miércoles, 26 de diciembre de 2007

Ciento veinte peldaños (relato)


Como cada tarde al regresar de trabajar se dispuso a subir los ciento veinte peldaños, que la conducían a lo mas alto del pueblo, donde ella vivía. Pero esta vez su caminar era lento y cansino; se sentía derrotada por un cúmulo de situaciones que había vivido la última semana. Un verdadero contraste con los últimos meses, tranquilos y vacíos de sobresaltos o cosas extraordinarias. Parecía que se iba dejando el alma en cada peldaño y por primera vez en varios meses no pudo subir de tirón y se vio obligada a detenerse unos minutos para respirar hondo y poder terminar la escalada.
Le pareció que todo se iba a desmoronar sobre ella de repente, sepultándola en la soledad mas absoluta. Tuvo miedo de no poder llegar al final y por primera vez un ligero temblor le recorrió el cuerpo. Seguía teniendo miedo sobre todo de si misma. Pero lo que mas temía era el vacío que veía venir de lejos con intención de echar raíces dentro de su alma.
Miró sus manos encallecidas de tanto trabajar y las vio vacías. Y tuvo miedo de que sus manos estuvieran vacías y solas, pero sobre todo vacías de las cosas que tiene todo el mundo. Por primera vez le dio rabia no haber podido tener una vida confortable que hubiera llenado esas manos. Pero la verdad era que nunca había añorado bienes materiales y seguramente seguiría siendo así toda la vida. Pero seguía mirando sus manos vacías con insistencia. Y por primera vez le dolió que sus manos estuvieran encallecidas, porque esas manos hacían ásperas y dolorosas las caricias.
Y siguió subiendo peldaños. Y seguía pensando.............
Y pensaba en él.....a quien acababa de ver partir como un hombre derrotado por el cansancio y seguramente por las situaciones de la última semana. Le hubiera gustado convertirse en bálsamo para aliviar su cansancio, pero debía dejarle marchar porque hay situaciones que requieren soledad para recuperarse y recobrar las fuerzas perdidas. Y ella tenía miedo de perderle y mientras seguía subiendo peldaños le iba amando más y más para que al menos la fuerza de ese amor le llenara de energía y desde lejos le trasmitiera el descanso que necesitaba. Pero cuantos mas peldaños subía mas miedo tenía de perderle y mas hondo era el grito que desde lejos le llamaba con insistencia. ¡No te rindas¡
Y de repente volvió a mirar sus manos vacías y rotas. Y desde lo mas hondo de si misma se preguntó si aquellas manos vacías serían suficientes para llenarle de caricias.......

Y siguió subiendo peldaños y cuando por fin se encontró arriba, se giró para contemplar el paisaje y respiró hondo. De repente volvió a tener miedo de si misma. Y se sintió sola.... y aunque comprendía que su soledad era necesaria, no podía evitar sentirse como si estuviera a punto de caer al vacío desde la cuerda floja. Y soñó que si eso pasaba, quizás pudiera tener la suerte de que él la recogiera en sus brazos y comenzara a acariciarla con sus enormes manos y que esas manos grandes y llenas de tantas experiencias cogieran sus manos vacías y encallecidas para llenarlas de vida.

2 comentarios:

Lamia dijo...

Es curioso pero a veces cuando subes una cuesta muy dura y llegas arriba y ves el camino trazado, no terminas de creer que hayas sido capaz de recorrerlo. Sin embargo, has sido tu y solo tu la que lo consiguió.

Leodegundia dijo...

Esperemos que al final sus deseos se realicen y ninguno de los dos se sienta solo.
Un abrazo