Después del verano tan movido que he tenido, ahora llega el momento de hacerse otros planteamientos. Ni más ni menos que empezar a pensar en uno mismo. Desde los seis años estoy ayudando a cuidar personas, primero hermanos, luego hijos, luego extraños y finalmente más extraños. Siempre pensando en los demás porque antes nos enseñaban que había que hacerlo; el día que enseñaron a pensar en uno mismo seguramente me pilló con la gripe.
Y lo malo de todo es que a pesar de dedicar tu vida a los otros, cuando te haces mayor te das cuenta de que encima lo has hecho mal; porque al final siempre pasa algo que va y lo joroba. No sé si conocéis ese dicho de "quedarse más fresca que una lechuga" o lo que es lo mismo con cara de "gilipollas", cuando habiéndolo dado todo y más de lo que era tu obligación, al final tú has resultado ser la mala. Es como cuando en el colegio pensabas que habías hecho un trabajo fantástico y venía el profesor y le sacaba un montón de errores. Es la misma sensación que esperando una felicitación recibes una bofetada.
Y todo por haber estado con gripe el día que enseñaron a pensar en uno mismo.
Porque sí, primero hay que estar a gusto con uno mismo y luego lo demás sale solo. Pero pasa que a veces los de tu alrededor no te dejan hacerlo, porque cuando no es por A es por B que siempre terminas pringándola. Porque suele pasar que te metes en unos berenjenales que válgame el cielo.
Y digo yo que con la tranquila que podría vivir porque se me complica tanto la vida.
Pues eso, otros planteamientos, pero esta vez no los contaré para que nadie venga a estropearlo.
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