.


Señores del Ayuntamiento y/o de la D.G.A. ¿alguno de sus padres está en esta residencia?¿ saben lo que están padeciendo los residentes por esta tremenda deficiencia?¿hasta cuando van a tener que esperar para tener un nuevo ascensor?


Ya podían ejercer ustedes de Reyes Magos y poner un ascensor en la residencia lo antes posible, que seguro que hay cosas menos importantes que pueden esperar. Todos se lo íbamos a agradecer.

Leer más...

sábado, 22 de diciembre de 2007

Sal corriendo (relato)


Cuando entré en aquella salita fría, desangelada y oscura me pregunté porqué los despachos de los notarios eran todos tan tristes y anticuados. Lo miré todo a mi alrededor, intentando captar el más mínimo detalle. Nada más entrar resaltaba la presencia de una mesa enorme, llena de revistas aburridas y pasadas de fecha, como de un par de años atrás; un cenicero de latón que contrastaba con un cartel que decía «no se puede fumar». Las sillas, dignas de tener en cuenta, apoyadas en cuatro patas retorcidas. Un gran tresillo, con horribles cojines de terciopelo marrón, que invitaba a todo excepto a sentarse en él.
Durante los cuarenta y cinco minutos, que duró mi espera, miré los cuadros que colgaban de sendas escarpias. Una imagen del generalísimo, una Virgen del Carmen y un cuadro de Miguel Ángel. ¡Ah! y un paisaje algo surrealista diría yo, que lo debió pintar alguien en un momento de locura o algo así. Las otras personas que me acompañaban permanecían serias y pensativas. Nadie hablaba. Seguramente que estaban sobrecogidas por el ambiente de tan lúgubre estancia. Nadie leía ninguna de las revistas momificadas que había sobre la mesa. Alguien fumaba; sería para no despreciar el cenicero, o porque no habían leído el cartelito. Todos parecían poner cara de querer salir corriendo.
Por fin llegó el esperado momento. Una secretaria con gafas de la época de mi bisabuela, delgaducha y desgarbada, abrió la puerta y leyó mi nombre en voz alta. Acto seguido me levanté, cogí el abrigo y el bolso y la seguí por un largo pasillo hasta un despacho, que más bien parecía la cueva del terror. Ya sólo la puerta, en lugar de invitarme a pasar, me sugería que huyera. Y estuve a punto de hacerlo a no ser porque una voz me frenó desde dentro: «Buenas tardes señorita, pasé usted».
Una persona de edad avanzada estaba frente a mí, tendiéndome su mano. Me recibió cortésmente invitándome a tomar asiento. Me senté y cuando estaba dispuesta para escucharle con atención, después de haberlo mirado todo, algo llamó mi atención. Aquel despacho parecía robado de un cuadro de Velázquez.
Luego le miré de frente, ya que él se había sentado al otro lado del escritorio, y vi cómo se colocaba las gafas, que insistían en resbalar por su nariz, una y otra vez. Luego se rascó la sien, como queriendo pensar; ojeó aquellos documentos reiteradamente y cuando lo tuvo todo claro, me los tendió para que los firmara. Los firmé, con mi firma sobria y habitual, aunque tengo que reconocer que me entraron ganas de hacer una firma churrigueresca. «Es todo», me dijo a continuación, «le enviaré la copia por correo». Me despidió con la misma amabilidad que me había recibido. A continuación volví a recorrer el mismo pasillo. Bajé las escaleras. Cuando salí a la calle sentí una extraña sensación, me parecía que acababa de salir de la maquina del tiempo. Por fin había vuelto a mi siglo.

Leer más...

viernes, 21 de diciembre de 2007

Operación salida


A las tres de la tarde comienza la operación salida de las fiestas Navideñas, se preveen 18 millones de desplazamientos (muchos me parecen). Como cada año y como cada vez que hay un movimiento masivo de vehículos, se oyen en los medios las mismas advertencias sobre la circulación, cifras de muertos del años pasado por estas fechas, cuidado con el alcohol, con las drogas, con los despistes, con el GPS. Ojalá que todo el mundo que sale de vacaciones, regrese a su hogar.


A mi me toca trabajar para atender a todos esos desplazados, ininterrumpidamente hasta pasada la fiesta de los reyes. Pero desde mi blog quiero decirles, que cuando salgan de sus casas se mentalicen de que están de vacaciones, que olviden sus prisas, sus nervios, sus malos humos, sus prepotencias, que todas esas cosas contaminan el ambiente y pueden provocar muchos accidentes. Felices Fiestas a todos y Bienvenidos al Pirineo. Y no olvidéis que el Pirineo es de todos.

Leer más...

jueves, 20 de diciembre de 2007

Si llamaran a tu puerta....


Si un desconocido llamara a tu puerta durante la cena de Nochebuena, pidiendo algo para comer ¿cómo reaccionarías?....¿le sentarías a tu mesa?............¿Alguien quiere opinar?....

Se aceptan todo tipo de respuestas.

Leer más...

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Es inconstitucional

Es inconstitucional cobrar un gravamen por los discos duros de ordenadores, móviles etc. Es lo mismo que pagar una multa antes de haber cometido una infracción, por si acaso....la cometes. Además de inconstitucional es un robo a mano armada, esperemos que el Gobierno tenga la cabeza en su sitio y no lleve adelante esta ley. Ya pagamos bastante por nuestras conexiones adsl para que encima vengan tocándonos la moral con impuestos añadidos. Muchos de los autores que hay en internet si no fuera por este medio tampoco serían conocidos, así que les estamos haciendo un favor por el que nos tendrían que pagar. La SGAE por otra parte ya está realizando un cobro a miles de establecimientos por exponer música, que , a mi modo de ver es comparable con un impuesto revolucionario. Es mi opinión. Si alquien quiere votar en contra puede dirigirse a esta dirección .

Leer más...

martes, 18 de diciembre de 2007

El mendrugo de pan y el vagabundo (Cuento de Navidad)


Érase una vez una noche muy fría del mes de Diciembre, cuando Candela salió a recorrer las calles. No tenía nada importante que hacer en casa, así que decidió dar un paseo, era su día de fiesta, el único que se podía permitir. Tenía necesidad de trabajar mucho, si quería comer y tener lo mínimo imprescindible. Pero cada año en este día se permitía el lujo de salir a pasear, aunque no tuviera con qué llenar su nevera. Era una promesa que le había hecho a su madre en su lecho de muerte y la cumplía a rajatabla.
No llevaría ni media hora caminando, cuando llamó su atención, la presencia de una persona en mitad del puente, que miraba insistentemente en dirección del río. Un impulso interior le hizo aproximarse hacia él para preguntarle si necesitaba algo, a lo que él respondió que no, que simplemente estaba observando el río, como solía hacer cada año el veinticuatro de Diciembre. El hombre tenía aspecto de vagabundo y, aunque aseado, sus ropas llenas de remendones, sus guantes rotos, sus botas con agujeros, le daban un aspecto indigente que clamaba al cielo.

Candela le preguntó donde vivía, y le respondió que no tenía casa, que estaba de paso por la ciudad. Candela, que era una buena persona le ofreció la suya para pasar la noche. Claro que también le dijo que no tenía alimentos que ofrecerle, ya que esa noche no trabajaba, porque le había prometido a su madre en su lecho de muerte, que la Nochebuena no trabajaría nunca. Era su manera personal de celebrar la Navidad. No tenía mas familia, ni amigos, ni nadie con quien compartir esa celebración, así que cada año dedicaba esa noche a pasear por las calles, mientras el resto de la gente, la pasaba con una gran celebración por todo lo alto, con mucha comida, bebida, regalos.
Candela nunca había tenido un regalo de Navidad, su madre no tenía demasiados medios para gastar su poco dinero en cosas superfluas, como decía ella, así que desde niña se había acostumbrado a no recibir nada ese día, al contrario que las otras niñas del vecindario o de su colegio, que solían recibir más regalos de los que podían mirar. Para ella era algo totalmente normal que el día de Navidad nadie le diera un regalo. Tampoco sabía qué era un festín, porque esa noche solían cenar lo de todas las noches, sopa con un vaso de leche de postre. Y era mucho, porque desde que había muerto su madre, no tenía ni siquiera eso. Ganaba poco con su trabajo y si un día no podía trabajar, tampoco comía.
Candela, como muchas mujeres que se ganan la vida de la misma manera, no tenía una casa acogedora, ni grandes comodidades, diríamos que solo tenía lo imprescindible para sobrevivir. Vivía de alquiler en un barrio humilde, en un piso de una única habitación, que le servía para todo. Tenía una pequeña mesa de madera, en la que escasamente había sitio para dos personas, pero como siempre comía sola eso no suponía un problema, un par de sillas, una cocinilla de hace cien años por lo menos, heredada de una bisabuela, una estantería con unos pocos libros que había recogido de un cubo de basura hacía poco, entre los que se encontraba uno muy estropeado que se titulaba El Amadís de Gaula, que solía ojear de vez en cuando, antes de acostarse cuando terminaba de trabajar, una enorme cama de hierro con un colchón de lana, de los que se llevaban tanto el siglo pasado, en un rincón un habitáculo que le servía de cuarto de aseo en el que tenía que entrar de lado de tan pequeño que era. En fin, ningún lujo ni mucho menos.
Candela soñaba cada noche con poder salir de aquella miseria, pero sus sueños eran solo eso, sueños imposibles que no sabía si se cumplirían algún día..
Candela se sentía tan bien hablando con el vagabundo que aquel encuentro le parecía un regalo. No sabía porqué pero la presencia de aquel hombre la llenaba de paz.

