Los hijos del siglo XXI no son como los de antes. Aunque suene a demagogia yo lo creo así. No es cuestión de si los hijos de hoy día tienen o no más o menos respeto a sus padres, que de todo hay. Es cuestión de que los conceptos han cambiado y con ellos las prioridades de nuestros hijos. Los padres solo somos "padres" para ellos y no se paran a pensar que también somos personas. Personas con aciertos, con fallos, con ilusiones, con fracasos, con sueños, con necesidad de ser valorados. Porque los hijos no saben valorar a los padres, hasta que es demasiado tarde.
Hasta hace poco pensaba que yo era la única que se sentía inútil ante sus hijos; pero me he dado cuenta de que nos pasa a muchísimos padres. y es que ellos, los hijos, aunque no deliberadamente, muchas veces hacen sentir a sus padres como auténticos gilipollas. Les parece que nuestra vida acaba donde ellos se han hecho mayores y ya no tenemos nada más que hacer que estar en casa esperando sus visitas que muchas veces no llegan a producirse, siempre dispuestos a que les prestemos atención, sin otra ocupación. Y cuando nos metemos en ocupaciones diversas, se sorprenden de encontrarnos haciendo otras cosas además de las propias de la paternidad. Es como si pensaran que no servimos para nada más.
No sé si se trata de valoración o de algo distinto que no acabo a comprender.
Será por aquello de que nadie es profeta en su tierra, que los que te valoran nunca están entre los más cercanos. Cuando hago cosas o me meto en actividades de "persona" a menudo mis hijos me dicen que vaya berenjenales donde me meto, con lo tranquila que podría estar. Y sí. Quiero estar tranquila para poder seguir con mi vida y hacer lo que verdaderamente me gusta. En eso les doy la razón. Pero los hijos ni se plantean que nos gusten hacer cosas diferentes que no sea trabajar por y para ellos.
Y mis hijos son estupendos y me hacen estar orgullosa, pero me gustaría que vieran la persona que hay en mí, que valoraran mis logros; que seguramente los valoran pero no lo dicen.
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