Hoy celebramos, además del día de San José, el día del padre. Seguro que todos conocemos cientos de padres, bonísimos, buenos, regulares, malos o malísimos. Nadie debe juzgar a un padre, porque incluso en el peor de los casos, seguro que ha intentado hacerlo lo mejor posible. No sabemos lo difícil que es ser padre hasta que nos toca pasar por el aro. Tampoco son iguales todas las circunstancias en las que se desarrollan las paternidades. Hay algunas especialmente difíciles, que por azares de la vida dificultan el poder ser un padre diez.
Yo me quiero dirigir desde aquí, a todos esos padres que atraviesan dificultades y por ello ven enturbiada la relación con sus hijos, y que sin embargo siguen luchando por ellos. A todos esos padres que no pueden estar con sus hijos todo lo que querrían. A todos aquellos que a pesar de pasar pocas horas con sus hijos, las llenan de una intensidad magnífica, supliendo así otras carencias.
También quiero dirigirme a todos aquellos padres que piensan que no lo han hecho bien, seguro que no lo han hecho tan mal como creen. A todos aquellos que a pesar de sus imperfecciones han sabido pedir perdón. A todos los que han sido justos con sus hijos, y a los que no lo han sido aunque sin pretenderlo. A todos los que han apoyado a su prole, en las duras y en las maduras.
Cuando somos pequeños vemos a nuestro padre como un dios, un ser perfecto; cuando crecemos comienza a caerse el mito y le vemos como un humano; al convertirnos en padres, le entendemos perdonando sus errores y valorando su esfuerzo.
Felicidades a todos los padres en su día, para que sepan mantener la llama encendida, sin olvidar nunca que siempre serán padres, a pesar de las dificultades y de los altibajos de la vida. Para que no olviden nunca que un hijo es lo mejor que les ha pasado.
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