Candela siguió conversando con él, sin importarle lo más mínimo el frío de la noche, ni el hambre que tenía. Él parecía no sentir hambre, ni pasar frío, era algo extraño que no acababa de entender. Cuando hablaba no salía vaho de su boca, como le pasaba a ella, sus manos, a pesar llevar los guantes rotos, permanecían calientes y en su rostro no se veía la huella, que la fría noche estaba apoderándose de ella. Comenzó a nevar de manera copiosa, así que tuvieron que abandonar aquel lugar y Candela insistió para que fuera a su casa con ella. Cuando estuvieron frente a su casa, el vagabundo le dijo que debía hacer un recado, que se marchaba pero que volvería en unos minutos.
Candela tenía los pies helados a pesar de llevar unas deportivas, pero los sentía mojados y cuando bajó la vista para ver qué pasaba, vio que el vagabundo solo llevaba unas humildes sandalias y sin embargo no se quejaba de frío. Algo dentro de ella se estremeció, como si un presentimiento le diera un mensaje, que no acertaba a comprender. Llegó a su casa con las manos congeladas y el cuerpo igual que un carámbano de hielo, se envolvió en una manta, ya que no tenía calefacción. Y comenzó a rebuscar en el armario por si había algún paquete olvidado de galletas, tenía que encontrar algo con qué obsequiar al vagabundo cuando regresara más tarde, ¡cómo si no iban a celebrar la Nochebuena! No encontró nada en el armario, pero al darse la vuelta y mirar sobre la mesa vio que quedaba un mendrugo de pan. No lo pensó dos veces, cogió la caja de leche, con lo poco que quedaba y lo preparó todo para que pareciera que iban a darse un festín. Repartió en dos platos la sopa que iba a ser su cena, cortó el pan a trozos y puso en medio de la mesa un cazo con la leche y dos servilletas. Era la primera vez que iba a celebrar la Nochebuena en compañía de alguien y quería esmerarse.
Candela colocó junto al mendrugo de pan y la leche un par de servilletas enroscadas sobre si mismas, para hacer un efecto que pareciera especial, acercó las sillas a la mesa y las cubrió con la manta. Quería que su amigo se sintiera cómodo. Y después se asomó a la ventana para verle llegar y que no le cogiera por sorpresa. A los pocos minutos le vio venir, con la misma indumentaria que llevaba minutos antes. La misma ropa rota y raída. Sintió pena y pensó que aquel hombre era más pobre que ella. Sobre su cama tenía uno de sus dos jerséis, uno marrón con rayas, que le había regalado su madre pocos meses antes de morir; lo cogió y sin pensarlo dos veces se lo ofreció al vagabundo, que lo aceptó encantado.
Candela y el vagabundo se acercaron a la mesa y se dispusieron para celebrar la Nochebuena, esa noche tan especial, sin ruido, sin luces de colores, sin una gran comilona, sin turrones ni cava, sin villancicos, sin regalos. Y mientras charlaban comían la sopa y después iban cogiendo los pedazos de pan, que mojaban en la leche para llevárselos a la boca, como si se tratara de un manjar exquisito, laboriosamente elaborado durante horas para aquella celebración. Y ambos se sentían felices de poder compartir aquel pan en aquella noche solitaria. Para Candela era especial porque era la primera vez que alguien pasaba la Nochebuena con ella desde que faltaba su madre. Y para el vagabundo era especial porque la generosidad de aquella mujer le había llegado al alma. Todo en ella le parecía especial, su mirada, su sonrisa, su amabilidad y dulzura.
Candela le contó al vagabundo que trabajaba de prostituta porque no había encontrado nada mejor, que muchas veces había buscado trabajo en otro sitio, pero había sido en vano, porque no tenía estudios, ni cultura, ni sabía hacer nada, ya que había dedicado sus mejores años en cuidar de su madre, que estaba paralítica y no había tenido ocasión de estudiar nada ni aprender ningún oficio. Luego, cuando murió su madre, era demasiado tarde.

Candela había pasado su vida entregada y abnegada y ahora se veía en la más ruin miseria, pero le contó al vagabundo que algún día saldría del agujero en que se encontraba y sería feliz junto a alguien que la quisiera. La charla duró hasta altas horas de la madrugada y cuando les rindió el cansancio, ella se acostó en la cama y él en el suelo, sobre la manta que le cedió ella. Fuera de aquella casa toda una ciudad de ruido, de villancicos, de comilonas, de luces y jolgorio, seguía celebrando lo que creía que era su Nochebuena. Una Nochebuena sin espíritu. No podía ser que tanta gente se confundiera y que solo dos personas hubieran vivido lo que en verdad era el espíritu de la Navidad. Pero era cierto. Candela y su amigo, el vagabundo, sabían que el espíritu de la Navidad era entrega, era compartir, era dar lo que se tenía, aún sabiendo que te quedarías sin nada. Pero diréis- el vagabundo no le dio nada, llegó con las manos vacías- y tenéis razón si lo veis desde lo material. Pero le dio más que nadie hasta entonces, le dio comprensión, compañía, dulzura, conversación y algo más, mucho más.
Candela se despertó a la mañana siguiente con la sensación de haber vivido un sueño, pero miró la mesa y vio los platos y el tazón de leche vacíos y algunas migas de pan sobre el mantel y supo que no había sido un sueño, aunque el vagabundo se había ido sin dejar rastro. Así que se levantó, como todas las mañanas y se disponía a salir de casa cuando vio una nota clavada en la pared junto a la puerta. Arrancó la nota, la desplegó y leyó despacio lo que había escrito “querida Candela, eres una mujer fuerte y caritativa, y deseo darte una recompensa para pagar tu hospitalidad, cuando salgas hoy a la calle alguien te encontrará y te hablará, deberás seguir sus instrucciones e ir dónde te diga”.
Candela salió a la calle y a los pocos minutos alguien muy bien trajeado y amable la llamó, ella recordó la nota y se detuvo para charlar con él.
Se parecía algo a su amigo el vagabundo, pero a la vez era distinto. Como le había dicho su amigo, siguió sus instrucciones y se marchó con él. La llevó en su vehículo a las afueras de la ciudad y cuando hubieron llegado a su destino, le explicó que alguien la había contratado, que debería vivir en aquella casa y que su trabajo consistiría en dar conversación a personas necesitadas, faltas de cariño, que debería pasear con ellas por los jardines, ayudarlas cuando lo necesitaran y mimarlas. Le explicó que no se trataba de una residencia, sino simplemente del hogar de aquel hombre que acogía a cuantos lo necesitaban y les cedía su hospitalidad y mucho más. Estaba claro, que mucho más.
No salía de su asombro y sin embargo estaba emocionada. Por momentos se iba sintiendo la persona mas afortunada del mundo. El hombre le explicó que el dueño de aquella casa, llevaba varios años intentando encontrar la persona adecuada para tratar a aquellas personas tan especiales, y que siempre regresaba con las manos vacías y la cabeza gacha. Cada año por Nochebuena se paseaba por las calles intentando dar con la persona idónea, una persona desprendida, dulce y capaz de olvidarse de si misma. Candela le preguntó cómo sabía que ella era esa persona a lo que él respondió –una persona capaz de compartir su único mendrugo de pan y de regalar uno de sus dos jerséis, es la persona adecuada, te lo aseguro- se quedó petrificada, de repente creyó recordar esa voz y supo que era él, la misma persona que la noche anterior compartió con ella ese plato de sopa, el mendrugo y el tazón de leche y mucho mas, os lo aseguro… mucho mas.
Candela consiguió salir de la pobreza y dedicó su vida a esas personas que tanto la necesitaban, y dice la leyenda que cada año por Nochebuena, un mendrugo de pan y un tazón de leche preside la mesa durante la cena en aquella casa y que todos los que viven allí comparten los pedacitos de pan con leche para no olvidar jamás el verdadero espíritu de la Navidad. Y Candela, que ya no tuvo que pasar necesidad nunca más, los mira y cada año les cuenta cómo paso todo, cómo fue que ella consiguió llegar a ese lugar……
Algunos años más tarde tuve la oportunidad de acudir a la casa y ver a Candela y “al vagabundo” y me pareció oír que unos chiquillos correteaban por la casa o quizá fueron imaginaciones mías…..quien sabe.

¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!

Leer más...

lunes, 17 de diciembre de 2007

Ley educativa

Acabo de escuchar en el noticiario de por la mañana unas palabras del presidente del gobierno que han llamado mi atención. El tema era referido a la educación y el manifestaba que no iban a hacer una nueva ley educativa “porque no la necesitamos” han sido sus palabras textuales. Esto claro referido a si ganan las elecciones.
No se si se trata de hacer una nueva ley o de poner en práctica algunos conceptos, o de revisar su cumplimiento, o de dedicar mas ingresos a este tema. Porque ante los problemas que existen en los institutos la mayoría de las veces los mismos profesores dicen que tienen pocos recursos para afrontarlos. Si la memoria no me falla, España es el país de la Comunidad Europea que menos gasta en educación.
No se si hace falta una nueva ley, pero lo que está claro es que hay que hacer algo para mejorar el sistema educativo y para afrontar problemas graves que existen en casi todos los centros. Lo que está claro es que necesitamos urgentemente solucionar todos esos problemas.
Hace tiempo que he llegado a la conclusión de que en el actual sistema educativo sobreviven aquellos alumnos, lo diré de un modo gráfico, del montón. Ya que los centros no están preparados para atender a los superdotados, ni a los repetidores empedernidos (muchos de ellos personas perfectamente capaces a las que no se ha sabido atender). El segundo caso genera muchos problemas conductuales, ya que la desmotivación de estos alumnos les incita a cometer actos que no deben, como es el absentismo escolar. Pero ¿que diréis si os digo que en algunos centros a esos alumnos que hacen pellas, se les sanciona con la expulsión, primero de tres días de clase, luego de siete, y si reinciden se les lleva al consejo escolar? Señores maestros ¿cómo expulsan ustedes a alumnos que está claro que no desean asistir a clase? ¿No ven que les están haciendo un favor y no solucionan el problema? ¿No sería mejor averiguar la causa de la desmotivación e intentar hacer algo coherente para solucionar el problema? Esta claro que estos alumnos, seguirán haciendo pellas para que se les vuelva a expulsar, y así conseguir su propósito de no ir a clase.
Y éste es sólo un ejemplo, pero hay muchos más, lo aseguro. No comparto para nada la opinión del señor Presidente cuando dice que no necesitamos una ley educativa………

Leer más...

domingo, 16 de diciembre de 2007

LA HUELLA (Relato)(atención, puede herir la sensibilidad)




El paso de los años, que no le había perdonado ni una sola de las arrugas que le daban ese aspecto tan personal y misterioso, si que le había cobrado un precio excesivo por haber sobrevivido en un mundo falto de satisfacciones. Porque lo que se veía reflejado en su mirada, tímida y viva al mismo tiempo, solo era capaz de entenderlo alguien que, como ella, hubiera pasado por una situación parecida a la suya.
Era difícil de explicar que, después de tanto tiempo, el vivo recuerdo de aquellos acontecimientos le siguieran sobresaltando muchos años después. Sin embargo ella, que había superado con entereza las secuelas, no podía evitar sentir una enorme inquietud, cuando de vez en cuando recordaba cómo había transcurrido todo.
.Y aunque durante muchos años se había negado a hablar de todo aquello, llegó un momento en que, presa de la angustia, no pudo mas y comenzó a contar a sus amigos las amargas horas que se había visto obligada a vivir tantos años atrás. Y aunque ellos no entendieron la razón de su pertinaz silencio supieron escucharla y comprendieron porque, durante todo ese tiempo la habían visto sonreír en tan contadas ocasiones.
Aun la seguía visitando de vez en cuando, aunque cada vez más etéreo, ese extraño sueño
que tanto tiempo le había costado interpretar. No porque el sueño no fuera claro ni nítido, sino porque ella había estado convencida en su obsesión que aquello era fruto del subconsciente o de su imaginación, y no de la realidad mas profunda.
Le veía acercarse de lejos con paso lento pero decidido. Y aunque ella hubiera deseado que pasara de largo, igual que una escena reiterativa, volvían a repetirse los mismos movimientos de aquella noche. El ya vago recuerdo de una botella de wyski sobre el mostrador todavía le hacía sentir en sus labios el amargo sabor de aquellos besos robados.
Era una noche con luna de un recién estrenado mes de agosto. Sin saber porque se había dedicado a beber durante horas, quizá intentando escapar de sus problemas o de alguna extraña sensación de soledad. Y, como si los acontecimientos volvieran a repetirse, sentía de nuevo cómo se acercaba hacia ella, oliendo a una mezcla de alcohol y marihuana. Y sin saber cómo, exactamente igual que aquella noche, se veía transportada hacia el interior de aquel Inocenti blanco. Solo, como entre neblinas, creía recordar que se habían alejado por aquella carretera comarcal para llegar no sabía bien a dónde. Que horas mas tarde había regresado a su casa, donde aquel verano pasaba sus vacaciones, y que a la mañana siguiente se había despertado con una extraña sensación que jamás antes había tenido.
No entendía la razón de su malestar, ni sabía el motivo de tanto dolor, ni porqué esa extraña sensación de culpa y remordimiento. Y cuanto mas se esforzaba en recordar, mas difícil era para ella ordenar las ideas dentro su cabeza, que como entre nieblas se le escapaban en un intento desesperado de huir de la realidad.
Había observado cómo su ropa no estaba en el lugar habitual
. Pero a duras penas podía recordar dónde la había colocado la noche anterior. Todo eran recuerdos vagos en medio de una insistente sensación de culpa. Comenzó a recoger sus cosas y comprobó asustada que había restos de sangre en su ropa interior. No podía ser la regla, que la había pasado justo la semana de antes. Cada vez mas confusa y preocupada no sabía qué pensar. Dejó pasar las horas para intentar relajarse y aclararlo todo dentro de ella. Y cuando volvió a llegar la noche y de nuevo miró las estrellas, igual que si ellas hubieran sido testigos mudos de todo aquello, comenzó a recordar uno a uno, cada segundo y cada instante de la noche anterior.
Creyó sentir el mismo olor nauseabundo, esa sensación de presión sobre su cuerpo y la misma imposibilidad para escapar que había sentido antes. Le vino de golpe a la mente la misma convulsión de movimientos, el asqueroso calor del fétido aliento junto a su mejilla, ese extraño jadear que le recordaba a un animal enfurecido, el áspero tacto de esas manos torpes que con insistencia le hurgaban en lo más íntimo; los repetidos mordiscos sobre sus pechos. Y en medio de todo esa sensación de impotencia al ver agredida su desnudez sin poder escapar a ninguno de los movimientos de aquel hombre que con su fuerza brutal le estaba robando lo más íntimo, lo más profundo, lo más personal de si misma.
Entonces , como si de repente se hiciera de día dentro de su alma, comprendió una a una todas sus heridas, sus pechos mordisqueados, y su vagina desgarrada, el desgarro de su zona anal, y una a una todas sus escoceduras. Pero lo que mas le dolía , en lo mas profundo, era esa sensación de culpa que, como un poso petrificado, se había quedado dentro de su corazón para el resto de sus días.
Habían pasado 23 años y aunque ella había superado aquellos momentos amargos, a veces no podía evitar, al acariciar su cuerpo, sentir en sus dedos la profunda huella que había quedado en ella. Y pensar una y otra vez en las ironías de la vida, que precisamente Inocenti era la marca de aquel coche , donde le robaron la inocencia y la ternura de los mejores años de su vida.
..

Leer más...

viernes, 14 de diciembre de 2007

Si os gusta la nieve


Para los que les guste la nieve, he linkado a la izquierda de esta página tres direcciones relacionadas con las pistas de esquí; para facilitaros el estado de pistas y los partes del tiempo que va a hacer. No me gusta esquiar, pero si se trata de traer gente al Pirineo, este lugar tan maravilloso, me apunto. Y conste que no me dan comisión.

