martes, 26 de junio de 2012

Como si no hubiera pasado nada

Alguien me preguntó el otro día ¿cuánto ha pasado desde entonces? Le respondí que acababa de cumplirse el séptimo mes. Siete meses, Dios mío ¡cómo pasa el tiempo! Sí,  la verdad es que pasa rápido, tanto que todavía no han desaparecido  las cicatrices, ni se han borrado los recuerdos que, como decía una vieja canción, se han rebelado poniéndome contra la pared. Todavía no se han apagado los susurros que cada noche se columpian en mis oídos, formando acúfenos de ilusión, que se desvanecen con el alba. Todavía tiembla el suelo al sentir sus pisadas caminar, como caminan en mis sueños hasta que llega la mañana. Todavía se siente el tierno abrazo que cada noche se funde con mi cuerpo y no se despega hasta que se hace de día. Y mientras crecen innumerables todavía, mientras le sigo sintiendo en cada rincón, me lanzo a la vorágine que convierte mis horas en una huida eterna. Me voy al ruido, al movimiento para no escuchar tanto silencio. Camino, corro, nado, entrecavo el huerto, leo, escribo, pienso, paseo, con la única obsesión de no quedarme quieta. 
Es como si no quisiera saber que pasó lo que pasó, es como si soñara con cada movimiento que todo es una pesadilla,  de la que voy a despertar como si no hubiera pasado nada.

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