Recuerdo la quietud extraña, que me acompañó aquella noche de invierno, cuando sentí un inexplicable regocijo, mezcla de una excitación que rayaba en lo prohibido, con una sensación entre dolorosa y placentera. Me lo habían contado numerosas veces y sin embargo aquel laberinto sin fin me cogió por sorpresa.
Allí se mezclaban todo tipo de recovecos formando una urdimbre tan inimaginable, que estuve a punto de dejarme encantar por los cantos de sirenas, que querían atraparme. Pero conforme iba avanzando y recorriendo aquellas extrañas cuevas multiformes, tuve múltiples sensaciones que, gracias a una alquimia perfecta, terminaron iluminando aquellos instantes dulces como la miel.
Comprendí entonces que debía llegar el primero para conseguir mi objetivo, así que me lancé a una persecución vertiginosa, dejando atrás a cuantos intentaban cerrarme el paso.
Sí, ahora que he llegado al final de mis días, puedo confesar con orgullo que yo fui aquel espermatozoide.
Allí se mezclaban todo tipo de recovecos formando una urdimbre tan inimaginable, que estuve a punto de dejarme encantar por los cantos de sirenas, que querían atraparme. Pero conforme iba avanzando y recorriendo aquellas extrañas cuevas multiformes, tuve múltiples sensaciones que, gracias a una alquimia perfecta, terminaron iluminando aquellos instantes dulces como la miel.
Comprendí entonces que debía llegar el primero para conseguir mi objetivo, así que me lancé a una persecución vertiginosa, dejando atrás a cuantos intentaban cerrarme el paso.
Sí, ahora que he llegado al final de mis días, puedo confesar con orgullo que yo fui aquel espermatozoide.
1 comentario:
Cojonudo ¿se puede decir cojonudo? Me he reído un montón cuando he llegado al final. Tú sí que sabes
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