Ayer por fin pude plantar un rosal en la tumba de mi madre, en Jaca, que hace tiempo que tenía esa ilusión. Ahora a esperar que crezca, sin que los "ladrones de rosas de tumbas", roben sus rosas, como ya ocurrió antaño. Y es que hay gente para todo. Pero hace falta ser desgraciado para tener que robar rosas de muertos ajenos, con que alagar a los muertos propios.
Mi madre solía decir que una rosa se marchita, pero que una oración la recoge Dios, pero ella, que es una santa, no tendrá ahora inconveniente en que este rosal adorne su último lecho. Las rosas le encantaban. Todavía recuerdo el ramo que mi padre le regaló para sus bodas de plata y como ella lloró emocionada al verlo.
Yo no asidua de los cementerios, pero he querido tener este detalle como un sencillo homenaje. Ella sigue en nuestro corazón en un lugar de honor, presidiendo nuestras vidas cotidianas. Eso es lo importante, quede este rosal como símbolo de esto.
1 comentario:
Si que es hermoso homenaje Sofia.
Seguramente asi como adornas el último lecho de tu madre con una rosa, adornaste su corazon cuando niña y ahora como mujer "todo terreno". Un saludo
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