El Periódico Público ha publicado hoy un artículo referente a la ley de integración de discapacitados que me ha traído a la memoria los meses que trabajé en un Centro de minusválidos psíquicos de Zaragoza. Un trabajo muy duro, pero a la vez muy gratificante. Al principio, cuando llegaba a trabajar se me caía el alma al suelo cuando les miraba y veía tales estampas, que parecían sacadas de una novela de terror, pero no se trataba de una novela, sino de la realidad de unas personas, que no tardé en empezar a querer como una madre. Trabajaba en el módulo de profundos, el mas duro de todos, creo yo. Había que asear a esas personas, darles de comer, jugar con ellas, incluso fingir que éramos sus madres, a las que, en algunos casos, no veían desde hacía mucho.
Estuve allí durante tres veranos y aprendí cosas que no se aprenden fuera. Algunos de ellos eran bastante jóvenes, unos críos, y digo eran, porque ignoro si viven todavía. A menudo los recuerdo y me pregunto por ellos y luego miro a mis hijos y doy gracias. Estas personas se merecen una mejor integración en la vida y todos debemos colaborar a ello con nuestro pequeño grano de arena. Desde este sitio les envío un abrazo y todo mi cariño.
3 comentarios:
bueno, yo no soy de los "psíquicos" pero sí de los "físicos". aunque no es visible ;) pero es más del "33". buffff....
ojos que no ven corazón que no siente digo muchas veces en estos tipos de conversaciones, pero somos gente muy luchadora. besico tierno.
El problema para esas personas tiene que ser tremendo, no sólo por sus limitaciones personales si no también por el rechazo de los que les rodean.
¿Cuando aprenderemos a valorar a los demás como seres humanos iguales a nosotros?
Continuamente se habla de amor por los demás, pero me temo que sólo se queda en bellas y huecas palabras.
Un abrazo
Hace años tuve diversos encuentros con colectivos de este tipo, ancianos, afectados del sindrome de down, pabellones psiquiátricos,etc. y la impresión inicial era siempre "sobrecogedora". Las personas sin ninguna afección nunca sabemos cómo comportarnos en estas situaciones, mientras que los padres y quienes se dedican a su cuidado, lo hacen con toda naturalidad, sin "prejuicios".
Creo que ahí reside el mayor problema para la integración, LA FALTA DE CONOCIMIENTO que tenemos todos. Cuando te acercas a ellos sientes que tu vida adquiere una nueva dimensión, aprendes a tratarles como lo que son, personas, al cabo de unos instantes apenas notas sus diferencias y te encuentras charlando o jugando con ellos de una forma natural, sin racionalizar más allá de su discapacidad.
Pero de inicio la sociedad se "blinda" ante las emociones y preferimos "aislarlos" para no tener que acordarnos de nuestro egoismo.
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