miércoles, 6 de mayo de 2020

Esperando el retorno de la libertad. Reflexiones de una cabra loca.

                            La vida continua mientras seguimos esperando test que funcionen y ocurran otras cosas de las que nadie habla ya. No sé si os habréis dado cuenta de que ya nadie pregunta dónde andan los famosos test que compró el gobierno y por dos veces llegaron defectuosos; y me consta que en alguna parte se están utilizando a pesar de que no son nada fiables. Y mientras la vida sigue, hemos empezado a pasear en horario restringido, eso sí, bueno, a pasear y a correr porque teníamos tantas ganas, que todos nos hemos lanzado a la calle, como si no hubiera un mañana. Los que acostumbrábamos a hacer marcha antes de que todo esto empezara, hemos comenzado con la rutina kilométrica y hemos podido observar la cantidad de personas que hay paseando por los caminos y que nunca las habíamos visto por allí. Porque sí, todo el mundo se ha vuelto deportista de repente. Lo que suele ocurrir cuando llevas mucho tiempo encerrado, que cuando te sueltan te faltan metros para correr. 
       Éste es un pueblo de casi 6000 habitantes con los que raramente coincides, sobre todo por la tarde, en circunstancias normales. Ahora con la famosa  mal dicha desescalada y la salida paulatina a la calle, aunque es en diferentes horarios, te encuentras  mucha gente vayas por donde vayas. Digo yo, que si se desconfinara el pueblo, seguro que había por la calle mucha menos gente y mucha menos haciendo deporte. Seguro.

       Y mientras pasa la vida, seguimos esperando que nos dejen pasar a la siguiente fase para poder movernos con más libertad y para recobrar la vida que teníamos antes. Yo estoy deseando que llegue la fase dos, en la que ya se podrá pescar y mi hijo dejará de darme el tostón con  que si fijate que rollo que no se puede pescar, pues qué más les daba a ellos si en la playa se puede guardar la seguridad, que si se está pasando la temporada, que si me he perdido los concursos. Hijos. Y es que la pesca es su vida. Eso sí, ya le he dicho esta vez que los pescados se los limpiará él, que estoy hasta el moño de limpiar peces.

     Y mientras pasan los días nos seguimos preguntando si conseguiremos erradicar el virus o por lo menos debilitarlo para que no sea peligroso. Porque del origen ya no hablamos, todos damos por hecho que se originó en China y que puso los pies en polvorosa expandiéndose por todo el mundo. Y mientras tanto esperamos el momento de pedir cuentas; porque, digo yo, una molécula necesita de la mano humana para escaparse y mucha irresponsabilidad para dejar que se extienda; y bastante insensatez para no prepararse ante lo que se venía encima siendo que veíamos lo que estaba provocando  en otros lugares. Todo esto por no hablar del ilustre gobierno que nos ha caído en suerte y que a base de dar palos de ciego unas  veces ha acertado y otras no, más veces no que sí. Por eso las CCAA quieren gestionar lo que queda de coronavirus, porque , aunque no lo dicen claro, ya no se fían de un gobierno al que le puede más las ansias de poder que las ganas de trabajar por y para los españoles, aunque no lo reconozcan. 
       Mientras esperamos que todo acabe, soñamos con el día en que volveremos a ser libres en la famosa nueva realidad, y esperemos que en esa realidad nos devuelvan lo que nos quitaron, quienes no supieron gestionar la crisis sino prohibiendo  las libertades más fundamentales del ser humano, incluida la libertad de expresión. Pero de ella hablaré otro día. 
     Por estas cosas y otras muchas que comentaré otro día desde ahora mismo me declaro sofiista para seguir siendo yo misma, le pese a quien le pese. 
       
       

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