Para los que se sientan atraídos y vengan este fin de semana, solo un consejito: el Pirineo es de todos y entre todos debemos ayudar a conservarlo, en los parajes propios de las pistas y en las localidades, todos os agradeceremos que utilicéis las papeleras y no aparquéis subidos a las aceras, porque había que ver cómo quedaron las calles, después del pasado puente, llenas de cajas, bolsas, cáscaras de pipas y otros objetos que deberían haber terminado en el cubo de la basura. Agradecemos de antemano vuestra colaboración. Y si venís, disfrutad que este fin de semana va a hacer un tiempo estupendo (eso si, con heladas nocturnas). Bienvenidos

Leer más...

jueves, 13 de diciembre de 2007

Un pedazo de cristal (relato)

“Cuando
Quiso darse cuenta era demasiado tarde para poner freno a todo aquello. Comenzó a correr a una velocidad de vértigo, sin mirar atrás, sin pararse a comprobar si le seguían, o habían cesado en su empeño. Sus zapatos demasiado altos entorpecían sus movimientos, así que se los quitó y los empujo lejos para que sus perseguidores no pudieran seguirle el rastro. Se los había regalado uno de sus pretendientes la pasada primavera. ¡Cómo si la pudieran comprar con un par de zapatos!
Segundos más tarde una repentina taquicardia le obligaba a pararse en el recodo de una esquina. Se apoyó en aquella tapia. Cogió aliento. Respiró hondo. El sudor le caía por las sienes formando un surco en los restos de maquillaje. Nunca se maquillaba tan temprano, pero aquella mañana le había dado una de sus ventoleras, como las llamaba ella, y se había embadurnado las mejillas dándoles un aire de sofisticación poco corriente.
Cuando se sintió recuperada retomó su huía, puede que todavía no estuviera a salvo y sus perseguidores la estuvieran buscando por las callejuelas estrechas y negras de aquella abominable ciudad. Siguió corriendo durante bastante rato. Se dio cuenta de que le sangraban los pies. Como pudo, intentó buscar uno de sus pañuelos de papel en el interior de su mochila. Tarea ardua y complicada teniendo en cuenta que allí se podía encontrar de casi todo, una tirita, un frasquito de suero para las lentillas, un bolígrafo, un preservativo, el colorete, la raya de ojos, el carmín, un costurero. En fin que su bolso parecía una especie de multinacional portátil. Una vez encontró el pañuelo se secó las mejillas y lo volvió a guardar porque contra lo que era habitual en ella, era el último que le quedaba.
Le dolían los pies por la apresurada marcha, se detuvo un momento en que aprovechó para mirar hacia atrás y comprobó que sus perseguidores habían desaparecido. Sin embargo seguía teniendo prisa por abandonar el lugar no fuera que le preparasen alguna encerrona y le salieran de nuevo al encuentro. No recordaba haber corrido tanto ni tan deprisa desde que era niña, cuando la pillaron en compañía de otros niños en un huerto cercano a la casa de su abuela, intentando coger unas manzanas. Pero aquellas manzanas quedaban lejos en el tiempo y ahora no tenía la misma resistencia de entonces. Pero ¡cuánto hubiera dado por tener una de aquellas! El hambre comenzaba a hacer presa en su estómago, y una de aquellas frutas le hubiera venido bien para saciar el apetito voraz, que le había provocado la escapada.
La noche era cada vez mas cerrada. Las numerosas nubes no dejaban paso a las minúsculas luces de miles de estrellas. Había comenzado a llover cuando comenzó a sentir la humedad bajo sus pies. En pocos minutos se había quedado totalmente empapada. Agotada por el cansancio, el sueño y el frío, decidió cobijarse en el interior de un portal semiabierto de una casa medio derruida. Le pareció algo extraño que aquella portezuela estuviera abierta pero tampoco le dio demasiada importancia. Al fin estaba a cubierto y podría descansar un rato.
No había hecho más que acurrucarse en un rincón cuando le pareció oír la respiración entrecortada y jadeante de alguien. Se volvió lentamente. Horrorizada comprobó que no estaba sola. Un extraño ser maloliente y peor vestido la miraba fijamente. Se sobresaltó al verle y darse cuenta de que se levantaba para dirigirse hacia ella. Era algo corpulento pero no demasiado alto. Su mirada penetrante le dio miedo hasta el punto de hacerla levantarse del rincón. Dio un salto y en pocos segundos estaba de nuevo en la calle. El mendigo la siguió insistiendo para que no huyera, pero ella demasiado asustada como para hacer caso, siguió corriendo y no se detuvo mientras le quedaron fuerzas.
Todavía recordaba a sus perseguidores y temía volverlos a encontrar en su camino. Aquella extraña joya que había sustraído del museo debía valer una fortuna, cuando se habían tomado la molestia de perseguirla. Sin embargo para ella no era más que un minúsculo cristalito sin ningún valor. Cuando aquella tarde había visitado la exposición se la había quedado mirando y sin saber cómo si porqué había sentido el irresistible impulso de cogerla y guardarla en su mano, con la misma naturalidad que un niño coge un caramelo de una cesta. Pero a la vista estaba que no se trataba de una simple golosina, sino de algo verdaderamente valioso.
De repente comprobó que había corrido demasiado y que se acercaba a las inmediaciones del parque. Caminaba ya lentamente debido a las heridas de sus pies cuando vio un cobijo a lo lejos y decidió que era un buen sitio para pasar la noche. Cayó rendida y se sumergió en un profundo sueño.
Tres horas más tarde, cuando estaba amaneciendo, algo la despertó volviendo a sobresaltarla. El frío se le había metido en el cuerpo provocándole una fuerte tiritona. Su melena mojada le caía sobre la cara, su ropa, pegada sobre el cuerpo daba firme constancia de que había llovido durante toda la noche. Palpó su bolsillo con la mano derecha para comprobar que el cristalito seguía allí. Y respiró aliviada cuando lo sintió con sus dedos entumecidos. Creyó pasado el peligro y retomó el camino para volver a casa.
De repente un ruido estridente de sirenas la sobresalto, varios coches de policía merodeaban en las inmediaciones. Se puso nerviosa porque enseguida supo que la estaban buscando. Decididamente aquel cristal era algo valioso.
Porque tanto revuelo por un cristal, no se entendía de no tratarse de algo con un valor importante.
Miró a su alrededor y tal como vio el panorama decidió que lo mejor era recomenzar la huída. Le fallaban las fuerzas pero comenzó a correr, igual que un alma perseguida por el diablo. Pero por más que intentaba apresurarse, comprobó que tenía a la policía besándole los talones. Siguió corriendo, jadeaba, ya no sentía los pies entumecidos, había dejado de estar cansada. Cuando estaba apunto de rendirse, vio un puente a lo lejos. Era ese mismo puente que había recorrido en tantas ocasiones cuando era niña. Por entonces, al regresar del colegio solía pararse en la mitad y observar durante largo rato el fluir del agua. Pero esta vez era diferente. No podía detenerse…..a menos que….
Un vago pensamiento le vino a la cabeza. Quizá esa fuera la solución. No le quedaban fuerzas para seguir corriendo. No tenía nada que perder. Las posibilidades de tener éxito eran muchas. Se detuvo un instante, observó los coches patrulla. A unos escasos metros estaba su salvación. Dudó por un momento, pero de repente ante la mirada atónita de aquellos hombres, hizo un movimiento repentino, y aquellas personas no tuvieron tiempo para reaccionar. Subiéndose a la barandilla saltó al vacío y se dejo caer sobre el agua.”
De repente sintió que alguien tiraba de ella y la cogía del brazo. Con palabras dulces e insistentes “venga cariño, es hora de levantarse “el suave roce de las sabanas comenzó a ponerle en la pista de que acababa de salir de una pesadilla. Todavía le quedaban restos de sudor en su frente. Sus manos temblorosas estaban comenzando a reaccionar. Respiró hondo. Miró a su alrededor. Todo estaba sereno, limpio, ordenado, como lo había dejado la víspera. Y lo que era más importante, todo estaba seco. Miró de reojo y comprobó que sus zapatos seguían donde los había colocado el día de antes. Con mirada aliviada dijo “enseguida estoy”.

