NO es tan mala idea que el ayuntamiento de Zaragoza haya atenuado la potencia de unas cuantas farolas y haya apagado otras, para ahorrar en consumo. A pesar de que el Ayuntamiento desmiente que sea el ahorro la causa del apagado, el hecho es que dicho apagado va a suponer un importante bajón en el consumo, lo que repercutirá en un indudable ahorro.
Siempre que se acercan estas fechas, donde el consumismo se apodera de los más y los menos, nos hacemos la misma pregunta ¿cuánto se podría ahorrar si no lucieran en las calles tantas lucecitas?
Dicen que hay que apoyar al comercio y que las luces animan la calle e invitan a comprar, aunque ignoro qué pensarán de esto los que, ahogados por los gastos ven cada mañana las luces encendidas de los respectivos inem, sin mayores horizontes que los de su precariedad.
Y como todo en esta vida, se pueden poner límites, como lo hacen algunos almacenes, limitando la presencia de esas lucecitas que, en definitiva, no nos hacen ninguna falta, o encendiéndolas lo necesario, no mes y pico antes de la Navidad. Todo tiene grados y del cero al cien tenemos unos cuantos, donde dosificar el consumo sin derrochar, lo que necesitan muchos para seguir comprando pan cada mañana. Repito la misma pregunta de mis reivindicaciones ¿cuántos podrían trabajar con la luz que gastamos inútilmente?. Seguramente más, que los que han trabajado poniendo esas luces.
Y como muchos otros temas, éste seguirá siendo un tema reincidente de cada año, cuando mientras unos compren a la luz y el calor de esas luces, otros, demasiados, tiritarán al frío de su impotencia por conseguir un trabajo, en la oscuridad de sus carencias y su hambre.