Me parecía imposible que tan solo me hubieran dado tres semanas para preparar una obra de tal envergadura y ni siquiera había agrupado a todos los actores que intervendrían. Con la preocupación que la ocasión merecía, me dirigí a la agencia para continuar con la selección de los personajes.
Recorría mi despacho de un lado a otro, como intentando acelerar el hallazgo de la protagonista principal, pero todo era en vano. Al otro lado de la sala un grupo de personas, candidatas al puesto, esperaban con el deseo de ser las elegidas. Casi podía escuchar sus comentarios, sus incertidumbres, sus esperanzas. Me parecía curioso, todas aquellas personas se creían capaces de conseguir el puesto en la obra y yo, al otro lado de la sala, en mi despacho, me sentía incapaz de optar por cualquiera de ellas.
La que no era demasiado alta, era demasiado delgada, o tenía un tic, o no sabía expresarse. En fin que cada una de aquellas chicas tenía algún defecto que me hacía imposible su elección. Después de largas horas de entrevistas llegué a sentir que nunca daría con el personaje adecuado y decidí darme un respiro. Me había hecho demasiadas preguntas aquella mañana, quizá era demasiado exigente. La cuestión era que al final de aquel día ya sólo me quedarían dos semanas y seis días para estrenar el evento y yo seguía sin protagonista.
Debía estrenar en tres semanas o perdería el contrato con la Warperti. No podía creer que en toda la ciudad no hubiera una persona idónea para el puesto. Tomé un bocado en la cafetería más cercana y regresé a mi despacho. De nuevo un grupo de personas me esperaban impacientes y de nuevo se me echó la tarde encima sin que encontrara a mi protagonista. Cuando terminé de hablar con todas aquellas candidatas, me preparé para irme a casa, con el desaliento y la derrota dibujada en mi rostro.
Me disponía a salir del ascensor cuando vi que entraba en el hall una muchacha de unos diecinueve años, de complexión media, de pelo rubio claro ceniza, ojos azul grisáceos, de ademanes graciosos y desenvueltos, hablando con desparpajo y seguridad. La miré con el descaro de mi impaciencia, esperando que ocurriera un milagro. Se acercó hacia mí, no había más personas en aquel vestíbulo, y me preguntó por la agencia Warperti. ¡No me lo podía creer! Cuando salí de mi asombro y pude reaccionar escuché que me decía que se dirigía a una selección para un papel en una obra. Se había retrasado por su trabajo y creía que ya no llegaba a tiempo. No pude menos que responder que llegaba justo a tiempo. Me presenté y sin más comentario le dije que el puesto era suyo, que tenía todo lo necesario para desempeñar con éxito el papel de protagonista de mi obra. Aceptó y en ese instante nos pusimos manos a la obra.
Había sido un día duro pero al final podía regresar tranquilo a casa. Ya tenía mi protagonista, lo demás era cuestión de trabajo. Sería duro pero estaba seguro de que la obra sería un éxito. Y así fue. Estrenamos tres semanas después con un éxito apoteósico. La chica lo valía. Por eso desde entonces cuando necesito personajes para mis obras ya no me quedo encerrado en mi despacho, salgo a la calle, observo, miro, escucho y elijo a mis personajes, porque cuando menos lo esperas encuentras lo que buscas.
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