miércoles, 5 de febrero de 2014

Experiencias que marcan

Se habla mucho sobre la nueva ley del aborto y podemos encontrar  opiniones para todos los gustos e ideologías.No voy a entrar en el debate porque tal como están las cosas más parece que se estén dando palos de ciego en lugar de intentar un diálogo pacífico. 
Hay padres que se han reconocido felices ante la presencia de un hijo con malformaciones, ya porque su religión les ha ayudado a ello, o porque son altamente altruistas. Pero voy a contaros una experiencia que al menos a mí me sirve para este tema. No voy a criticar a nadie por su manera  de pensar, todos somos libres de hacerlo, los que estén a favor del aborto y los que estén en contra. Creo que no se puede ser  tajante y que las opiniones podrán variar según las circunstancias.
Trabajé durante nueve meses en un centro de discapacitados físicos y psíquicos  de Zaragoza y os puedo asegurar que vi allí todo tipo de malformaciones. En algunos de los casos no sé si podría decirse que aquellos seres  eran personas, seguramente lo eran, pero os aseguro que condenar a un ser humano a vivir toda la vida postrado en una cama no es muy humano, valga la redundancia.
 Especialmente me dolía en lo más profundo del alma uno de ellos, un niño con hidrocefalia, que había permanecido en la cama desde que nació, no sabemos si sentía o padecía emociones, eso deberían decirlo los expertos, pero a simple vista no era más que un pedazo de carne, condenado a vivir en la postración desde que nació. Sus padres lo habían abandonado en ese centro y nunca iban a visitarlo. Las trabajadoras que le atendíamos sentíamos un especial cariño por él, pero nos dolía que un ser humano, un niño, estuviera sufriendo esa condena. A veces cuando le hacíamos carantoñas nos parecía que nos entendía, aunque los médicos decían que eran imaginaciones nuestras, que no sentía ni entendía. 
Esto por poner un ejemplo, que podría hablar largo y tendido sobre todo lo que vi los meses que duró mi contrato. Yo me decía a mi misma que ningún ser humano merece vivir de aquella manera, relegado a ser nada más piel y huesos. Yo no podría condenar  a un hijo a semejante sufrimiento, porque vivir como vivían aquellos niños no es vivir. Yo al menos me negaría a que uno de mis hijos viviera relegado a ser solo un trozo de carne. 
Pero la ley del aborto encierra muchas más connotaciones y no pretendo hacer una tesina sobre el tema, lo que sí voy a decir es que el  gobierno debería dejar que cada mujer decidiera en este aspecto con la libertad que todas merecemos. 

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