Hugo le preguntó su nombre y le dijo que se llamaba Oguh. Le pareció un nombre fantástico, pero lo mejor era que, a partir de ese momento, le podría llamar por su nombre. Se oyeron unos ruidos en el otro lado y su visitante tuvo que irse apresuradamente antes de que su madre le pillara fuera de su cama, salió corriendo y volviendo a cruzar hacia el otro lado regresó a su habitación.”
Al día siguiente Hugo le contó a su madre que había conocido un niño, que le había visitado desde otro mundo, pero su madre, acostumbrada a sus fantasías, le siguió la corriente sin darle la menor importancia. Desde aquel día Hugo comenzó a sentir una extraña inquietud y deseaba que pasaran las horas deprisa, para volver a charlar con Oguh, que, fiel a su cita, todas las noches regresaba de su mundo para compartir el suyo. Y como si se tratara de un extraño ritual, a eso de las nueve de la noche Oguh traspasaba el espejo y regresaba a la habitación de su amigo. Pasaban tiempo jugando y charlando hasta que volvían a oírse ruidos del otro lado y Oguh volvía precipitadamente a su habitación, para que no le pillara su madre, que cada noche comprobaba si ya se había dormido.
Estas visitas empezaron a ser tan familiares, que Hugo comenzó a tratar a su amigo como si se tratara de un hermano, ideó una vida fantástica y comenzó a soñar que vivían juntos, el detalle del espejo no era importante, sería como si durmiera en la habitación de al lado. Y conforme fue creciendo esa amistad, Hugo comenzó a hacerse preguntas, no sabía por qué su amigo no le contaba nunca nada sobre su vida, ni sobre sus padres y cada vez que le preguntaba algo sobre su familia, éste evadía la respuesta. No sabía por qué a menudo le sangraba la nariz, como el día que le sorprendió, antes de conocerse. Oguh callaba cada vez que le pregunta por la causa de sus moratones, o a lo sumo respondía que se había caído jugando. Cosa que por supuesto Hugo no creía.
Pero ante su insistencia, Oguh, pasado un tiempo, comenzó a contarle algunas cosas a su amigo, que le dejaron preocupado. Un día sin venir a cuento le preguntó que si su madre lloraba alguna vez, y Hugo le respondió que no lo sabía ya que no le había visto llorar en ninguna ocasión. -¿y la tuya llora alguna vez?- le preguntó Hugo. Oguh permaneció callado en un principio pero luego le dijo - llora todas las noches, cuando me viene a arropar- y luego añadió que solía hacerse el dormido para no preocupar a su madre por saberse descubierta. -¿Por qué llora?- le preguntó, pero Oguh no supo qué responder. Tan solo le dijo que lo había descubierto hacía unos meses de casualidad, cuando una de sus lágrimas cayó en su mejilla y se despertó al sentir la humedad y cuando abrió los ojos se dio cuenta de que su madre estaba llorando. Desde entonces, había decidido permanecer despierto hasta que su madre fuera a arroparle, como todas las noches. Y como cada noche le sentía llorar mientras le daba un beso.
Al cabo de unas semanas las visitas se interrumpieron por unos días y Hugo no sabía qué pensar, suponía que los padres de Oguh habrían descubierto que se escapaba de la cama todas las noches y le habrían castigado a dormir en otra habitación. Y cada noche se asomaba en el espejo intentando verle, pero Oguh no estaba en su habitación. Intentaba atravesar el espejo pero era imposible y no se explicaba por qué su amigo lo cruzaba cada noche y él no podía, por más que lo intentaba. Cuando viera a Oguh la siguiente vez le tenía que preguntar si utilizaba algún secreto, o algo así, para atravesar el espejo, pues quería atravesarlo también para ver qué había en su lado...
Al día siguiente Hugo le contó a su madre que había conocido un niño, que le había visitado desde otro mundo, pero su madre, acostumbrada a sus fantasías, le siguió la corriente sin darle la menor importancia. Desde aquel día Hugo comenzó a sentir una extraña inquietud y deseaba que pasaran las horas deprisa, para volver a charlar con Oguh, que, fiel a su cita, todas las noches regresaba de su mundo para compartir el suyo. Y como si se tratara de un extraño ritual, a eso de las nueve de la noche Oguh traspasaba el espejo y regresaba a la habitación de su amigo. Pasaban tiempo jugando y charlando hasta que volvían a oírse ruidos del otro lado y Oguh volvía precipitadamente a su habitación, para que no le pillara su madre, que cada noche comprobaba si ya se había dormido.
Estas visitas empezaron a ser tan familiares, que Hugo comenzó a tratar a su amigo como si se tratara de un hermano, ideó una vida fantástica y comenzó a soñar que vivían juntos, el detalle del espejo no era importante, sería como si durmiera en la habitación de al lado. Y conforme fue creciendo esa amistad, Hugo comenzó a hacerse preguntas, no sabía por qué su amigo no le contaba nunca nada sobre su vida, ni sobre sus padres y cada vez que le preguntaba algo sobre su familia, éste evadía la respuesta. No sabía por qué a menudo le sangraba la nariz, como el día que le sorprendió, antes de conocerse. Oguh callaba cada vez que le pregunta por la causa de sus moratones, o a lo sumo respondía que se había caído jugando. Cosa que por supuesto Hugo no creía.
Pero ante su insistencia, Oguh, pasado un tiempo, comenzó a contarle algunas cosas a su amigo, que le dejaron preocupado. Un día sin venir a cuento le preguntó que si su madre lloraba alguna vez, y Hugo le respondió que no lo sabía ya que no le había visto llorar en ninguna ocasión. -¿y la tuya llora alguna vez?- le preguntó Hugo. Oguh permaneció callado en un principio pero luego le dijo - llora todas las noches, cuando me viene a arropar- y luego añadió que solía hacerse el dormido para no preocupar a su madre por saberse descubierta. -¿Por qué llora?- le preguntó, pero Oguh no supo qué responder. Tan solo le dijo que lo había descubierto hacía unos meses de casualidad, cuando una de sus lágrimas cayó en su mejilla y se despertó al sentir la humedad y cuando abrió los ojos se dio cuenta de que su madre estaba llorando. Desde entonces, había decidido permanecer despierto hasta que su madre fuera a arroparle, como todas las noches. Y como cada noche le sentía llorar mientras le daba un beso.
Al cabo de unas semanas las visitas se interrumpieron por unos días y Hugo no sabía qué pensar, suponía que los padres de Oguh habrían descubierto que se escapaba de la cama todas las noches y le habrían castigado a dormir en otra habitación. Y cada noche se asomaba en el espejo intentando verle, pero Oguh no estaba en su habitación. Intentaba atravesar el espejo pero era imposible y no se explicaba por qué su amigo lo cruzaba cada noche y él no podía, por más que lo intentaba. Cuando viera a Oguh la siguiente vez le tenía que preguntar si utilizaba algún secreto, o algo así, para atravesar el espejo, pues quería atravesarlo también para ver qué había en su lado...
(continuará)
1 comentario:
Hola Sofi.
Me está gustando tu relato. Tienes mucha habilidad para describir lo que se "cuece" en la cabeza de un niño. Y en la historia veo un trasfondo de tristeza que, lamentablemente, al igual que tu espejo refleja una certeza cotidiana.
Espero la continuación...
Gracias por pasarte por mi playa para dejar tu cariño.
Un beso y un abrazo.
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