Hace unas semanas, despues de decidir que íbamos a casarnos, comenzamos los trámites de la boda y firmamos la solicitud en el Ayuntamiento. Hasta aquí nada fuera de lo normal, si no fuera porque JL, sabedor de que tardaría bastante en salir del hospital, quiso pedir unas horas de permiso para subir a Biescas y firmar dicha solicitud. Yo había subido a Biescas la víspera para recoger algo de ropa y pensaba bajar al día siguiente, pero cual no sería mi asombro al llamarle por la mañana a la habitación y responderme un familiar de su compañero de cuarto, diciéndome que JL había pedido permiso para hacer un trámite y que regresaría a las tres de la tarde. A continuación le llamé al móvil y me dijo que estaba en la estación de autobuses de Huesca sacando el billete.
Hacía un día horrible, de lluvia y viento, por lo que decidí bajar a buscarle a Sabiñánigo en compañía de uno de nuestros amigos. Cuando bajó del autobús, después de reprocharle lo inconsciente que era, le coloqué la cazadora y nos subimos para Biescas. Fuimos directamente al Ayuntamiento para firmar la solicitud y sin perder más tiempo nos dirigimos a casa. Caía una tremenda lluvia y nos calamos hasta los huesos a pesar de que llevábamos paraguas. Al pasar por La Bernarda, quiso entrar. Al principio me negué porque estábamos muy mojados y temía una recaída, pero con unas palabras "solo unos minutitos, venga" me convenció. Recorrió la taberna con una mirada y disfrutó de ese momento. No sabía que le quedaba tan poca vida, pero la naturaleza que es sabia probablemente sí y sabedora de que era la última vez, le hizo disfrutar intensamente. Ahora me alegra haberle dejado entrar en su querida taberna aquel día.
Luego fuimos a casa y, mientras llegaba el taxi que nos devolvería a Huesca, nos cambiamos de ropa. También fue aquella la última vez que vio su casa, sus cosas, su terraza, su querida terraza donde hemos pasado tan buenos momentos, disfrutando de un sol maravilloso y reconfortante; una terraza que tan pronto era solarium, como un improvisado despacho, un comedor, una barbacoa.....una terraza donde tantas noches hemos estado mirando las estrellas disfrutando de cada instante.
Hace unos días se agravó su estado y lo bajaron a la UCI con un coma profundo, del que habían dicho los médicos que so saldría, pero de repente un día despertó y me pidió que fuera al juzgado para poder casarnos inmediatamente. Al día siguiente nos casamos en artículo mortis, con la esperanza de poderlo celebrar algún día. Planeamos un viaje incluso y todo tipo de detalles, como en cualquier boda. Apenas habían pasado unos segundos desde que se habían marchado los del juzgado, cuando me dijo "prueba conseguida". Los que le conocen bien saben que ésta era una frase muy suya. Luego me dio las gracias por haberme encargado de todo. Cual no sería mi sorpresa cuando de repente me pidió que me apartara y se puso a cuchichear con la enfermera. Bromeando le dije "acabamos de casarnos y ¿ya me pones los cuernos?". Todos reímos. Minutos más tarde, la enfermera regresó y noté cómo le daba algo a escondidas. Era una rosa, una bonita rosa, que como me dijo era en prueba de su amor hacia mí, un amor que me ha demostrado constantemente y que ha sido correspondido hasta el infinito, como él, yo y cuantos nos conocen, saben.
Os cuento esto, para que sepáis lo buena persona que era JL, porque alguien que, en medio de la gravedad en que estaba, es capaz de pensar en su chica y hacerle un regalo, el mejor regalo, es que es un ser maravilloso. A mí me lo demostró en miles de ocasiones y por eso puedo decir ahora que a su lado he pasado los mejores años de mi vida.
Luego regresamos al hospital, de donde no ha vuelto a salir y donde ha seguido planeando proyectos, que nunca llevará a cabo. Pero de esto hablaré otro día.
Quiero aprovechar, porque era voluntad suya, en agradecer al Ayuntamiento de Biescas, especialmente a Luis Estaún, lo bien que se han portado con nosotros y el cariño que nos han dispensado en estos momentos tan difíciles.