Han pasado siete días desde que José Luis nos dejó y ha llegado el momento, como él querría, de asumir la ausencia y seguir camino adelante. Pero quiero escribir las últimas palabras y, aunque seguro que no le harán justicia, mantenerlas en este blog como un recuerdo eterno a su memoria.
El día que nos presentaron ninguno de los dos imaginábamos que la nuestra sería una relación tan entrañable como profunda, que cambiaría nuestras vidas, hasta el punto de querer compartirlas en todo momento.
Y así ha sido, en todo momento, juntos, en las penas y en las alegrías, en la salud y en la enfermedad, como todos sabéis en estos últimos momentos sobre todo en la enfermedad, porque nunca hasta estos últimos meses dos personas han estado tan juntas y compenetradas, hasta que la muerte nos ha separado, aunque solo físicamente. Durante las últimas horas, le cogí la mano, como se la había cogido en tantas ocasiones desde que cayó enfermo. “Dame la manica y dame besicos” me decía, “dame muchos besicos” y se los daba tantas veces como quería. Otras veces me decía, mirando al Cerro de S.Jorge desde su habitación, “tienes que subir al Cerro y darte un paseo para desconectar de tanto hospital” y yo le decía “no te preocupes, que ya subiremos juntos cuando estés bien, que no me apetece subir sola” Y la cosa quedaba allí.
Pero cuando lo bajaron a la UCI en su último agravamiento, tenía tanto tiempo entre visita y visita, que decidí subir al Cerro y desde allí vi su habitación y haciéndome consciente de su gravedad comencé a llorar sabiendo, que quizá nunca subiríamos juntos. Luego mejoró y con la esperanza de que saliera adelante olvidé las lágrimas, hasta que desgraciadamente unos días más tarde comprobé, para mi desesperación, que aquellas lágrimas no habían sido derramadas en balde.
¡Qué puedo decir de José Luis que no sepamos ya quienes le conocíamos! Que se aferró a la vida hasta el último momento, que luchó por conseguirla hasta donde no podemos imaginar, que merecía vivir porque se lo había ganado a pulso. Qué puedo decir que le haga justicia, si no hay palabras que sepan expresar su valía como persona y como hombre.
Querido por todos sabía hacerse querer con la peculiar manera y el cariño espontáneo con que trataba a la gente. Estoy segura de que siempre será recordado por el carisma que imprimía a todos sus actos y por su personalidad bondadosa, incapaz de hacer daño, conciliador, sensible, tremendamente sensible, porque de otro modo no hubiera podido llegar a ser tan buena persona.
Hasta el último momento estuvo planeando proyectos para el futuro, quería que viajásemos a Egipto de luna de miel, preparaba ya unas vacaciones para cuando se recuperara del trasplante, de un trasplante que estaba muy cerca y al que no ha podido llegar, porque la fatalidad del destino le tenía preparados otros planes, planes que no estaban en su cabeza ni en la de nadie, pero que en definitiva son los que le han privado de seguir haciendo realidad sus sueños.
Porque José Luis cada día se despertaba con nuevos sueños, nuevas ilusiones. Pero sobre todo soñaba con nuestro futuro, el suyo y el mío, un futuro juntos que ya no tendremos, al menos como él lo había planeado con pelos y señales, pero aunque será difícil seguir viviendo en soledad, la certeza de que él sigue a nuestro lado, a mi lado me dará la fuerza que necesito para seguir con mi vida.
He encontrado en un bloc, que me hizo llevarle al hospital, unos folios con todos sus planes anotados con todo detalle, leyendo esas hojas me he dado cuenta de que hasta el último instante ha estado pensando en los demás y sobre todo en mí. Solo espero honrar su memoria intentando hacer realidad alguno de esos proyectos.
El resto de las cosas que me vienen a la cabeza ya no son para escribirlas en este espacio, quiero que queden entre él y yo, como algo valioso y duradero, que nos mantenga unidos para el resto de mi vida.
Descansa en paz, José Luis, algún día volveremos a vernos.