domingo, 11 de noviembre de 2007

Un espacio triste y frío....



Hoy he asitido al funeral de la querida Encarna, en el cementerio de Zaragoza. Los cementerios son fríos en general y éste, esta mañana era frío en extremo; la razón: que iba a quedarse con una persona que aprecio mucho. Pero tambien hay otras razones, que no escapan a la sensibilidad humana. La capilla donde se aficiado la Misa era especialmente gélida, como única ornamentación, un crucifijo pequeñito, a la derecha, y un cuadro a la izquierda de una Virgen con el Niño en brazos. Las paredes peladas, pálidas, enormes, frías, te invitaban a salir corriendo. La capilla parecía una antesala de la muerte que más que a rezar te invitaba al desasosiego. Ya podían los frailes esforzarse un poco más y dar un poco más de calor a un momento tan triste.

Cuando he entrado a la capilla, el fraile ya estaba esperando, sentado en una silla tras el altar, como si esperara el primer funeral, el segundo ó el tercero, de una lista interminable de funerales en serie. Me ha dado pena, la falta de tacto del mosen. Para acabarla de rendodear,la homilía, también fabricada en serie (según un modelo seguramente preestablecido) que para nada se merecía Encarna. Se podían haber dicho tantas cosas maravillosa de esta mujer "chapeau", con un poco de preparación, de esfuerzo, de sentimiento. Pero se le ha pronunciado una homilía que ni le iba ni le venía, la misma seguramente que le iban a pronunciar al muerto siguiente. ¡que pena!.

Cuando a mí me llegue la hora, no quiero entrar en esa sala vacía, triste y fría. No quiero homilía sin sentimientos. Quiero que me incineren y esparzan mis cenizas por el Pirineo, rodeada de mis amigos y familiares y que cada cual diga lo que sienta, fuera de cánones establecidos, fríos y tristes. Encarna se merecía algo mejor para el día de su despedida ¿verdad?...

Sofía Campo diví

1 comentario:

Don Biciclote dijo...

He tenido exactamente el mismo sentimiento en algún funeral al que he asistido. Incluso indignación, cuando una tía sin hijos, con el viudo presente, el maldito cura le decía que menos mal que estabamos allí sus hijos acompañándlola, no como a aquellos pobres desgraciados que no dejan su semilla...

Y comparto tu preferencia para mi despedida, que espero que tarde, en todo caso yo no lo veré...