La llaman huelga salvaje, pero está claro que se quedan cortos con el calificativo. Más que una huelga parece un ataque frontal al gobierno, tomando como rehén a la democracia, personificada en más de 300.000 personas que, afectadas por la negativa de acudir a los centros de trabajo de los controladores aéreos, curiosamente enfermos todos a la vez, tendrán que cambiar el destino de sus vacaciones.
Desde este espacio nos preguntamos sobre la moralidad de plantear una huelga de estas características, en la situación tan comprometida que vive España. Situación donde se nos ha pedido a todos los de a pie, que apretemos los cinturones y nos esforcemos en colaborar en la recuperación del país. Pero llegan los controladores, que seguramente se sienten como la excepción que confirma la regla, creyendo que lo del cinturón no va con ellos y ¡hala! alquilan todos el mismo virus para ponerse enfermos en momento tan poco oportuno. ¿Es que todos han petado a la vez? ¿cómo han podido ser tan ruines?.
Tendrían razones en sus reivindicaciones, pero se han confundido en el modo de llevarlas a cabo, con una actitud que además de no ser ética, los ha dejado a la altura del barro, sumiendo a miles de personas en la desesperación.
¿Con qué derecho paralizan el país en beneficio propio? beneficio por decir algo, porque creo que, lejos de obtener beneficio alguno, les espera una gorda, como el estado les acuse de sedición.
La huelga es un derecho, claro, pero hay que avisarla, legalizarla y garantizar los servicios mínimos, para que la gente, la misma que paga el pato siempre, sepa a qué atenerse y modificar a tiempo el itinerario de sus vacaciones, sin tener que sufrir un calvario, donde cientos de niños maltratados por esta situación, han sido las peores víctimas y las más indefensas. ¿Hay derecho a esto?
¡Maldito virus el de los controladores, que por enfermar todos a la vez, les espera una gorda!