En otras ocasiones he hablado de los círculos de la vida que se abren y se cierran. Lo que no he dicho es que cuando esos círculos se cierran pueden resultar doloroso porque es posible que signifique que se cierra una etapa de la vida que, como todas las etapas, no vuelve.
Las personas nacemos en el seno de una familia donde, mejor o peor, satisfacemos nuestras necesidades vitales. Somos como armarios que poco a poco se van llenando de toda clase de artículos. Somos como actores secundarios en una obra donde los protagonistas son aquellos que nos propician todos esos artículos. Poco a poco vamos cogiendo protagonismo en la medida que comenzamos a decidir nuestras vidas hasta convertirnos en el protagonista principal.
Es entonces cuando otros, a menudo, rebuscan en nuestro armario y van tomando artículos para satisfacer sus necesidades. Y buscan y buscan mientras sigue habiendo objetos que necesitan. Algunos dejan dentro de ese armario dosis de cariño a cambio; otros se olvidan de hacerlo.
Va pasando la vida y poco a poco perdemos protagonismo en la medida que aquellos que vaciaron nuestro armario, lo van cogiendo. Y de ser protagonistas pasamos a convertirnos en actores secundarios. Es entonces cuando las visitas al armario se reducen porque ya no necesitan nada de nosotros. Ya solo abren la puerta de vez en cuando hasta que un día dejan de abrirla.
Esos armarios que al principio ocupaban un lugar importante en la casa, poco a poco van siendo relegados en habitaciones que casi nadie ocupa. Y un buen día, cuando nos damos cuenta de que la vida ha pasado a demasiada velocidad, descubrimos que estamos en un desván abandonado, donde nadie se acerca para seguir abriendo las puertas de ese armario y comprobar si sus bisagras siguen funcionando, si su madera ajada por el paso del tiempo necesita una capa de barniz. Es entonces cuando hemos dejado definitivamente de ser protagonistas, ni siquiera secundarios, del teatro de la vida; actores silenciosos sin papel a los que nadie llama; actores olvidados que ya cumplieron su cometido y como los demás están ocupados en ser protagonistas de sus vidas, cosa normal y necesaria, no recuerdan que en un desván oscuro y solitario pasa sus días ese viejo armario que hace mucho ocupó el salón principal de la vida, porque su círculo se ha cerrado, tan solo por eso. Ley de vida.
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