Camina por mitad de la calzada, sin importarle nada de lo que hay a su alrededor. Está amaneciendo y la tenue luz de la mañana parece mitigar un poco el dolor de las horas que acaba de vivir. Cuando le llamaron horas antes, el mundo se hundió bajo sus pies. ¡Dios mío, que no sea él! _se repetía una y otra vez_ con la esperanza de que hubiera algún error en aquella llamada. Y mientras conducía en dirección al hospital comarcal, se decía a si misma que no podía ser él. Le había dejado el día de antes, con la misma vitalidad de todas las mañanas.¡Cómo iba a estar muerto horas más tarde!¡no podía ser!.
Pero cuando llegó al hospital y comenzó a recorrer aquel interminable pasillo, como si su esperanza se hubiera desvanecido, sintió un escalofrío que le certificaba que aquello estaba empezando a pasar. El desfile de aquellas batas blancas, no hacía sino despertarle la conciencia para que de una vez por todas aceptara la realidad.Después de todo, podría ser él, quien yacía en aquel frío congelador. No había vuelto a saber nada desde que le dejó por la mañana en el aeropuerto y en esas horas podía haberle pasado cualquier cosa. Siguió caminando por el pasillo frío, que desprendía el olor a cloroformo de todos los pasillos de hospital y vio enfermeras que se apresuraban hacia la salita del fondo.Posiblemente alguien se les estaba yendo de las manos, igual que él, en el supuesto de que fuera él quien le aguardara inerte en aquella nevera de hospital.
Cuando finalmente llegó al depósito y la invitaron a entrar para el reconocimiento del cadáver, sus lágrimas dejaron de brotar de sus ojos, en un intento desesperado de no aceptar lo que estaba a punto de ocurrir. Le enseñaron sus documentos. Todo coincidía lamentablemente. Y cuando la enfermera corrió el compartimento donde estaba el cadáver y levantó la sábana para dejar al descubierto su rostro, ella le vio y salió de estampida de aquella sala. Sin saber cómo, se encontró en la calle y comenzó a caminar por mitad de la calzada.
Después de caminar largo rato, se detuvo y se sentó en el bordillo de un estanque. Respiró hondo y se secó las lágrimas de los ojos. Todavía le temblaban las piernas. _Tienes que serenarte_ se repetía una y otra vez. Cuando se hubo tranquilizado se dirigió a la casa que compartían ambos, se acercó al teléfono y, al descolgar el auricular, vio el resguardo que le habían dado en la comisaría el día de antes, cuando fueron a denunciar el robo de la cartera. Nunca hubiera imaginado que el robo de aquella cartera le produciría tanta alegría. Efectivamente....nunca lo hubiera imaginado.
Pero cuando llegó al hospital y comenzó a recorrer aquel interminable pasillo, como si su esperanza se hubiera desvanecido, sintió un escalofrío que le certificaba que aquello estaba empezando a pasar. El desfile de aquellas batas blancas, no hacía sino despertarle la conciencia para que de una vez por todas aceptara la realidad.Después de todo, podría ser él, quien yacía en aquel frío congelador. No había vuelto a saber nada desde que le dejó por la mañana en el aeropuerto y en esas horas podía haberle pasado cualquier cosa. Siguió caminando por el pasillo frío, que desprendía el olor a cloroformo de todos los pasillos de hospital y vio enfermeras que se apresuraban hacia la salita del fondo.Posiblemente alguien se les estaba yendo de las manos, igual que él, en el supuesto de que fuera él quien le aguardara inerte en aquella nevera de hospital.
Cuando finalmente llegó al depósito y la invitaron a entrar para el reconocimiento del cadáver, sus lágrimas dejaron de brotar de sus ojos, en un intento desesperado de no aceptar lo que estaba a punto de ocurrir. Le enseñaron sus documentos. Todo coincidía lamentablemente. Y cuando la enfermera corrió el compartimento donde estaba el cadáver y levantó la sábana para dejar al descubierto su rostro, ella le vio y salió de estampida de aquella sala. Sin saber cómo, se encontró en la calle y comenzó a caminar por mitad de la calzada.
Después de caminar largo rato, se detuvo y se sentó en el bordillo de un estanque. Respiró hondo y se secó las lágrimas de los ojos. Todavía le temblaban las piernas. _Tienes que serenarte_ se repetía una y otra vez. Cuando se hubo tranquilizado se dirigió a la casa que compartían ambos, se acercó al teléfono y, al descolgar el auricular, vio el resguardo que le habían dado en la comisaría el día de antes, cuando fueron a denunciar el robo de la cartera. Nunca hubiera imaginado que el robo de aquella cartera le produciría tanta alegría. Efectivamente....nunca lo hubiera imaginado.
1 comentario:
Cuando he leído el titulo del relato se me ha venido a la cabeza una noticia de unos meses atrás.No uno sino dos son los cadáveres que aparecieron en el congelador de una casa.Una historia con varios cabos y un sargento suelto(perdón por el chiste tonto).La señora de la casa había tenido dos críos de sendas infidelidades a su señor esposo.¿como es que su marido no se entero de nada?¿acaso estaba casada con Forrest Gump?¿Se guardaba los críos para hacer caldo?y lo que es mas importante:¿la culpa de todo la tiene Zapatero?¿cuando ostias voy a dejar de hacer preguntas?en resumen, otra hija suya(esta viva y a temperatura ambiente)fue a coger algo y lo que se llevo fue un buen susto.No recuerdo en que país fue, pero en Alemania otra individua era la admiración de sus vecinas porque sus geranios eran los mejores del barrio.Su secreto era sencillo:una noche de juerga y nueve meses para conseguir el abono...la policía encontró dentro de los tiestos cinco recién nacidos.Todo lo que te he contado es verídico,y si no te lo crees que se muera el cristo ahora mismo(no, si ya decía yo que este comentario llega con retraso) ta luego.
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