Se levantó seguidamente y minutos mas tarde salía por la puerta de casa para ir al trabajo. Bajó corriendo las escaleras, como solía hacer cada mañana, giró el pomo de la puerta del rellano para abrirla y salir a la calle. Comprobó si lo llevaba todo. Abrochó su abrigo. Hacía algo de fresco. Sería mejor ponerse los guantes antes de que sus manos se entumecieran por el frío. Metió la mano derecha en el bolsillo para sacarlos. Se los puso con rapidez. Algo cayó al suelo, pero ella como si tal cosa siguió adelante. Le esperaba un día duro. Comenzó a caminar con paso apresurado. Lejos quedaba el portal de su casa. Y junto al portal, olvidado en un rincón, aquel cristalito que había caído del interior de uno de sus guantes. Quizá no era valioso. Quizá si. Un niño que paseaba por allí quedó prendado de su belleza y agachándose lo cogió con sus diminutas manos y lo metió en uno de sus bolsillos. A lo lejos una voz le incriminó “dámelo lo he visto primero” y el chiquillo comenzó a correr para no dejarse quitar la valiosa joya. Y tanto corrió……………..

Leer más...

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Efímero pero intenso


Extendió la mano para alcanzar la lluvia y recogió una gota de agua. Reflejándose en ella, le pareció un milagro de la naturaleza, todo su rostro cabía en aquella pequeña gota. Intentó quedarse con ella, pero vio que no podía; ladeó su mano y la gota cayó al riachuelo alejándose de repente. Un instante de felicidad, efímero pero intenso.

Leer más...

martes, 11 de diciembre de 2007

Rosas Amarillas




Una y otra vez se decía a si misma que no debía de haber aceptado aquella cita, pero a pesar de sus titubeos, había emprendido el viaje. Mientras se dirigía al hotel, se preguntaba si él habría llegado, si lo encontraría tal y como lo recordaba; pero por otro lado, las dudas le asaltaban (¿y si no se presenta?).
Serían aproximadamente las seis de la tarde cuando llegó al hotel Oyal. Le pareció que estaba como hace treinta años, cuando se hospedó allí por primera vez. La entrada era un enorme vestíbulo cuyas paredes estaban rodeadas de espejos, con un mostrador a la derecha y dos grupos de sillones a ambos lados. Incluso hubiera dicho que estaban colocados de la misma manera. Todo le era tan familiar que parecía que no hubiese pasado el tiempo. Se disponía a realizar la inscripción cuando, alguien la sorprendió dirigiéndose hacía ella.- ¡Señora Leonor, cuánto tiempo!- Se giró y comprobó que se trataba del antiguo botones, Javier. Tuvo una inmensa alegría al comprobar que todavía quedaba alguien, que la recordaba en aquel lugar. La saludó y le dio la mano afectuosamente. Estas como te recuerdo, Javier, no ha pasado el tiempo para ti -le dijo- a lo que él le respondió con una sonrisa.

Javier cogió su maleta y se dirigieron al ascensor para subir a la habitación. Leonor había pedido la misma que había ocupado siempre, la 224. Le gustaba porque estaba junto a la escalera, aislada del resto de las habitaciones, lo que le garantizaba el silencio y la tranquilidad.
Abrió la puerta con sigilo, como lo hacía siempre. Le temblaba la mano y sentía una especie de inquietud en el estómago, como presintiendo que se acercaba un momento que llevaba esperando mucho tiempo. Colocó la tarjeta para conectar la luz y caminó hacia el interior. Comprobó que la misma moqueta aterciopelada alfombraba el suelo, un poco deslucida, eso si, por el paso del tiempo; el mobiliario también era el mismo, pero conservado en un estado lamentable. Retiró las cortinas para ver la calle y su mente se vio trasportada al pasado. Fue como si los últimos treinta años se hubieran volatilizado.

Colocó su ropa dentro del armario y lo dispuso todo para pasar allí unos días. Era curioso como todos aquellos detalles le recordaron cosas que ya había olvidado; como aquel espejo tan especial para ellos, donde escondían mensajes escritos en los que se confesaban su cariño.
La posibilidad de que él no se presentara la asustaba; había sido todo tan incierto, su llamada de días anteriores, la carta que le había enviado hacía pocas semanas, su debilidad al hablar, su necesidad imperiosa de volver a verla, que no podía sino sentir miedo ; no podía evitar recordar como había terminado su relación; en aquel viaje que se vieron por última vez, cuando al final de sus vacaciones José desapareció precipitadamente del hotel, sin decir una palabra y nunca más supo nada de él.

Tardó mucho tiempo en recobrar el sosiego, porque cuanto mas se preguntaba por la razón de su huida, mas razones tenía para seguir esperándole. Tuvieron que pasar ocho años para que decidiera olvidarle definitivamente y reanudar una nueva vida. Pero no consiguió ser feliz, ni volvió a sentirse como cuando estaba con José. Leonor se casó, pero se divorció a los pocos años, dedicándose de lleno a su trabajo, para ocupar todas sus horas. Es así como consiguió sobrevivir a su desdicha. Pero la vida, que es dura, consiguió al fin que lo olvidara, cuando ella dejó de hacerse preguntas que nadie respondía.
Por eso estaba tan inquieta por este encuentro para el que no encontraba razones; si por lo menos la hubiera llamado en alguna ocasión durante este tiempo, si hubiera sabido algo de él…. Y cuanto mas se aferraba a pensar en todo aquello, más dudas le asaltaban en su interior. Estaba empezando a pensar que se había equivocado, pero la necesidad de volver a verle era superior y decidió permanecer en el hotel.
Recorría la habitación una y mil veces intentando templar sus nervios. (¿Y si no estuviera haciendo lo correcto?). Las dudas regresaban para seguir atormentándola y cada vez se sentía mas inquieta. En uno de esos paseos por la habitación se detuvo ante el espejo y, como si se tratara de un movimiento mecánico, que hubiera realizado cientos de veces, levantó su mano hacia el extremo superior izquierdo y, mientras pasaba la mano por el canto, le vinieron a la memoria aquellos mensajes que escondían detrás. También recordó que el fatídico día que él la abandonó, salió tan desesperada de la habitación que olvidó mirar si le había dejado el mensaje. ¿Y si todavía estuviera allí?.Se repitió varias veces a si misma que seguro que las camareras habrían limpiado aquel espejo y de haber existido una nota habría terminado en la papelera. No obstante no pudo evitar descolgarlo para mirar detrás. Le temblaban las manos, como a una colegiala, mientras deseaba con todas las fuerzas que no hubiera tal mensaje; pero al dar la vuelta al espejo encontró un sobre cerrado que iba dirigido a ella. Sin embargo, no era el que ella suponía, porque este sobre era reciente, lo que la desconcertó bastante. No cabía duda. Era su letra, exacta a la que ella recordaba. Tras un momento de confusión, decidió abrir el sobre.

“Querida Leonor: hace unos meses que he despertado del coma, en que caí tras sufrir un accidente. El último día que pasamos juntos, quise darte una sorpresa y salí en busca de un ramo de rosas amarillas, como sé que te gustan. No vi. un coche que circulaba a gran velocidad y fui atropellado al cruzar la calzada. Consecuencia de la gravedad de las heridas, caí en un coma profundo, en el que he permanecido estos años. Hace unos meses, cuando me recuperé comencé a buscarte con la única obsesión de volverte a ver. Pero una vez aquí, no me parece justo irrumpir de nuevo; habrás rehecho tu vida y mi presencia podría causarte más daño que dicha. Me voy sin esperarte para no hacerte mal, pero quiero que sepas que, cuando nadie confiaba en mi recuperación, yo luchaba por ti. Porque a pesar del coma que he padecido, nunca he dejado de quererte.
José”

