En la columna de la izquierda escribí una frase hace tiempo que reza así: "Ahí donde estás, donde siempre has estado, y aquí, donde no vas a dejar de estar porque no podrán las lluvias deshacerte".
La persona que me la escribió hace años me la dirigía a mí por otros motivos, pero me pareció que plasmaba muy bien los sentimientos que yo sentía a raíz de la pérdida de José Luís.
Hoy se cumple un año de su pérdida y las lluvias no han podido deshacer su esencia, no han podido deshacer los sentimientos y no han podido deshacer la ausencia, que sigue estando presente, hasta donde puede estar presente la ausencia.
Ausencia del espacio que ocupaba en el sofá, de su sitio en la mesa, de su lado de la cama, de su espacio en el armario, de tantas y tantas otras ausencias que aquel día se volatizaron para siempre, dejando las cenizas en el recuerdo. Cenizas de lo que pudo ser y ya no será. Dice la mitología que el Ave Fénix resurgió de sus cenizas y alzó el vuelo. Cada día de este largo y duro año he deseado que volviera y finalmente he logrado verle alzarse por encima se sus propias cenizas.
Porque se ha elevado hasta donde importan otras cosas, hasta donde lo superfluo no tiene importancia, hasta donde la envidia no existe y el dinero no hace falta.
Durante este año me he preguntado muchas veces si hay algo después de la muerte y me cuesta creer que así sea, pero he deseado con todas las fuerzas poder creer. No sé si hay algo más, pero sí sé que José Luis sigue vivo en mi pensamiento. Quizá sea eso a lo que se refiere la vida eterna, mantener vivos de alguna manera a aquellos que nos han dejado y no podemos dejar de querer.
Pero no son seres que levitan, ni son invisibles, ni hablan por telepatía.Sus cuerpos dejaron de serlo y por ello no necesitan ver, oír, oler,comer, sentir dolor. Pero quizá puedan pensar y hacerse entender de alguna manera, que los que nos quedamos no sabemos apreciar.
Después de un año, cuando miro su fotografía, me digo a mí misma "éste es mi chico" y me da la sensación de que acaba de marcharse, como si los días amargos de todo este año no hubieran calmado la pena. Pero es otro modo de sentir dolor.Ya no tengo rabia. Las ocupaciones que me han mantenido activa, me han producido tanto cansancio que ya no me quedan fuerzas para sentir rabia. Ahora solo queda el vacío, como un inmenso agujero donde aquel 25 de Noviembre nefasto cayeron uno a uno todos los sueños, los mismos sueños que creímos eran el principio del resto de nuestra vida justo una semana antes, el día de nuestra boda. Todavía guardo la rosa que me regaló y cuando la miro, el corazón se me vuelve del revés mientras sigue latiendo por los dos.
A partir de ahora no me queda más remedio que pasar página, aunque yo sé que mi página estará marcada para siempre con una esquina doblada por el dolor, cuyo pliegue no desaparecerá nunca.
Y cuando el recuerdo me duela, me quedará el consuelo de que si me mira de vez en cuando, desde dondequiera que esté, no se imaginará que le iba a echar tanto de menos.
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