viernes, 26 de octubre de 2007

La Carta (relato)



La mirada ausente de Iván y su postura sobrecogida explicaban con exactitud el momento por el que estaba atravesando. Aquella carta, que guardaba apretujada entre las manos, le había impresionado de tal manera que no podía contener el sollozo, que le salía desde lo mas profundo de su corazón.
Se preguntaba una y mil veces por qué no había conocido antes la existencia de aquella carta; que de ser así su comportamiento hubiera sido muy distinto. Ahora, que la había leído y releído hasta la saciedad, era demasiado tarde. Tarde para enmendar tantos errores injustificados, para pedir tantas disculpas, para dar tantos abrazos. La persona que la había escrito, había fallecido hacía unos meses sin tener la oportunidad de entregársela. Y ahora, reuniendo fuerzas para recoger sus pertenencias, se había dirigido a la casa, en la que vivió algunos años, encontrando aquel mensaje encima de una de las mesitas de noche.

En el primer momento no podía salir de su asombro y aunque pensó que quizá se trataba de una carta de despedida, conforme iba leyendo se iba dando cuenta de que no era así, aquella carta había sido escrita mucho antes de su fallecimiento. Por el encabezamiento no cabía duda de que iba dirigida a él.

"Querido Iván:
El paso de los años nos ha distanciado, aunque no físicamente, si en lo mas interno de nuestros corazones. Es posible que no hayas logrado asimilar mi comportamiento y las decisiones que me vi obligada a tomar hace tiempo. De repente un día me di cuenta de que las alegres sonrisas de niño se habían transformado en ti en huraños comportamientos que no acababa de entender. Cada día me preguntaba por la causa de tus acciones, pero no lograba saber en qué momento exacto habían comenzado. Es posible que se fueran fraguando poco a poco sin que ni tú ni yo nos diéramos cuenta, hasta que el proceso estuvo muy avanzado.
Dejaste de abrazarte a mi cuello con la frecuencia que solías hacerlo, hasta que un día descubrí que esos abrazos habían desaparecido por completo. No quiero que pienses que te lo reprocho porque yo tampoco estaba exenta de culpa. En aquellos momentos estaba atravesando el peor momento de mi vida y tú eras todavía pequeño para entenderlo. Por ello también me volví una mujer seria y triste, porque el agobio de los problemas que teníamos no me dejaba ni un atisbo de tranquilidad. Te veía crecer y conforme pasaba el tiempo me daba cuenta de que te me estabas yendo de las manos.


Y aunque entendía que también era difícil para no me resignaba a creer, que no eras capaz de prestarme un poco de apoyo. Pero un día comprendí que no hubieras podido hacerlo, aunque hubieras querido, porque en aquellos días caminabas por la cuerda floja debido a tu comportamiento y a las malas compañías, con las que solías compartir la mayor parte de tu tiempo.
Aquellos abrazos que me dabas de pequeño se volvieron puñaladas en el corazón y bofetadas en el alma. Pero ahora, que ha pasado el tiempo, es posible que no recuerdes todo aquello; y eso será buena señal; porque querrá decir que no sentías lo que me decías. Yo siempre pensé que era así.
Ha pasado mucho tiempo desde aquello y las dificultades que rodeaban tu vida han desaparecido. Has luchado por salir adelante y estoy orgullosa de . Y aunque pasaste días amargos, quedan lejos ya; por fin comienza a salir el sol en nuestras vidas. Por eso quisiera decirte ahora, que todos estamos mas relajados y felices, todas aquellas cosas que no te dije de niño.
Muchas noches, cuando dormías, entraba en tu habitación para ver la expresión de tu carita inocente y feliz. Me preguntaba qué clase de sueños tendrías porque si tu imaginación era grande de día, no me hacía una idea de cómo sería de noche. Pero seguro que soñabas con dinosaurios, porque ¿sabes una cosa? te encantaban. Los tenías de todos los tamaños. Seguro que soñabas con cochecitos, que se contaban por cientos esparcidos por toda la casa. Seguro que soñabas con un mundo mejor, que yo no te podía dar en aquella época; luego te besaba en la mejilla, te acariciaba y te arropaba con ternura.

