sábado, 25 de febrero de 2012

Hace tres meses

Hoy hace un día espectacular, el termómetro de la terraza marca 14º y los gorriones revolotean alrededor de las  migajas que, como todas las mañanas, les he colocado en un rincón. Seguramente, como vengo haciendo hace tiempo, saldré a darme un paseo por los alrededores y disfrutaré del sol y la naturaleza de este día tan primaveral, aunque sea Febrero.
En días como hoy él hacía la vida en la terraza y no he podido menos que recordarlo, a tres meses justos del día que nos dejó para siempre. He estado pensando y dando mil vueltas a la cabeza sobre todo tipo de cosas, quizá haya llegado el momento de tomar decisiones y de pensar qué hacer con la vida de una. Por un lado me dan ganas de salir corriendo, pero por otro, las hondas raíces que tengo puestas en este lugar me impiden hacerlo. Aquí tengo lo que me queda de él, los recuerdos, las sensaciones. Aquí tengo lo que compartimos,  que ahora se ha vuelto soledad. Los caminos de los alrededores saben bien de qué hablo, porque cada día son testigos mudos de mi rabia. 
Hace tres meses y un día todavía teníamos esperanza, que se truncó en un instante, cuando el médico que estaba de guardia aquella noche nefasta me anunció lo inevitable. Él, ajeno a tono, seguía luchando en su inconsciencia sabiendo tal vez que se moría, pero peleando contra lo inevitable, porque quería vivir en la burbuja que estaba inventando para nosotros, burbuja donde habito ahora yo sola, donde nunca podré saber qué hubiera sido del resto de mi vida junto a él.

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