viernes, 16 de noviembre de 2007

La Mirada "relato"


No sabía cómo ni porqué, pero el caso era que cada vez que subía por aquellas escaleras algo dentro de ella se estremecía. La vieja barandilla de madera enmohecida por el paso de los años, los escalones empinados, las paredes oscuras y resquebrajadas. Todo parecía quererle recordar aquel pasado efímero y fugaz. Y sin embargo, a pesar de la rapidez con que se desarrollaron los acontecimientos, ella los conservaba en su memoria como si acabaran de ocurrir.
El recuerdo de aquellas tardes solitarias y esporádicas le venía ahora a la mente, como si quisiera empeñarse en volver a vivir todo aquello. Pero ella, como nadie, sabía que aquellos días fueron irrepetibles y que, como tales, quedarían en el recuerdo, de donde sin duda no debían salir.
Sin embargo no podía evitar al recordar aquellos momentos, volver a sentir el aroma y la fragancia de aquellas horas inolvidables. Ella sabía que eran irrepetibles, y sin embargo una y otra vez se empeñaba en que permanecieran en su corazón , como si aquello, que le había ocurrido hacía tanto tiempo, fuera una especie de aliento que le empujaba a desear la vida con toda el ansia de que era capaz.
A veces se detenía a pensar y solo la mirada de aquellos ojos grabada en su mirada, le hacía estremecer y temblar como si fuera una colegiala. Y es que aquellos ojos profundos y penetrantes habían sido capaces de descubrir en ella una mujer nueva y diferente, cariñosa y sensible, enérgica y tenaz, suspicaz e inteligente.
Cuántas veces a lo largo de aquellos años amargos, ella había recordado aquellos ojos, ni divinos ni humanos, porque se deslizaban entre ambos negándose a definirse, por miedo a perder su mirada. Como la mirada de un dios del Olimpo, como la mirada de un cóndor, como tantas y tantas miradas de deseo y de ternura. Y sin embargo aquella había sido una mirada diferente. Nada que ella conociera se le parecía. Y cuando, tantos años después, ella seguía soñando con aquello, se preguntaba si seguiría mirando con aquellos ojos que un día la cautivaron y la hicieron su presa para siempre.
Cada vez que aquellas imágenes volvían a su recuerdo ella se volvía a preguntar qué pasaría si un día volviera a atreverse a subir por aquellas escaleras de madera, enmohecidas, resquebrajadas y viejas. Y como ellas, también se sentía enmohecida, resquebrajada y vieja. El solo hecho de pensar que, quizás aquella mirada le esperaba al final de aquellos peldaños de antaño, le producía tal emoción que sus ojos, convertidos en cataratas, dejaban de parecer ojos y su mirada, ahogada por aquellas lágrimas, dejaba de pertenecerle, para fundirse en el recuerdo con aquella otra que, aunque de manera efímera y fugaz, le perteneció durante unas cálidas horas.
(En recuerdo a los momentos mas felices de mi vida, fugaces, efímeros pero eternos en mi memoria)
Mª Sofía campo Diví

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