viernes, 25 de mayo de 2012

Cuando me rompo en mil pedazos

Han pasado ya seis meses desde que José Luis pasó a formar parte de las estrellas  y  el silencio lleno que me rodea me recuerda una vez más que no volveremos a vernos, al menos en esta dimensión. Que, aunque le vea medio dormida entre mis sueños, deberé saber que es solo eso, un sueño y que cuando vuelva a despertar volveré a llevarme la misma sorpresa: que no está ya conmigo, aunque todo siga oliendo a su presencia. 
Todo cuanto me rodea me sigue recordando a él, recuerdo de tantos días compartidos, recuerdo de tantos sueños y buenos momentos. En los días de más melancolía le sigo viendo, caminando desde lejos, como cuando se acercaba hacia mí. Veo su silueta reflejada en el agua del barranco, cuando la miro fijamente intentando encontrarle entre las piedras. Siento sus pasos tras de mí, como cuando caminábamos por los senderos y él se empeñaba en que yo fuera delante. Camina delante, me decía, que vas más deprisa. Y el me seguía a su ritmo solo por complacerme, porque sabía lo mucho que disfrutaba caminando junto a él en nuestras excursiones montañeras.
Recuerdos, recuerdos y más recuerdos. 
Este año no ha estado conmigo preparando las flores de la terraza, a la que dedicaba horas enteras cuando se acercaba la primavera; ni ha podido preparar el huerto, ni verá crecer las plantas que torpemente he puesto, ni verá las siemprevivas, más bonitas que nunca, ni las flores silvestres. 
Cuando voy al huerto y recuerdo la ilusión con que lo hizo, al mirar a mi alrededor siento la tentación de hablarle. Mira, José Luis, este año hemos puesto fresas y perejil y frambuesas y menta, mucha menta, hierbabuena  y  especias. Si,digo bien, hemos puesto, porque me ayudan Fernando y Violeta, que si no, no se qué sería de mí, que no entiendo nada de flores, ni de plantas, ni de huertos. Bueno Fernando entiende tanto como yo, pero Violeta sabe mucho y ha puesto el huerto muy bonito. Me han ayudado a quitar los pinchos, menuda soba que se dieron hasta que acabaron con todos. ¿Ves, José Luis, como no estoy sola? 
Luego vuelvo a la realidad, que me persigue como una sombra para recordarme que no le veré más y como si me volatilizara me rompo en mil pedazos, es entonces cuando corro hacia la calle y hago como si no pasara nada, hablo con la gente, quedo con amigos, me voy de cañas. Es entonces cuando tengo la sensación de que, al regresar, voy a encontrarle en casa.


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