miércoles, 10 de diciembre de 2008

El Espejo de Oguh (relato, 1ª parte)

Hugo tenía una fantasía desbocada y soñaba con situaciones fantásticas en las que vivía aventuras a diario. De ahí que su madre no se extrañara nada cuando luego se las contaba y le quería hacer partícipe de sus juegos. Ella le escuchaba entusiasmada y se preguntaba a menudo cómo podía tener tanta imaginación e inventar cosas, que incluso el mismo parecía creerse. Ponía tal entusiasmo en sus narraciones, que ella misma había estado a punto de creerlas en más de una ocasión.
La vida de Hugo transcurría entre juegos y tareas escolares con la misma rutina de los niños de su edad. ¿He dicho rutina?, es posible que lo fuera, pero desde luego era una rutina extraordinaria en la que no cabía ni un minuto de aburrimiento. Cada tarde cuando regresaba del colegio, se tomaba la merienda y, después de haber terminado los deberes, comenzaba su ritual de juego y permanecía horas en su habitación hablando consigo mismo. Al menos eso era lo que creían sus padres. Porque de otro modo ¿con quien hubiera podido estar hablando, si no tenía con quién?
“El día que lo descubrió, creyó que se había metido en un cuento, porque nunca hasta entonces había imaginado, que esas cosas pudieran ocurrirle a él, pero cuando aquella tarde escuchó esos ruidos detrás del espejo de su habitación, y se asomó para comprobar de qué se trataba, se quedó estupefacto ante lo que vio. Tras el espejo, como en una habitación paralela, otro niño lloraba desconsoladamente mientras limpiaba la sangre, que le salía por la nariz, con una de las mangas de la chaqueta. Instintivamente, Hugo, buscó un paquete de pañuelos de papel y sacó uno para dárselo. Pero cuando volvió ante el espejo se dio cuenta de que no sabía cómo hacérselo llegar. Pensó que si lo colocaba en la parte posterior del espejo, el otro niño lo vería y lo cogería para limpiar su nariz. Así que lo hizo de esta manera y comprobó cómo el niño se acercaba junto al espejo, y se limpiaba con un pañuelo similar. No se lo podía creer, porque cuando miró detrás del espejo, el pañuelo había desaparecido. Por más que miró, no vio ningún agujero a través del cual, pudiera haberse caído el pañuelo a la habitación del otro niño. Hugo se dirigió hacia su cama y sentándose sobre el almohadón pasó las manos por su frente, le parecía que estaba a punto de comenzar una de las historias más fantásticas que había vivido nunca.
Esa noche el niño del otro lado saltó a través del espejo, cuando Hugo dormía profundamente, y le despertó tirando de una de las mangas de su pijama. ¡Despierta! ¡Despierta!. Hugo se despertó sobresaltado y tardó unos minutos en recuperarse de la impresión. No entendía como el otro niño había podido entrar en su habitación de aquella manera, pero él le dijo tranquilamente, que había saltado por la luna del espejo, que todas las noches le observaba cuando estaba a punto de irse a la cama y que esa noche se había rendido al deseo de conocerle en persona, así que, cuando sus padres estaban ocupados con otra cosa, él había aprovechado para ir a verle. También le contó que esa misma tarde había visto caer un pañuelo detrás del espejo y se había dicho a si mismo, que si un pañuelo podía atravesar un espejo ¿por qué una persona no?....
(continuará)

2 comentarios:

Nuria dijo...

Cualquier adulto se habría desnayado del susto, pero todo tiene cabida en el mundo fantasioso-real de los niños. espero seguir leyendo, ¿qué nos deparará?

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

Uy me encantan este tipo de historias y espero sacar tiempo para regresar pronto por la segunda entrega porque estoy agobiadito.

Gracias y saludos.