El otoño amarillento y rojizo, hace acto de presencia y lo cubre todo con su manto de hojas fallecidas, que nunca más volverán a descolgarse de los árboles, porque su efímera vida, las aboca a la muerte, desde el primer día de su existencia. Como a los humanos, como a los vivientes, sin que nada pueda haber, que detenga el manto cruel de la vida misma, que nada más nacer, comienza a cobrarse su víctima.
Es el otoño, el comienzo de un ocaso anunciado, la antesala donde esperamos la fría llegada del invierno, cuando la nieve helada, al rozarnos la cara, vuelve a recordarnos lo fugaz que ha pasado un año, que parece que acababa de nacer ayer y volverá a nacer mañana. Y así, año tras año, sol radiante, hojas muertas, nieve, frío, viento....y por fín las flores, las efímeras flores que tampoco vivirán demasiado.
Y si el ocaso de muchas flores no sobrevive al verano, porque tienen su otoño particular en primavera ¿qué hay de malo en que, si las flores sienten su otoño en su primavera, los demás sintamos la primavera en nuestro otoño?. ¿Por qué habría de ser triste el otoño?.
1 comentario:
Di que sí, hagamos un verano del invierno y una primavera del otoño, que para tristezas ya estamos cansados
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