Juguetean sobre la arena cálida de una playa cualquiera, son dos gorriones que también podrían ser dos gorriones cualquiera, a no ser por algo que los diferencia de todos los demás. Son los vigilantes de la playa que permanecen siempre en guardia, revoloteando de aquí para allá mientras esperan el ansiado momento, cuando el sol se vuelve tenue y poco a poco desaparece, hasta que la noche lo cubre todo. Es entonces cuando ellas emergen de entre las olas y acercándose a ellos, los acarician, devolviéndolos a su forma natural y les permiten ser hombres hasta que llegue el alba.
Y se las quedan mirando no pudiendo soportar tanta belleza, y en lugar de vivir la noche, permanecen allí, impasibles contemplando sus huellas, que poco a poco se dirigen hacia el mar, y zambulléndose sobre las olas, desaparecen. Y llega un día y otro día y siempre la misma historia, y los gorriones son felices cada día esperando el momento mágico.
Pero un día, cuando llega el alba y no se transforman en gorriones, se quedan pensativos y mirándose el uno al otro rompen a llorar amargamente, saben que jamás volverán a verlas.
1 comentario:
pues si que le estas sacando provecho al vaje.
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