Las lágrimas brotaban de sus ojos mientras estrujaba la carta contra su corazón. Y en un instante las preguntas, que se había hecho durante todo este tiempo, fueron respondidas al unísono. Tenía que encontrarle como fuera, así que bajó al vestíbulo del hotel, buscó a Javier quien, viéndola en tal estado, supo lo que pasaba. Cuando Leonor se tranquilizó, éste le dijo que podría averiguar a qué dirección le llevó el taxi, justo unas horas antes de que ella llegara, aunque le había prometido a José justo todo lo contrario.
Subió de nuevo a la habitación, lo recogió todo apresuradamente y bajó al vestíbulo de nuevo. Allí estaba Javier esperando con una nota en la mano, que le entregó a continuación. En ella podía leerse el nombre de una calle de las afueras “calle Oza, número 12”. Sin pensárselo dos veces se dirigió allí. Por suerte el número doce correspondía a un chalet, así que no le fue difícil dar con su paradero.
Se detuvo unos instantes en la entrada, tenía miedo de no reconocerle, de que él no la reconociera, ó de que no estuviera allí. Pero finalmente llamó al timbre y salió a recibirla un hombre bajito, entrado en años y algo flacucho. No era José y pensó que se había equivocado y había vuelto a perderlo para siempre. Pero cuando estaba preguntando por él, una voz a lo lejos llamó su atención “¿Qué haces allí Roberto? A lo que el tal Roberto respondió: “aquí hay una señora que pregunta por ti, José”.
Leonor hubiera reconocido la voz de José entre miles. Le comenzó a temblar el cuerpo y las lágrimas brotaron incontroladas por sus mejillas, mientras entraba en la casa. De pronto le pareció increíble lo que acababa de suceder, que después de tantos años, por fin iba a volver a verle. Atravesó el vestíbulo y aquel hombre bajito la condujo hasta una salita, donde esperaba José, sin saber que se trataba de ella.
Él caminó hacia la puerta para recibirla y cuando estuvo frente a ella y vio que se trataba de Leonor, no podía creerlo. Había esperado ese momento mucho tiempo y sin embargo no podía pronunciar ni una sola palabra. Se miraron y ambos supieron que no necesitaban palabras. Se abrazaron, visiblemente emocionados; después caminaron juntos hacia el jardín, un hermoso jardín plagado de rosas amarillas. Hermosos rincones llenos de rosas amarillas, un rincón por cada año que permanecieron separados y al final del jardín, un centro especial conservado en una vitrina de cristal, un centro marchito, aquel centro que había salido a comprarle el día que sufrió el accidente.
En todo momento permanecieron abrazados contemplando aquellas rosas y mirándose de vez en cuando, eso sí, sin pronunciar palabra. No necesitaban hablar. Lo hacían por ellos todas aquellas rosas amarillas.


Leer más...

¿Exceso de velocidad o distracciones?

Ayer, practicamente todas las cadenas de televisión y las emisoras de radio se hacían eco del balance de accidentes de tráfico durante el pasado puente. Y la mayorías de ellas añadían el comentario "el carnet por puntos y las sanciones de tráfico no funcionan". Había aumentado el número de muertos con respecto al año anterior y eso que este año el puente ha durado un día menos.
Yo soy de la opinión de que el problema de los accidentes de tráfico no radica en los niveles de alcoholemia, ni en el exceso de velocidad , hay que buscar las causas en otros aspectos. El alcohol y la velocidad pueden ser la causa en algunos casos, pero no en la mayoría. Un amigo mío tuvo un accidente de moto cuando iba a siete kilómetros por hora, debido a una distracción. El único accidente que yo he tenido, hace poco, íbamos a veinte por hora, saliendo de una gasolinera, debido al maldito GPS que nos distrajo a los dos.
Las distracciones son, en la mayoría de los casos, la causa de los accidentes.
Yo no digo que no se penalicen en los casos que lo hacen, pero deberían prestar mas atención a este otro tipo de distracciones. Los GPS me parecen los objetos mas peligrosos y deberían prohibirse, al menos algunos modelos que de vez en cuando pitan para avisarte de algo e inconscientemente te vuelves a mirarlos, apartando la mirada del volante.
Y unido a esto, el estado de algunas carreteras también contribuye en gran medida a incrementar el número de accidentes, sobre todo en tramos cortos.
Solo lanzo la idea, aunque sobre este tema se podría hablar largo y tendido.
Señores responsables del Gobierno, ataquen el problema en la raíz ¿cómo limitan la velocidad de circulación y no limitan la fabricación de vehículos que exceden con amplitud esos límites?

Leer más...

lunes, 10 de diciembre de 2007

Quiero ser como las hierba (relato)


Había una vez un roble junto a un camino que conduce a Andéraz, a escasos metros de Abárzuza, en Navarra. Cuando solía pasar mis veranos en aquel lugar, cada día podía contemplar aquel roble majestuoso y enorme que captaba mi atención.
Imaginaba cuan grande sería su fortaleza al verlo tan alto y omnipotente que podría decirse que estaba hecho para ganar todas las batallas y conseguir todo lo que se propusiera. Seguro que era el más admirado de aquel lugar.
Bajo el roble, insignificante y pequeña como las cosas más bonitas, yacía la hierba verde. Sin que nadie la viera, sin que nadie hablara de ella, ni la sintiera. Jamás era causa de comentarios de admiración, sólo era pisoteada una vez tras otra, y nadie se daba cuenta de que estaba allí.
Pobrecita hierba pensaremos todos. Pero nos equivocamos. Sucedió un día cuando volvíamos a Andéraz después de una larga caminata, que se levantó una fuerte tormenta que casi parecía un tornado. El viento era tan fuerte que teníamos que cogernos unos a otros para no caer o salir volando, ¡quien sabe! A duras penas llegué a la casa con el resto de la gente y cual no sería mi asombro, cuando al mirar por la ventana de mi habitación, vi cómo el viento había tronchado aquel roble y lo levantaba por los aires como si fuera una pluma.
Tengo que confesar que en ese momento tampoco me acordé de la hierbecíta, ni en qué estado habría quedado. A la mañana siguiente corrí junto al roble, tronchado ya para siempre y al mirar hacia la tierra observé una imagen que me conmovió entonces y me sigue conmoviendo cuando lo recuerdo.
La hermosa hierba se erigía hermosa y radiante bañada por las gotas del rocío como si no hubiera pasado nada la víspera. Eso me hizo pensar que muchas veces la fragilidad es una gran fortaleza, porque aunque seas frágil si luchas cada día te conviertes en lo más bonito y consigues lo que te propones.
Por eso desde aquel día he luchado para ser como esa hierba. Y, ¿sabéis?…, creo…, que lo voy logrando…

Leer más...

¡ Está nevando!






Esta mañana me he levantado a las siete, como de costumbre, y he seguido con la rutina de todas las mañanas. Durante la noche he oído que llovía insistentemente y como por inercia, he querido comprobar el estado de las calles. He mirado por la ventana pensando que habría dejado de llover y me he encontrado con una sorpresa. ¡Ya la tenemos aquí! La nieve silenciosa nos estaba visitando. La primera nieve de esta temporada. Caía lentamente, como suele caer casi siempre, silenciosa, callada, como queriendo darnos una sorpresa. Y, a mí por lo menos, me la ha dado.
Miles de familias viven de la nieve y una buena temporada de esquí augura mucho trabajo y buenas condiciones para toda esta gente. Que la temporada pasada fue nefasta y bastantes perecieron en el intento, teniendo que cerrar sus negocios en el peor de los casos, ó pasándolo muy mal en lo no tan malos. La nieve es importante para tantas y tantas personas, que cada año se acercan a las pistas para esquiar y disfrutar con este deporte y todo lo que conlleva.
Y, aunque a mí no me gusta esquiar, los comprendo y les deseo una muy feliz temporada.
Ahora, que ya se ha hecho de día, he vuelto a mirar por la ventana y he comprobado que un tímido manto de nieve cubre las montañas. Los tejados blancos completan la foto, aunque es otoño, invernal. Los pájaros que cada mañana alimento con migas de pan o galletas (que comen de todo los espabilados, un día les di queso para probar y se lo comieron) hoy no se atreverán a salir de sus escondrijos, solo los mas valientes, que hay uno muy avispado, que lo mismo le da que nieve, que llueva ó que haga viento, que no renuncia a su paseo diario con tal de darse una vueltecita.
Lo malo de la nieve es que habrá que andar con cuidado, que las calles estarán algo resbaladizas y peligrosas, así que sacaré las botas y el anorak, de cometo el gorro no, que odio los gorros porque te chafan el pelo (el poco pelo que tenemos algunas) y luego cuando te los quitas parece que acabas de salir de la ducha.
Hoy es fiesta para mí, que he trabajado todo el puente y bastante fuerte, así que intentaré descansar un poco (ó sea, me viciaré al ordenador, como dice mi pareja de hecho), si deja de nevar o llover daré un paseo por el monte y por la tarde, seguiré viciada al ordenador, que tengo que preparar algunos proyecticos y ya es hora que les dedique tiempo. Mañana, que seguiré de fiesta, ó pasado mañana, si el tiempo lo permite, me iré a visitar a mis hijos y a mi nieta, que ya tengo ganas de verla y como viven a más de trescientos kilómetros no nos vemos muy a menudo. Tiene casi seis meses y es un encanto de niña (en esto debe salir a madre, ó a abuela, porque su padre daba mas guerra que zipi y zape juntos).
Está empezando a nevar de nuevo, así que me pongo las botas y ¡a la calles a disfrutar del día! que seguro que nos va a deparar cosas agradables.

