lunes, 10 de diciembre de 2007

Quiero ser como las hierba (relato)


Había una vez un roble junto a un camino que conduce a Andéraz, a escasos metros de Abárzuza, en Navarra. Cuando solía pasar mis veranos en aquel lugar, cada día podía contemplar aquel roble majestuoso y enorme que captaba mi atención.
Imaginaba cuan grande sería su fortaleza al verlo tan alto y omnipotente que podría decirse que estaba hecho para ganar todas las batallas y conseguir todo lo que se propusiera. Seguro que era el más admirado de aquel lugar.
Bajo el roble, insignificante y pequeña como las cosas más bonitas, yacía la hierba verde. Sin que nadie la viera, sin que nadie hablara de ella, ni la sintiera. Jamás era causa de comentarios de admiración, sólo era pisoteada una vez tras otra, y nadie se daba cuenta de que estaba allí.
Pobrecita hierba pensaremos todos. Pero nos equivocamos. Sucedió un día cuando volvíamos a Andéraz después de una larga caminata, que se levantó una fuerte tormenta que casi parecía un tornado. El viento era tan fuerte que teníamos que cogernos unos a otros para no caer o salir volando, ¡quien sabe! A duras penas llegué a la casa con el resto de la gente y cual no sería mi asombro, cuando al mirar por la ventana de mi habitación, vi cómo el viento había tronchado aquel roble y lo levantaba por los aires como si fuera una pluma.
Tengo que confesar que en ese momento tampoco me acordé de la hierbecíta, ni en qué estado habría quedado. A la mañana siguiente corrí junto al roble, tronchado ya para siempre y al mirar hacia la tierra observé una imagen que me conmovió entonces y me sigue conmoviendo cuando lo recuerdo.
La hermosa hierba se erigía hermosa y radiante bañada por las gotas del rocío como si no hubiera pasado nada la víspera. Eso me hizo pensar que muchas veces la fragilidad es una gran fortaleza, porque aunque seas frágil si luchas cada día te conviertes en lo más bonito y consigues lo que te propones.
Por eso desde aquel día he luchado para ser como esa hierba. Y, ¿sabéis?…, creo…, que lo voy logrando…

3 comentarios:

unjubilado dijo...

Ese roble si hubiera sido jovencito, se hubiera doblegado a la furia del viento, pero ya mayor trataría de aguantar hasta que la furia de la tempestad pudo con él.
Así somos nosotros, de jóvenes nos adaptamos y doblegamos a lo que nos dicen y de mayores nos cuesta cambiar y una tempestad se nos lleva.
Saludos
P.D. Enhorabuena por el comentario anterior y ser aceptada en Blogueratura, pronto serás un referente en Aragón.

Anónimo dijo...

Enhorabuena, por ampliar tu difusión y por escribir tan bien

Vivianne dijo...

Simplemente los años hace resquebrajar el espiritu o la fortaleza, es natural es ley de vida, un espiritu joven tiene los brios para la lucha sin doblegarse, es una maravillosa metáfora que nos has enseñado, excelente!!
Felicidades, brisas sureñas para vos...