Llegando
a estas fechas muchas cadenas de televisión nos bombardean con
películas de Navidad, llenas de milagros y sucesos de los que todos
querríamos ser protagonistas. Todos intentamos volvernos solidarios,
visitar a nuestros seres queridos, obsequiarles con algo bonito. Pero
pasadas estas fechas nos vuelve a absorber la rutina y seguimos
cometiendo los mismos errores, nos olvidamos de esos detalles que
hacen el mes de diciembre tan entrañable. En casi todos los casos;
porque , claro, siempre hay alguien que se olvida de visitar a sus
seres queridos sobre todo en Navidad, que de todo debe haber. Pero
las cosas tienen que salir de dentro, de otro modo es como si nada. Y
aplaudo a esas personas que no se plantean en Navidad abrazar a su
familia, quizá porque no lo sienten, quizá porque no le dan
importancia, quizá porque esa parte de familia ocupa un lugar muy
lejano en su lista de prioridades. Aplaudo su sinceridad , aunque me
duela.
Pero
poniéndome en la piel de los que esperan ese abrazo, me imagino cómo
se sentirán año tras año, cuando esperan estas fechas y año tras
año, se suceden las mismas decepciones; la visita que no llega, el
abrazo que se hace esperar, el desencanto de imaginar que esta
ausencia es como un castigo que no mereces y nunca terminas de pagar.
Pero hay
que ser positivos y mirar a nuestro alrededor. No hacen falta cuentos
para agradecer el abrazo de quien está a tu lado y de quien no, el
cariño de los que si que se te acercan en Navidad y de los que no,
de los que comparten contigo la alegría de reencuentro y de los que
están lejos. Solo por eso, hay que sentirse feliz al compartir con
ellos la alegría de la fiesta.
Para
los que están y para los que no ¡Feliz Año Nuevo!
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