Leer más...

viernes, 7 de diciembre de 2007

Puente del 6 de Diciembre


El Pirineo se ha llenado de visitantes con motivo del puente (mas bien acueducto) y hace un tiempo estupendo, aunque nieve muy poquito, que tengan paciencia los esquiadores que la semana próxima llega un temporal importante, mientras tanto disfrutad del monte y de los encantos del otoño en este lugar. Yo, a trabajar como una loca, que ya sabéis que trabajo en una taberna de tapas, de cocinera, así que estos días no podré atender el blog como se merece, aunque intentaré hacer alguna visitica. Hasta prontico.

Leer más...

jueves, 6 de diciembre de 2007

Y si.......(relato)


Parecía decidida a llegar hasta el final cuando entró en el ascensor unos segundos antes. Y sin embargo no había hecho más que ponerse en marcha cuando empezaron sus vacilaciones y sus dudas. Había esperado durante meses que se llevara a cabo aquel encuentro, había soñado con aquel momento; pero ahora no estaba tan segura de lo que iba a hacer. Le había conocido en una charla de chat unos años antes y le pareció sencillamente maravilloso, parecía el hombre perfecto, alto, atlético, moreno semi cano. Al menos eso le había dicho y así lo mostraban las múltiples fotos que le había enviado durante esos años. Sus charlas a través del Messenger habían sido deliciosas. Sin duda que había disfrutado con aquella amistad. Pero cuando el ascensor se puso en marcha, a ella le pareció el efecto contrario. Cuanto más subía el aparato más le parecía bajar al sótano de la desilusión, al infierno del miedo y de las dudas. Y comenzó a hacerse preguntas. Recordó a Ícaro y se le antojó que comenzaban a derretirse sus alas para seguidamente caer irremediablemente a lo hondo del abismo de la decepción. Y si… ¿Y si las cosas no fueran como ella las había soñado?, ¿sí él no fuera más que fruto de su imaginación o de su necesidad?, ¿si le había mentido y no era quien decía ser? El ascensor subía casi sin hacer paradas y eso acortaba los minutos que tenía para tomar su última decisión. Miró a su alrededor, sus compañeros de viaje, absortos en sus pensamientos, parecían ajenos a todo. El ascensor se detuvo en el piso noveno y entonces le entraron ganas de salir corriendo escaleras abajo, pero algo la detuvo en su interior. Comenzó de nuevo el ascenso; había superado la primera ocasión para huir, pero no por ello habían desaparecido sus cavilaciones y sus dudas. Y si… ¿y si en aquella dirección resultaba que no vivía nadie?, ¿si era todo una broma cruel del destino?, ¿si el se decepcionaba al verla y decidía no abrirle la puerta? Comenzó a pensar que hacía mal en ser tan confiada. Que era una loca por seguir adelante con aquella aventura. Sin embargo una fuerza interior la animaba a seguir adelante. El ascensor seguía subiendo, parecía que ya no había marcha atrás, cuando se detuvo en el piso quince y todas aquellas personas la dejaron sola. Así que tuvo que seguir su viaje a solas con sus pensamientos. Y si… De nuevo aquellas dudas. Y si resultaba todo falso, si tampoco existía la puerta C, si él en realidad era un monstruo, un enfermo, un tarado, un loco… Miles de preguntas se agolpaban en su cabeza como queriendo hacerla reflexionar. Y todo comenzó a girar a su alrededor. Pero… ¿cómo iba a sentirse ella si aquello resultaba una cruel mentira del destino?, ¿y si sólo habían querido reírse de ella?... Había llegado al piso veinte, su destino. … Se abrieron las puertas… y sin dudarlo dos veces, levantó su mano y pulsó el botón de la planta baja. Respiró aliviada... en un segundo lo vio todo claro. Y conforme el ascensor bajaba a velocidad de vértigo, decidió que prefería que aquella historia y aquel hombre permanecieran en su recuerdo tal y como los había soñado... Al salir a la calle tropezó con un hombre moreno, atlético, semi cano. Y si... ¿Y si fuera él...?

Leer más...

martes, 4 de diciembre de 2007

Ser (poema de mi amigo Robleviejo)


En un momento importante de mi vida un amigo me dedicó este poema que os transcribo hoy.


Ser,
por encima del nombre, la palabra
o su intento, la brizna
que se pierde en el aire como dicha
por un pájaro incierto que ignora
que deseas volar feliz.

De olvido. Ser de olvido,
un distante sonido en la memoria,
el abrazo que busca perpetuar lo invisible,
o el rumor de las ondas que la piedra
resucita en el agua,
alzando desde el fondo el vuelo transparente
de sueños sumergidos.

Ser sombra,
altura de la sombra,
clemencia de la sombra en la frontera
donde nadie vigila ni el vuelo recuerda
la presencia que fue.

Ser,
en la tarde,
un hueco respetado por la brisa,
una forma, un vacío a quien rodea,
sin rozarlo,
la mirada poniente del vuelo en retirada.

Ahí donde estás,
donde siempre has estado,
y aquí, donde no vas a dejar de estar
porque no podrán las lluvias deshacerte.

Donde el sueño fue todo
para ahora ser nada,
tras la nada que sigue siendo todo
y el todo que sin ti nunca será nada,
la que siempre serás continuará volando.


Leer más...

Un viaje especial


Había desempolvado la vieja y raída maleta; hacía tiempo que no salía de viaje y ya era hora de hacer una escapada, la tenía bien merecida, y ninguna ocasión mejor que ésta para llevarla a cabo. Tampoco le hacían falta pretextos para salir de viaje, era una mujer libre y nada le ataba en su vida monótona y aburrida. Así que después de una concienzuda meditación se dispuso para llevar a cabo uno de sus viajes más difíciles. Abrió la maleta, quejumbrosa por el paso de los años, y, conforme desataba sus correas, el frío tacto de la piel se le metió en lo más profundo de su cuerpo, haciéndola vacilar por unos momentos. Pero ella estaba firme y decidida. Las decisiones se toman para llevarlas a cabo, le había dicho un viejo amigo no hacía mucho. Y más que nunca debía ser consecuente con ella misma. Minuciosamente lo preparó todo; pensó en los objetos que le serían útiles y los fue colocando uno a uno en el interior. Conforme la maleta se iba llenando, multitud de pensamientos le venían a la cabeza y los sentimientos afloraban en su corazón. Recordaba el día que había comenzado todo y no podía evitar que una sonrisa se dibujara en sus labios. Sin embargo, la pena y el dolor eran más grandes y por nada en este mundo daría marcha atrás. Miró de reojo el viejo reloj suspendido en la pared y recordó las horas tristes, que le había hecho compañía, cuando inútilmente había esperado en vano, que los acordes metódicos de su móvil sonaran una vez más; pero nunca llegaron a oírse. El silencio había sido la única respuesta que había recibido. Casi sin darse cuenta había llegado la hora de marchar, le quedaba el tiempo justo para llegar a la estación y coger aquel tren que le llevaría a alguna parte, lejos de todo aquello. Quizá entonces pudiera olvidar y comenzar una nueva vida, lejos de sus recuerdos, aislada de sus emociones. Ella sabía que nunca volvería a ser la misma; todo lo que le había sucedido en los últimos meses la había marcado demasiado para que la cicatriz que quedaba en su alma pudiera borrarse algún día. Subió al taxi, bajó la ventanilla. Quería ver por última vez todo aquello. Y al tiempo que las lágrimas le inundaban los ojos y resbalaban tímidamente, como queriendo escaparse de puntillas, sin hacer ruido, le recordó con ternura; cuando aquel día de verano acercando sus labios a los de ella la había besado por primera vez. Y después de tanto tiempo, todavía le venía a la boca el mismo dulce sabor, que sintió aquella tarde… Poco a poco se alejó de aquel lugar y si de una cosa estaba convencida era que, por más que su vida durase mil años, no podría olvidar jamás las horas, que pasó a su lado, y que, aunque sabía que no debía hacerlo, contra toda esperanza… le seguiría esperando. Y aunque sabía que estaba haciendo lo correcto, cuando estaba a punto de subir al tren no pudo evitar vacilar, se detuvo en las escalerillas y miró a su alrededor; el corazón se le quería escapar del pecho; entonces comprendió que hubiera dado la vida por verle venir a lo lejos corriendo hacia ella, pidiéndole que se quedara. Pero aquel tren que no entendía de deseos, ni de sueños comenzó a moverse lentamente. Ella se detuvo un momento en el pasillo. Se inclinó sobre la ventanilla para ver por última vez en dirección de los andenes. Pero no vio sino el tumulto de gente desconocida que como ella se disponía a emprender un viaje. Entro en su compartimiento, colocó sus cosas en el altillo de su asiento. Se aproximó a la ventanilla de nuevo, en un intento desesperado, de que se cumpliera su deseo. Pero no le vio. Solo la vieja estación, que cada vez más diminuta empezaba a volverse un punto en el infinito. … Quizá era mejor así, no dejaba de repetirse. Mientras se abandonaba poco a poco a la difícil tarea de aceptar las consecuencias de la decisión que acababa de tomar. De repente. Algo la sobresaltó… era la melodía de su teléfono móvil…

