Ha comenzado a hablarse en la prensa hace unos días de algunas de las consecuencias de la nueva ley antitabaco, mejor dicho, de la antigua ley antitabaco, repasada, ampliada y convertida así en un bodrio.
Y entre estas consecuencias, ya se comienza a hablar del ruido, que los fumadores originan al hablar o gritar en la calle, donde irremediablemente deben salir a fumar.
Pero no voy a hablar del ruido, sino de otro tipo de molestias originadas, como consecuencia del cumplimiento de esta ley anticonstitucional. Me refiero a la presencia de esos seres maravillosos en bares y cafeterías, llamados niños. Y la cosa no sería negativa si esos seres maravillosos, se comportaran como deben hacerlo. Pero causualmente, la mayoría de ellos tienen poca consciencia, de lo que es el respeto a los demás, el respeto al mobiliario, a los servilleteros o palilleros, o incluso, el respeto al contenedor del gel situado junto al lavabo de los excusados.
Y es que, desde que ha comenzado el cumplimiento de esta ley, el gel dura menos, porque es derramado continuamente, al arbitrio del capricho de alguno de estos seres, las servilletas son utilizadas para todo tipo de uso, excepto para el que fueron fabricadas, tan pronto son convertidas en pequeñas bolitas, lanzadas a diestro y siniestro, como colocadas como tejadillo de los vasos y descuartizadas sin ningún miramiento, o salpimentadas por la calle en los alrededores de los bares. Las mesas y sillas de los establecimientos, son convertidas a menudo en trenes a lo largo de los bares, descolocadas de sus sitios y olvidando el fin para el que fueron creadas, servir de asiento para los clientes. Y los palilleros, no olvidemos los palilleros, que son masacrados cruelmente, y utilizados para todo tipo de experimentos. No olvidemos tampoco esas molestas carreras de los seres diminutos, correteando por todo, entrando por una puerta y saliendo por la otra.
Pues sí, son consecuencias de la ley antitabaco, otras consecuencias no menos importantes a tener en cuenta. Los padres están contentos, porque pueden entrar a los bares con sus hijos y así lo manifiestan repetidas veces, pero algunos no se dan cuenta de que sus hijos son tan molestos o más para la salud psíquica de las personas, que el mismo humo de los cigarros. Porque la gente adulta va a los bares para relajarse y disfrutar del descanso y resulta que, como alguien no eduque a esos chiquillos, ni descanso ni nada de nada, en su lugar torbellinos corriendo y gritando y destrozando servilletas y palillos, que por cierto valen un montón.
Tampoco olvidemos otra de las consecuencias que han convertido en algunos momentos los bares, en bares guarderías, donde los padres salen a fumar a la calle, mientras los niños se quedan dentro organizando la marimorena.
Yo sigo pensando que los bares son centros de ocio para adultos, y que los niños se aburren soberanamente en ellos (de ahí su afán por destruir servilletas, palilleros y todo cuanto se les pone delante), que mejor estarían en los parques e igual de sanos, porque en los parques infantiles tampoco se puede fumar y seguro que disfrutan más.
El humo, ya lo dije en su día, no es lo único que puede afectar la salud del niño. En los bares hay adultos, con conversaciones adultas y comportamientos que no siempre deberían ver los niños, porque es posible que no los entendieran.
Así que, señores padres, si de verdad les importa la salud de sus hijos, llévenlos a un parque y ellos se lo agradecerán. Seguro que sí. Y si entran a los bares con ellos, bajo su responsabilidad por supuesto, explíquenles para qué sirven las servilletas, los palillos y el gel del cuarto de baño, enséñenles que el mobiliario no debe moverse de su sitio y que, por encima de todo, hay que respetar al prójimo, no molestando a la clientela.
Que ya perdemos clientes por culpa de la ley, no los perdamos también por culpa de esos seres diminutos, que se llaman niños, que han proliferado por los establecimientos, desde que se ha puesto en marcha la ley antitabaco.
También diré que no todos los niños se comportan así, hay algunas excepciones, niños que se portan maravillosamente.