Hace tiempo que no salíamos de aventura y ya nos tocaba, así que sin pensarlo demasiado decidimos ir al circo de Gavarnie.De las dos rutas, que hay desde Biescas, teníamos que coger la más difícil, el Col d´Aubisque.
Así que salimos, no demasiado temprano, a las 11,30 de la mañana y nos encaminamos hacia el Portalet, al terminar el descenso tomamos una carretera secundaria o terciaria, justo antes de llegar a Laruns, que nos llevaría hasta la cima del Col d´Aubisque, un sitio maravilloso, con unas vistas impresionantes, que recomendamos visitar. Eso sí, hacía algo de fresquillo, una brisilla pirenaica lo envolvía todo, como un cruel aviso de la cercanía de la nieve y el frío. Serían más o menos las 13,30 horas, cuando emprendimos el descenso hacia Gavarnie, situado a unos 70 kilómetros del Col, por unas carreteras terciarias, sin apenas señalizar, de pura y dura montaña. A eso de las 15 horas, después de haber cotilleado un poco por el pueblo de Gavarnie, nos dirigimos al Circo, donde se encuentra la Gran cascada. Un paseo de unos 45 minutos, donde la tranquilidad del bosque y el monte se hace suma, y donde recrear los sentidos, es una misión obligada, para quienes visitan el lugar.
El circo, como todos los circos, impresionante (aunque me quedo con el de Pineta, al otro lado del Pirineo, o sea el nuestro)con una cascada enorme de 400 metros de caída, rodeada por decenas de cascadas más pequeñas.
Hasta aquí todo bien, pero al regresar del paseo, a eso de las 16,30, nos encontramos con todos los restaurantes, no cerrados pero casi, sólo servían cosas dulces, tartas,pasteles, etc (qué lamineros son los franceses). En definitiva, nos quedamos sin poder comer ni un mísero bocadillo. Ya de regreso encontramos un super en otro pueblo y nos pudimos comprar pan y embutido para comer-merendar.
A las 19 pasadas volvimos a dirigirnos al Col d´Aubisque, que nos había gustado tanto, que queríamos verlo de noche, porque con la niebla que había se hizo de noche enseguida. La niebla, algo con lo que no contábamos. Por alguna extraña razón no había circulación por esta carretera. Pero menos mal que podíamos guiarnos por la raya central de la carretera, la única que había, y rodando por encima de la rayita seguimos ruta. Hasta aquí todo casi bien, a no ser porque en un tramo dado de dicha carretera, la rayita desapareció, envuelta por la niebla más espesa que hayas podido imaginar. De modo que sin raya guía, no podíamos seguir adelante. Para quienes no conozcan esta zona, había precipicios a ambos lados de la carretera.
Yo no estaba dispuesta a pernoctar en lugar tan frío, así que bajé del coche, me puse el impermeable y dirigiéndome al centro de lo que se supone que era la carretera, busqué la rayita en ciernes, que hallé enseguida, después de soplar un poco la niebla (esto es broma). La única solución era caminar por encima de la raya, para que J.L. que me seguía de cerca dentro del coche, pudiera tener una referencia y no marchar directo al precipicio. Después de unos minutos la niebla se hizo más fina y de nuevo dejaba ver la raya, así que subí al coche y china chana terminamos la subida al Col. Pero lo malo es que había que bajar por el otro lado, así, que más de lo mismo, hasta que la niebla despareció unos metros más abajo.
Yo me preguntaba todo el rato por qué no habíamos tomado la otra ruta, menos
1 comentario:
¡Qué envidia me das!
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