Aunque reconozco que para momentos puntuales son útiles, no soy de la opinión de utilizarlos de manera continua en sustitución de los de papel. Estoy hablando del libro
digital, un artilugio, como tantos otros, que pretende facilitarnos la vida moderna.
Pero me niego a leer un buen libro por este sistema, porque si lo hiciera me perdería todas las satisfacciones que me produce la lectura.
Poder pasar las hojas, el olor del papel, el anotar en los margenes, el acariciarlo después de cerrado y saborear una sensación inigualable. Ninguna de estas cosas me las ofrecería un libro digital, frío por naturaleza. Unido todo esto al incoveniente de leer en una pantalla, sin duda molesto para la vista; a estos artilugios se les acaba la batería justo cuando está más interesante; no huelen a nada, sólo a tecnología.
Esa tecnología tan útil pero tan invasora de sentimientos, a los que arrasa y conduce a quién sabe dónde.
Cuando leo un libro, y leo muchos, el olor del papel y el ruido del paso de las hojas, hacen que me vaya apoderando poco a poco del contenido; me siento como en una enorme biblioteca, cargada de estanterías llenas de libros, empapándome de esas historias mientras las recreo en mi pensamiento.
Siempre me han gustado las bibliotecas, mi asignatura pendiente ha sido trabajar en una de ellas, rodeada de ese olor a libro antiguo. Solo en una ocasión trabajé
en una de ellas, catalogándola de arriba abajo, una tarea que me llenó de satisfacción y con la que aprendí cosas sobre libros que nunca hubiera imaginado.
Por este y otros motivos me niego a leer en un libro digital.
Jaime Balmes decía que en la lectura debían cuidarse dos cosas: escoger bien los libros y leerlos bien. Si viviera en esta época seguro que añadiría "y escoger un ejemplar que no fuera electrónico" Seguro que lo diría.
¡Feliz lectura!