Leer más...

lunes, 3 de diciembre de 2007

Integración de discapacitados


El Periódico Público ha publicado hoy un artículo referente a la ley de integración de discapacitados que me ha traído a la memoria los meses que trabajé en un Centro de minusválidos psíquicos de Zaragoza. Un trabajo muy duro, pero a la vez muy gratificante. Al principio, cuando llegaba a trabajar se me caía el alma al suelo cuando les miraba y veía tales estampas, que parecían sacadas de una novela de terror, pero no se trataba de una novela, sino de la realidad de unas personas, que no tardé en empezar a querer como una madre. Trabajaba en el módulo de profundos, el mas duro de todos, creo yo. Había que asear a esas personas, darles de comer, jugar con ellas, incluso fingir que éramos sus madres, a las que, en algunos casos, no veían desde hacía mucho.

Estuve allí durante tres veranos y aprendí cosas que no se aprenden fuera. Algunos de ellos eran bastante jóvenes, unos críos, y digo eran, porque ignoro si viven todavía. A menudo los recuerdo y me pregunto por ellos y luego miro a mis hijos y doy gracias. Estas personas se merecen una mejor integración en la vida y todos debemos colaborar a ello con nuestro pequeño grano de arena. Desde este sitio les envío un abrazo y todo mi cariño.

Leer más...

Olor a ozono (relatos que inventé)



Salí de casa, como cualquier otra mañana dispuesta a iniciar un nuevo día de trabajo. Y como cada día, desde hacía veinte años, me puse al volante de mi taxi dirigiéndome a la empinada rampa, que separa mi plaza de aparcamiento de la calle. Me pareció que hacía un buen día y aunque el asfalto estaba todavía mojado por el chaparrón que acaba de caer, todo hacía suponer que aquel iba a ser un día espléndido.
Apenas comenzaba a incorporarme a la circulación, cuando llamó mi atención la imagen de un hombre que insistente alzaba su mano solicitando mi servicio. Me detuve junto a él y abriendo la puerta del vehículo le invité a subir. Su aspecto descuidado me hizo desconfiar al principio de él, pero conforme pasaban los minutos, fui ganando en confianza porque solo su conversación producía en mí una sensación de bienestar, que hacía mucho que no sentía.
Aproveché que tuve que detenerme en un semáforo para volverme hacia él y observar su rostro, sus ojos azules y su mirada expresiva me recordaron algo incierto, de mi pasado quizá, pero quitándole importancia dejé de pensar en ello. Sin embargo, al cabo de unos minutos no pude evitar recordar aquella mirada y fue entonces cuando un escalofrío me recorrió el cuerpo y me dije a mi misma que no podía ser. Como quien quiere evitar enfrentarse a algo a toda costa, intenté convencerme de que todo era fruto de una casualidad. Hacía mucho tiempo de aquello y seguramente aquel hombre, que yo recordaba con aquella misma mirada dulce y serena, habría muerto hacía mucho tiempo.
Cuando el semáforo volvió a estar verde reemprendí la marcha para llevar a su destino a mi singular viajero. "Me gusta la lluvia sobre el asfalto" dijo de repente "y el olor a ozono, que queda en el aire después de las tormentas de verano". Aquellas frases pronunciadas por aquel hombre volvieron a ponerme la piel de gallina. Había pasado mucho tiempo, era cierto. Pero quizá no tanto como parecía. Y casi sin querer me vi. envuelta en aquella nube de mi infancia y recordé que a menudo, cuando salía a pasear por el bosque solía hablar largas horas con un hombre, vecino de mis abuelos, que pasaba largas temporadas en el campo para reponerse de una enfermedad. Pero era un hombre de ciudad y a menudo decía "me gusta el campo infinitamente, pero nada es comparable con la lluvia sobre el asfalto de mi ciudad y el olor a ozono que dejan las tormentas de verano". Y siempre, cuando nos despedíamos me decía lo mismo " cuando eres un hombre de ciudad se aprenden a valorar estas cosas" y yo le contestaba " pues me gustaría ser una chica de ciudad". Y nos alejábamos el uno del otro entre risas y carcajadas. Ambos sabíamos que volveríamos a vernos el día siguiente.
Finalmente llegamos al destino, que me había solicitado el hombre. Y movida por una extraña sensación me giré hacia él y le dije "cuando eres un hombre de ciudad se aprenden a valorar estas cosas ¿verdad?". Y él, como si lo hubiera sabido desde el primer momento me contestó "por fin conseguiste ser una chica de ciudad". Le miré de frente y vi sus ojos brillantes y me pareció que le temblaba la voz. Pero esta vez no había risas y carcajadas en nuestra despedida. Ambos supimos en aquel instante que no volveríamos a vernos nunca.
Tuve razón aquella mañana cuando imaginé que aquel iba a ser un día extraordinario. Porque tuve la ocasión de realizar el mejor viaje de mi vida. Efectivamente no hemos vuelto a coincidir. Murió poco tiempo después y cuando volví a visitar su tumba descubrí, que él había hecho grabar en la lápida "nada es comparable con el olor a ozono que dejan las tormentas de verano".
Y, efectivamente, nada es comparable.



Leer más...

domingo, 2 de diciembre de 2007

Entresijos de la Hostelería


Ahora que ha comenzado la temporada de nieve me parece el momento oportuno para comentar algunos aspectos que no se saben cuando se llega por primera vez a un hotel. La vida laboral de las personas que trabajan en hostelería no es nada paradisiaca, por decirlo de alguna manera. Yo he trabajado trece años en hoteles, de camarera de pisos y los dos últimos de gobernanta, hasta que lo dejé hace algo más de un año. Así que hablo por experiencia. Las condiciones laborales no son siempre las mas idóneas, porque normalmente los propietarios, entre los que incluyo las cadenas hoteleras, más que favorecer la vida laboral del trabajador, lo que hacen es explotarlo con bastante frecuencia. El optimizar resultados siempre está en la lista de preferencias de estas personas o entidades, pero siempre a costa del trabajador, sometiéndole a muchas ocasiones a horarios y condiciones de trabajo inhumanas.
Cuando trabajas en hostelería no tienes vida familiar,la conciliación de vida laboral y familiar no existe, lo que a veces nos crea malestar. En hostelería se trabaja todos los festivos, trabajas cuando otros descansan y descansas cuando otros trabajan, lo que te hace imposible la vida social.
Como de dirección presionan a los jefes de departamento, éstos a su vez presionan a los trabajadores, en la base de la pirámide, que casi siempre deben rendir por encima de sus posibilidades y de sus obligaciones, trabajando a un ritmo, sobre todo las camareras de pisos, que limita con lo inhumano.
Yo he conocido personas que se quejan del servicio de los hoteles, con la intención de que les apliquen descuentos, lo cual tengo que decir sucede a menudo. Yo he visto enviar un ramo de flores y una caja de bombones a unos clientes que formularon una queja (que encima no tenían razón). Pero en hostelería el cliente tiene siempre la razón. LO que no saben esos clientes es que cada vez que se formula una queja hay alguien que paga el pato (el supuesto culpable) y a ese alguien le caen unas broncas impresionantes o incluso se le sanciona. Por favor, señores clientes, piensen dos veces antes de quejarse, que a lo mejor no es para tanto; en lugar de ir a dirección, si tienen alguna pega se lo digan a los trabajadores, que son al fin y al cabo los que se la va a solucionar y además con sumo agrado, se lo aseguro.

Podría escribir una enciclopedia sobre este tema, pero lo dejo para otra ocasión, ya os iré contando cosas poco a poco. Este gremio da mucho juego y existen todavía cosas que hay que denunciar. Yo sigo en hostelería, pero por suerte he encontrado, en mas de trece años de profesión,al único jefe que NO me ha explotado, que me dice que no corra tanto, que se preocupa de que descanse de vez en cuando, que le preocupa mi vida familiar, que no me agobia ni me explota, sino todo lo contrario. Un verdadero lujo para este gremio. desde aquí Chapeau por él.

Leer más...