los pollos de la seguridad social |
Lo peor que te puede pasar si te hospitalizan es que encima te prescriban comida sin sal. Ya de por si la comida de los hospitales no es nada apetitosa y no digo que los cocineros no se esmeren y la hagan sin cariño, que, posiblemente, cariño le ponen mucho, pero el presupuesto manda lo que manda y la mayoría de las veces los resultados dejan mucho que desear.
Hablo de esos filetes de pechuga de pollo empanados, echos en freidora, que se retuercen en un contorsionismo brutal hasta formar unas figuras surrealistas de comida reseca, que no toleran ni los paladares menos exigentes. Hablo de esa verdura sin espíritu que, sea la que sea, sabe toda a lo mismo, a hierba con agua. Me refiero a esos estofados con zanahoria de carne jasca inmasticable, que se te queda entre los dientes, a esos purés insípidos, que como lavativas funcionarían divinamente, a esas tortillas francesas que, como suelas de zapato, hacen ruido cuando las golpeas contra el plato.
Precisamente cuando alguien está enfermo necesita comer primero por la vista, para que le apetezcan los menús, y necesita que la comida esté mínimamente apetitosa, pero estos detalles los ignoran en todos los hospitales, olvidando que la buena alimentación del enfermo contribuye a su recuperación, como las mismas medicinas.
Nuestros antepasados acostumbraban a decir que el que come escapa, se referían a escapar de una muerte segura, pero claro seguro que no conocían los menús sin estrella de los hospitales. Es verdad que no hay que exigir mucho con respecto a este tema ya que la seguridad social española es de las mejores, y no podemos quejarnos, la verdad, pero en cuestión de alimentación, tiene que aprender todavía una lección: que cuando uno está enfermo necesita que le den de comer algo con "más cariño" que si es así, seguro que se recupera antes. Estoy convencida que muchas estancias hospitalarias se acortarían si hubiera una preocupación real por la cantidad y calidad de las comidas que pasa a través del paladar de los pacientes, y digo cantidad porque muchos pasan por el aire sin probar bocado, sin que nadie, me refiero al personal sanitario, se dé cuenta. Es verdad que después de cada comida pasa la auxiliar preguntando cuánto has comido, pero para cuando eso sucede las bandejas ya están fuera de la habitación, con lo cual puedes decirle un día tras otro que te lo has comido todo , cuando la verdad esque has devuelto la bandeja tal cual y sin tocar, a la cocina.
La variedad de los platos es impresionante, cada día los pacientes eligen entre tres primeros y tres segundos platos, tanto para comer como para cenar; pero la opción que no se escapa ningún día de la lista de menús es el pollo. Bien es sabido que el pollo es una de las carnes mejores a todos los niveles alimenticios, pero ¡pollo a todas horas es una barbaridad!. He sacado la cuenta y el pollo forma parte por lo menos, y calculando a ojo, del ochetenta por ciento de los segundos platos. Uno de los días las opciones de segundo plato eran para comer, pollo asado, pollo a la chilindrón (que de chilindrón nada), una tercera opción que no recuerdo y lo más curioso fue que para cenar una de las opciones de ese mismo día era pechuga empanada, las otras dos eran mero (un mero un poco raro por cierto) al vapor y mero a la plancha (¡qué variedad!).
En fin que mejor no ponerse malo y tener que pasar por el hospital, porque no hace falta tener un paladar muy fino para que te eche para atrás la comida, y eso, aunque no vengas de los Siete Pares de Francia. Además todo enfermo tiene derecho a comer caliente, cosa que tampoco ocurre, porque a lo que llega la comida a la habitación, está cual témpano de hielo, sólo se salvan los caldos que al ir herméticos se mantienen calientes, pero el resto de los restos y demás platos, se quedan más fríos que los piés de la tía Benita cuando era cadáver. ¡Ah! ¡qué hay un microondas en la planta! Es verdad, pero ¿Qué enfermo tiene ganas de andar por los pasillos con los platos de la comida para llegar hasta el microondas y calentar la comida?...
Eso sí, como estamos gente para todo, tengo que decir que he encontrado a un paciente, compañero de habitación de J.L. que se lo comía todo y hasta le sabía bueno, no porque la comida estuviera buena en sí, sino porque era de los que piensan que comiendo escapas......
Por el bienestar de nuestros enfermos esperemos que en sus estancias hospitalarias mejoren.....los menús....