Yo no era una mujer cariñosa y he pensado muy a menudo, que debería haberte besado en muchas más ocasiones. Que debería haberte dicho lo mucho que te quería, lo orgullosa que estaba de . Pero me callaba, porque el peso de los problemas se me había apoderado y el cansancio de la lucha cotidiana, había hecho estragos en mí.

Por eso ahora, que la vida se me escapa de las manos, no quiero irme sin haberte dicho antes tantas cosas que no te dije. No recuerdo haberte dicho nunca lo mucho que te quiero, que eres una gran persona, que tu fortaleza ha vencido las dificultades y que estoy muy orgullosa de . Que eres un luchador y que por ello triunfarás en lo que te propongas. Que he olvidado esos malos momentos que atravesamos, porque las ilusiones que ahora nos rodean nos han devuelto la alegría de vivir. Gracias por seguir adelante, por no desfallecer nunca y por tener esperanza en la vida. Yo nunca perdí la esperanza de que sería así ¿sabes por qué?. Porque tienes un corazón grande y unos sentimientos profundos que acabarían conduciéndote por el buen camino.
Ha salido el sol en nuestras vidas y ese pasado tan amargo queda lejos, enterrado en lo mas profundo de algún lugar. Gracias, hijo mío, por haber llegado hasta aquí. Gracias por conseguir ser feliz. Gracias por todo lo que has logrado. Gracias por haberme guardado un rincón en tu corazón.

Espero que algún día leas esta carta y cuando ese día llegue no quiero que pienses que ha sido demasiado tarde. Yo siempre confié en ti y supe lo mucho que me querías. Y con la misma seguridad creo que me has querido siempre con todo tu corazón. Recibe con esta carta todos los besos que no te dí, todos los abrazos que debí darte y, como siempre, todo el cariño de mi corazón.
Tu madre."


Los ojos de Iván estaban arrasados por las lágrimas y, como ella le había pedido en aquella carta, no quería pensar que era demasiado tarde. En el fondo de su corazón se sentía muy feliz y sabía que su madre tenía razón. Y como si su infancia pasará ante sus ojos, recordó todas aquellas cosas que acababa de leer en la carta. Y de una manera especial aquel sueño que tenía muchas noches, cuando veía a su madre entrar en la habitación y mirarle durante mucho rato, cuando ella le besaba en la mejilla y le acariciaba dulcemente, arropándole después. Cuántas veces al despertar por la mañana se preguntaba qué pensamientos pasarían por la cabeza de su madre, cuando en sus sueños le miraba tan fijamente.
Aquella carta le estaba dando la respuesta.
Y era verdad que soñaba con dinosaurios y cochecitos de todas las clases. Era verdad que soñaba con un mundo mejor.
Había quedado impresionado por la lectura de la carta y decidió que volvería otro día para recoger la casa, cerró con cuidado la puerta de la habitación, de pronto le pareció que algo de su madre descansaba en su interior; salió de la casa y mientras bajaba las escaleras iba dando vueltas a todo que había leído y se sentía feliz. Era verdad que había salido adelante, aunque hubo un momento en su vida que pensó que no lo lograría. Pero había habido algo que le había dado fuerzas. Muy a menudo cuando se metía por derroteros poco recomendables su madre le decía "tienes que salir de ahí, hijo mío"
Aquellas palabras le habían hecho eco en su interior durante toda su vida porque eran algo mas que palabras, en aquella frase él estaba escuchando a su madre decirle lo mucho que lo quería y lo orgullosa que estaba de él. Era curioso, pero todas las veces lo había sentido así. Entonces comprendió que su madre le había dado mas besos y mas abrazos de los que ella misma pensaba.
Y ahora que sabía que era verdad y no un sueño que ella le visitaba cada noche, comprendió que quizá aquel detalle de su infancia, era el que le había salvado la vida.

Sofía Campo Diví



1 comentario:

Anónimo dijo...

Bien, Sofi.
Las madres son siempre muy especiales, aun en los silencios dicen todo, con un beso limpian tu mente de los problemas y con una mirada extraen de tí toda la información oculta bajo tu propia piel.