Ya había ardido el campo
y el agua de los pozos
huía tierra adentro
dejándose olvidadas las sortijas,
mirándose al frescor de los espejos.
Por las calles el tiempo
se ceñía a la cal aguardando la noche,
y sólo en torno de los pinos
el aire era aire inquieto
cuando cruzaba el tren, veloz, al sur,
al sur de los poetas,
al sur del mar del sur.
La muerte estaba lejos.
En el patio desierto
las avispas exactas y aburridas,
tiralíneas aéreos,
trazaban un mondrián interminable
sobre el verde callado de la alberca
como insistentes delineantes tercos.
Por los libros abiertos se veía la tarde.
No sabían los labios cuánto dura el invierno.
( autor:Olmoviejo)
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