lunes, 21 de febrero de 2022

Nunca se va lo que nunca parte

       


         Han pasado muchos meses, más de los que me hubiera gustado sin que haya podido dedicar unas líneas a este espacio. A veces ocurren cosas en tu vida que te obligan a la reflexión y a detener tus pasos.

     En esa tarea de auto estudio hay que dedicar todas las horas de que dispones. Cuando reflexionas puede ocurrir que llegue un momento de bloqueo en el que te sientas tan agobiada que seas incapaz de comunicarte con los que te rodean, bien por no tener las ideas claras, bien porque las conclusiones a las que llegas no puedan compartirse. Esa reflexión puede provocar una situación de dolor tal que seas incapaz de seguir siendo persona. En esos momentos hay que permanecer callada para no transmitir malas vibraciones a quienes te rodean.


     Pero la vida sigue y llega un día en que te lo planteas y te das cuenta de que no queda más remedio que seguir adelante, a pesar de seguir arrastrando todo ese lastre de la situación que acabas de vivir. Y aunque todo aquello siga estando en el corazón,

debes dejarlo atrás para poder seguir adelante. Lo que ocurre es que eres persona y nunca puedes dejar atrás algo impactante, aunque seas capaz de vivir con ello.

     Hay muchas maneras de dejar atrás un dolor, una pena, en definitiva un sufrimiento. Dicen que el tiempo lo cura todo y no es verdad, lo que hace el tiempo es ayudarte a convivir con aquello que te causa daño, a veces un daño irreparable. Y la única manera de dejarlo atrás es aprender que cada vez te haga menos daño.

    No soy la única persona ni seré la última que ha sufrido un daño irreparable, una ausencia cruel y repentina y soy consciente de que lo único que puedo hacer es caminar sin amargarle la vida a nadie, de ser más positiva por las personas que me quedan y sentir que mi futuro con ellas puede dejarme momentos felices que no me quiero perder.

     Y como dice Mercé en una de sus últimas canciones “nunca desaparece lo que nunca parte”. Es un consuelo saber que quien se ha ido no terminará de marcharse porque siempre quedará en tu pensamiento, en tu corazón, en tu recuerdo, en esos recuerdos que poco a poco comenzarán a salir, justo en el momento que descubras que lamentarte no sirve de nada. El dolor seguirá estando allí pero será menos dolor cuando recuerdes aquel día que se colgó de tu cuello buscando una caricia, cuando recuerdes su manera de animar, cuando lo veas como el alma de la fiesta, dicharachero y jovial, cuando recuerdes que siempre encontraba solución para todo y no se rendía por nada; cuando veas su espíritu generoso dándolo todo y dándose a sí mismo, aún a costa de quedarse sin nada; cuando recuerdes cómo le ilusionaban los nuevos planes; cuando le recuerdes mirando a su hija embelesado y feliz, y cuando los dos saltaban encima de la cama como dos chiquillos. Cuando veas dentro de tí cómo se le ponía cara de felicidad cada vez que la niña estaba con él.


      En eso consiste seguir adelante , con esa sensación de haberlo perdido todo en un naufragio, pero sabiendo que te puedes rehacer. Con las grandes ausencias pasa lo mismo. Nada ni nadie te devolverá a tu ser querido, pero sí, por él, precisamente por él debes seguir adelante. Con el alma rota y tu vida despedazada y con esa sensación constante de que en cualquier momento vas verlo entrar por la puerta como si nada hubiera pasado.

      No hace falta poner nombres, porque los sentimientos no necesitan nombre y los que me conocen saben de lo que hablo. Para los que no me conocen, ojalá este escrito les sirva de algo algún día.

1 comentario:

Norma Laline Fernández dijo...

Cierto Sofi, quedan los buenos recuerdos de esos momentos especiales que nos han hecho felices.